Lucha del colectivo LGTBI

El Observatorio contra la Homofobia cumple 15 años con más de 1.600 víctimas atendidas

Aumentan las incidencias contra el colectivo LGTBI, sobre todo en fin de semana

El colectivo LGTBI denuncia una treintena de agresiones físicas cada seis meses en Catalunya

Eugeni Rodríguez, presidente y fundador de l'Observatori Contra la Homofobia.

Eugeni Rodríguez, presidente y fundador de l'Observatori Contra la Homofobia. / Joan Cortadellas

Elisenda Colell

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El asesinato de Sonia Rescalvo, una mujer transexual, en el parque de la Ciutadella en 1991 marcó un antes y un después en el activismo por los derechos del coletivo LGTBI en Catalunya. "Fue la punta del iceberg de la discriminación que sufríamos, y sufrimos, el colectivo LGTBI. Allí me di cuenta de lo importante que era visibilizar lo que estamos pasando y creamos la primera oficina antidiscriminatoria", reconoce Eugeni Rodríguez, entonces activista del Front d'Alliberament Gay de Catalunya (FAGC) y actual presidente del Observatori Contra l'Homofobia Catalunya.

La entidad, que pasó de las 84 denuncias en 2015 a las 281 de 2023, valora los avances logrados pero avisa del peligro de la ultraderecha

Han pasado 15 años desde la creación del Observatori. Desde entonces, más de 1.600 personas han acudido a ellos para hacer aflorar una realidad que aún hoy sigue enquistada. "Nuestra lucha no ha terminado, ahora estamos en una guerra cultural contra el fascismo", insiste, orgulloso también de muchos de los avances conseguidos.

Formal y legalmente, el Observatori Contra l'Homofobia nació en 2008. Con los años se ha convertido en un ariete contra la discriminación al colectivo LGTBI en Catalunya, visibilizando y registrando centenares de actos discriminatorios que sufren los afectados por su orientación sexual o identidad de género en el trabajo, la calle o con sus familiares. Para llegar hasta allí hubo varias semillas que lo impulsaron. Entre ellas, una visita a París donde su fundador, Eugeni Rodríguez, se dio cuenta que había que registrar las agresiones al colectivo como hacían en Francia. "A mí me obsesionaba la violencia que sufrían los más vulnerables, en las zonas de 'cruising' de Montjuïc o de Les Tres Xemeneies. El tipo de agresiones eran brutales y había que dejar constancia", asegura Rodríguez.

Travesía en el desierto

"Los primeros años fueron una auténtica travesía en el desierto, lo hacíamos todo desde el activismo y sin un duro", recuerda Rodríguez, recitando, el artículo 14 de la Constitución - "los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna". A inicios de los 2000, el FAGC abrió una línia de teléfono para que las personas que decían ser víctimas de discriminación lo pudieran denunciar.

"Las historias eran variopintas, todos desde el anonimato y la mayoría nos decían cómo se sentían tras haber salido del armario", cuenta el activista LGTBI. Era una época sin móbiles pero con algunas leyes. Por ejemplo, en 2005, la ley del matrimonio homosexual. "La gente se podía casar, pero ¿quién se atrevía a decirlo en el trabajo o a poner los dos nombres en el buzón? Necesitabamos herramientas", insiste Rodríguez.

Por eso la labor del Observatori se hizo aún más importante. "Había que defender los derechos que íbamos ganando para poder ejercerlos". Las memorias de entonces registraban más de 300 casos al año. "Pero era una labor muy poco profesional. Luego aprendimos que para explicar la violencia a las personas LGTBI debíamos comprobar que era por el hecho de serlo". Las políticas en aquel momento tampoco ayudaban. "A los políticos les costaba pronunciar la palabra homofobia y los recortes de los gobiernos de CiU acabaron de rematarlo".

Políticos haciendo oídos sordos

Rodríguez se caricaturiza en aquella época con un Moisés portando los 10 mandamientos. "Predicábamos para nadie. Cada año insistíamos en que se tenía que aprobar una ley para garantizar los derechos del colectivo LGTBI, pero nunca nos escuchaban". Hasta 2014, en que finalmente se aprobó la ley catalana contra la homofobia. "Aquello fue un cambio brutal. Por primera vez había buenos y malos. Se respetaban los derechos de las personas LGTBI desde que nacían hasta la muerte. Las cosas que se habían normalizado, como insultarnos con 'maricón de mierda', era una infracción administrativa que conllevaba una sanción", cuenta orgulloso.

A partir de ahí, el Observatori fue recopilando cada vez más rigor. La UAB ayudó a sistematizar y ordenar los casos. Las ayudas públicas y los donativos privados permitieron contratar a personal especializado para, no tan solo registrar las agresiones, sino también atender a las víctimas de forma psicológica y legal. En algunos casos el Observatori se hace cargo de la defensa. Pasó en el caso de la banda 'Pilla-Pilla', que hostigaba y acosaba a gais, de la paliza a una pareja en la playa del Somorrostro o un crimen homófobo que se resolvió 20 años más tarde. Las denúncias de discriminación deben hacerse por escrito y con nombres y apellidos.

Eugeni Rodríguez, presidente y fundador de l'Observatori Contra la Homofobia, en el Centre LGTBI de Barcelona.

Eugeni Rodríguez, presidente y fundador de l'Observatori Contra la Homofobia, en el Centre LGTBI de Barcelona. / Joan Cortadellas

Un aumento del 70%

En 2015, año en que los registros son comparables con la actualidad, se denunciaron 84 actos discriminatorios. En 2023 ya llevan 281, un 70% más. "A medida que han pasado los años, la policía y las administraciones se han ido poniendo las pilas, pero aún tenemos un decalaje de un 5% con los datos que manejan los Mossos: para los casos graves los afectados van directamente a comisaría, pero con los leves no. Las víctimas sienten que no les harán el mismo caso que les haremos nosotros y necesitan que al menos quede por escrito y se sepa", insiste Rodríguez. Por ejemplo, bullying escolar o acoso laboral.

El año que se registraron más denuncias fue en 2021, el segundo de la pandemia del coronavirus. "Durante la pandemia nos dimos cuenta que la violencia que sufimos es estructural. Si te relacionas 24 horas en un edificio aparece la homofobia: hemos visto agresiones de balcón a balcón, insultos en los ascensores. Antes no ocurría porque la gente salía de su casa", sigue Rodríguez.

Los jóvenes y la ultraderecha

Según los relatos de las víctimas, el perfil más habitual de agresor suele ser una persona joven, que actúa en grupo y cerca de discotecas y locales de ocio. "Debemos cambiar la mentalidad de los jóvenes que están cogiendo la bandera del odio", lamenta Rodríguez.

Pero aún cuenta más retos: llegar a la Catalunya rural, que aún sigue silenciada y es donde se registran menos casos de discriminación al colectivo LGTBI, además de las agresiones que sufren las mujeres lesbianas y las personas bisexuales.

Entre las victorias, la ley catalana contra la homofobia y la ley trans, que a su vez también ha aumentado el número de discriminaciones registradas por este colectivo.

Los datos que ha ido recabando el Observatori a lo largo de estos años se pueden leer de dos formas. Como una mala noticia, porque hay más, o como una buena notícia, porque la gente se atreve a denunciar. "No estamos ni peor ni mejor. Hemos ido avanzando en derechos que eran incuestionables y desnormalizando la violencia que sufríamos. Pero ahora hay una fuerza política, VOX, que sí nos cuestiona. Y hay todo un conjunto de gente, muchos de ellos jóvenes, que ponen en duda estos derechos que hemos conseguido. Siento que estamos en un momento crítico".