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El cambio climático también amenaza a los pescadores

Los buques pesqueros soportan hoy fenómenos extremos más graves en el mar y se ven obligados a faenar en caladeros situados en zonas con peores estándares de seguridad

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Embarcación destrozada en la costa del Cantábrico en noviembre de 2023 por el temporal Domingos

Embarcación destrozada en la costa del Cantábrico en noviembre de 2023 por el temporal Domingos / Agencia

Robert Rodríguez

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El sector pesquero y de la acuicultura es fundamental para alimentar a la población mundial y dar empleo a cientos de millones de personas. Datos consolidados de Naciones Unidas muestran que la demanda global de pescado no cesa de aumentar. En 2019, el consumo mundial per cápita fue de 20 kilos, un 10 por ciento más que una década atrás. Asimismo, más de 600 millones de personas dependen de la pesca o del cultivo de especies acuáticas animales para ganarse la vida. En total, el sector mueve a nivel global 176.000 millones de dólares anuales. La acuicultura gana terreno y, por primera vez, está cerca de sobrepasar en producción a la pesca tradicional e industrial

Existen numerosos problemas medioambientales en el sector que precisan ser resueltos con urgencia. La sobrepesca, por ejemplo, amenaza a numerosas especies y pone en jaque la sostenibilidad de ecosistemas marítimos. Sin embargo, todavía se desconoce otro de los lados oscuros de esta industria: los altísimos índices de víctimas y accidentes.

Muchos marineros y marineras se juegan literalmente la vida para poder llevar pescado, moluscos y mariscos frescos a nuestros mercados. Algunos de los riesgos principales son las caídas en alta mar, los accidentes graves a bordo, o incluso las colisiones entre buques y navíos, como la que sucedió en marzo de 2017 en las costas de Barcelona entre el pesquero El Fairell y un buque petrolero ruso que dejó dos muertos.

Víctimas mortales

En realidad, el sector de la pesca es uno de los más peligrosos, y el número de víctimas anuales ha aumentado a lo largo de los años, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En 1999, unos 24.000 pescadores murieron en todo el mundo, según la OIT, por 32.000 en 2019. Expertos del sector creen que los datos son muy conservadores y no revelan la dimensión real del problema. Análisis recientes señalan que el número de víctimas sería cercana a las 100.000 personas cada año.

“La mayoría de los incidentes y víctimas se producen en la pesca en pequeña escala. Hay muchas razones para ello. Frecuentemente hay falta de capacitación de seguridad, los navíos más seguros son muy caros o no están disponibles, el equipamiento de seguridad no está abordo, las regulaciones de seguridad no siempre son implementadas”, explicaba esta semana Florence Poulain, experta francesa en seguridad pesquera, durante la sexta edición de la Conferencia Internacional sobre Seguridad y Salud en la Industria Pesquera (IFISH, en sus siglas en inglés).

La mayoría de los incidentes y víctimas se producen en la pesca en pequeña escala. Frecuentemente falta capacitación de seguridad, los navíos más seguros son muy caros o no están disponibles, el equipamiento de seguridad no está abordo y las regulaciones no siempre son implementadas

— Florence Poulain, experta francesa en seguridad pesquera

El IFISH es el único foro global dedicado a mejorar los estándares y la seguridad de los pescadores y, desde su primera edición, celebrada en el año 2000, reúne a científicos, académicos, funcionarios gubernamentales, expertos y miembros del sector privado.

Al inicio, el objetivo era sobre todo hallar soluciones tecnológicas y desarrollar prácticas para prevenir muertes en contextos de bajas temperaturas, donde una caída en el mar puede ser letal si no se actúa con gran celeridad. Por eso algunas de las conferencias IFISH pasadas se han celebrado en Islandia y Alaska.

Pero ahora, nuevos peligros surgen como consecuencia del cambio climático, sobre todo para el sector de la pesca a pequeña escala, que produce el 40 por ciento de las capturas globales y emplea al 90 por ciento de la fuerza laboral del sector.  

Fenómenos meteorológicos

“El cambio climático supone una amenaza cada vez mayor para el trabajo decente en la pesca, como demuestra la creciente incidencia de fenómenos meteorológicos graves, que repercuten tanto en la salud física, como en las horas de trabajo y la remuneración”, explicaba esta semana Michelle Tigchalaar, experta de la Universidad de Standford. “El trabajo en la pesca está especialmente amenazado por el cambio climático, ya que no sólo afecta a las condiciones de trabajo en los buques, sino también, a medida que cambian los caladeros de peces, al lugar donde se realiza el trabajo y, por tanto, a los diferentes marcos jurídicos y normativos que lo regulan.”

Muchas de las potenciales víctimas se encuentran en países menos desarrollados, que suelen tener mayores dificultades para implementar las normativas de seguridad o para mejorar los estándares de construcción de naves. También en los pequeños Estados insulares en Desarrollo, de por sí amenazados por el crecimiento del nivel del mar, como reconoce la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el propio Acuerdo de París.

La creciente incidencia de fenómenos meteorológicos graves repercute tanto en la salud física como en las horas de trabajo y la remuneración

— Michelle Tigchalaar, experta de la Universidad de Standford

La ONU reclama que sean los países más desarrollados y con mejores tecnologías pesqueras los que ayuden a prevenir víctimas, y ya se están llevando a cabo algunos programas en este sentido. Noruega, por ejemplo, ha financiado tecnología y programas de formación especializada en navegación en Granada, donde los marineros caribeños de pequeñas naves se exponían a enormes peligros como consecuencia de tener que ir mar adentro para hallar nuevos caladeros, a pesar de carecer del conocimiento y de la tecnología adecuada para ello.

También se están desarrollando nuevos barcos que tienen mayor resistencia a la meteorología extrema. Justo antes de Navidad, la ONU entregó a Sri Lanka dos pequeñas lanchas de menos de siete metros de longitud, desarrollados para resistir mejor las tormentas extremas y los ciclones.

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