Crisis en el sector
El cambio climático pone en peligro al último mariscador de Roses
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En medio de las aguas de la bahía de Roses, Lluís Martínez es actualmente el único mariscador, resiliente, que lucha contra las embestidas del cambio climático mientras ve cómo su oficio y el producto de su trabajo se desvanecen lentamente. En el Alt Empordà son unas cinco personas las que se dedican a mariscar manteniendo viva una tradición que se remonta a épocas inmemoriales. "El futuro del oficio, sin embargo, es incierto", recalca Martínez.
Tradicionalmente, el trabajo de mariscador había tenido un carácter más furtivo y no regulado. Ahora, hay aproximadamente unas 160 personas con licencia para poder mariscar repartidas por el Tarragonès, principalmente en el Montsià, el Baix Ebre y el Alt Empordà. "En la comarca hay un par de personas en el Port de la Selva, un par en Llançà, y yo mismo", remarca. Catalunya tiene una gran riqueza y tradición en marisco que en términos generales engloba crustáceos o moluscos.
Salinidad y temperatura del mar
El marisco es un animal sensible a elementos de salinidad y temperatura del mar y frente a esta situación es necesario que se tomen medidas por parte de toda la sociedad. A pesar de luchar por adaptarse a efectos del calentamiento global, necesitan apoyo urgente para sobrevivir y preservar una parte crucial de la tradición marítima.
Lluís Martínez lleva treinta años viviendo de este oficio en aguas rosincas: "En el Alt Empordà, nos dedicamos al erizo y poco más". Los problemas medioambientales han afectado a la pesca en general. Pero el impacto del calor en los organismos marinos genera una lucha por la supervivencia de su labor como mariscador en el mar.
La crisis de los mariscadores
Pese a tener que afrontar esta crisis, los mariscadores no se rinden. Buscan nuevas técnicas de pesca, diversifican sus actividades y exigen acciones por parte de las autoridades. En el caso de Martínez, su resiliencia es un vivo testimonio de la fuerza de la tradición y la necesidad de proteger nuestros recursos marinos. Según recalca "algunos mariscadores combinan ese oficio con otras labores como el submarinismo o el turismo. Yo me dedico a las erizos de octubre a marzo, también pesco pepino de mar y lechuga de mar haciendo apnea y durante la temporada de verano me dedico al calamar".
La embestida del cambio climático contra la industria del marisco es una realidad palpable desde hace años. Sus capturas disminuyen, ven cómo las poblaciones de marisco desaparecen ante fenómenos meteorológicos extremos que amenazan su seguridad y se producen cambios imprevisibles en los patrones de migración marina. En Roses no son una excepción. "En la localidad somos ahora siete pescadores pequeños que nos dedicamos a las artes menores. Cuando yo empecé con la tallarina, en los años noventa había 20 barcas de tallarines y 100 de teranyines. Ahora solo queda una de teranyina y ninguna barca de tallarina".
Adaptarse es crucial
El cambio climático ha afectado a la pesca, por el impacto que el calor provoca en general en los organismos marinos, como ocurrió con la desaparición de las tallarinas hace veinte años, cuando también se construyeron los espigones en las playas. Adaptarse es crucial: "Ahora me dedico a los erizos y, por la tarde, cuando es temporada de verano, en el calamar. Es una forma de vida y, al mismo tiempo, un oficio en decadencia sin continuidad. Las barcas pequeñas se están jubilando y ya no hay relieve. Dentro de unos ocho o diez años, deberemos comer perca del Nilo y panga tailandés", sentencia.
El futuro del oficio cuelga de un hilo, pero anima a hacerlo si hay pasión, a pesar de las dificultades. Cada día se pone el traje y se mete en el mar: "A pesar de estar quejándome, yo estoy bien y me gusta mucho mi trabajo. Por mucho que llore no hay nada mejor que hacer de tu hobby tu trabajo. Me gusta lo que hago y no puedo estar sin meterme en el agua un día". Aun así, reconoce la dureza del oficio: "entro en el mar, llueva, nieve o haga frío". Además, la recogida de erizos de mar es una actividad de alto riesgo, ya que requiere inmersiones a pulmón libre.
Barcas de arrastre
En época de veda en Roses quedan algunas barcas de arrastre, pero "desde el 15 de enero están vedadas hasta finales de marzo, lo que nos perjudica porque todo queda muerto. Si una barca falla, todos sufrimos las consecuencias y el relevo en las barcas pequeñas es inexistente".
La venta del pescado está sometida a controles sanitarios y papeles, y su precio varía según las subastas de la cofradía, aunque la demanda y estacionalidad también influyen en el precio y venta. La adversidad del cambio climático no espera, y su supervivencia depende también de la respuesta colectiva, de proteger y preservar una parte esencial de nuestro patrimonio marítimo antes de que sea demasiado tarde.
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