Efectos de la inflación

Las ayudas de alimentación se triplican en Barcelona: "Hay más gente y menos comida"

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Jubilados, jóvenes, gente en paro y trabajadores, el perfil de usuarios se diversifica: "Podrías ser tú"

Elisenda Colell

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En 2022, Barcelona triplicó las ayudas a las familias y personas que no pueden llenar la despensa. Es una de las consecuencias de los efectos de la inflación en la cesta de la compra. "Vemos que a las familias en situación desfavorecida les cuesta más recuperarse económicamente: el empleo no llega a todo el mundo y a los que tienen trabajo, el sueldo no les permite ningún proyecto vital", sostiene la comisionada de acción social del Ayuntamiento de Barcelona, Sonia Fuertes.

Las familias que hacen la compra con tarjetas recargadas con fondos públicos crecen un 60% y ya son más de 20.000

Los datos del ayuntamiento reflejan esta tendencia. "Las ayudas para alimentación de los servicios sociales se han triplicado este año", explica Anna de Palau, directora de servicios de atención social en Barcelona. La inversión municipal ha crecido hasta los 15 millones de euros, y es un 50% más que lo que se invirtió en 2020, cuando las 'colas del hambre' colapsaron. Crecen todas las tipologías de ayudas: desde las comidas repartidas en comedores sociales (aumentan un 15%), las familias que acuden a los bancos de alimentos derivados de los servicios sociales (suben un 49%) y las familias que reciben tarjetas recargadas con fondos públicos para poder hacer la compra, que han aumentado un 60% y ya superan los 20.000 hogares.

El centro de distribución de alimentos de Trinitat Vella empezó hace 11 años con 300 familias y ahora ya atiende a 1.300 hogares al mes 

Desde el centro de distribución de alimentos de Trinitat-Roquetes (Nou Barris) ratifican la situación: "Hace un año había tres personas nuevas cada semana, ahora tenemos 20", explica Esther Mourelo, voluntaria. El ayuntamiento está probando nuevas formas de garantizar una alimentación saludable a los usuarios aunque admite que faltan recursos para expandirlo.

"Cada vez tenemos más gente para atender y menos comida que darles", señala Antoni Quintana, coordinador del centro de Distribució Solidària d'Aliments (DISA) de Trinitat Vella y Roquetes, después del primer reparto de comida de la semana. Es un mal crónico que se repite en todas las entidades que reparten comida en la ciudad, y en el resto de Catalunya. El DISA de Trinitat-Roquetes es un buen termómetro para medir los estragos. "Nacimos hace once años con 300 familias, ahora ya atendemos a 1.300 al mes", explica Quintana. Durante la pandemia llegaron a los 900 hogares, y entonces ya hablaban de datos récord. Este millar y pico de hogares pasan una vez al mes por el centro, que funciona como un supermercado por puntos. Los puntos que tiene cada uno los asignan los servicios sociales en función de los miembros en cada hogar.

Sin perfil concreto: "Podrías ser tú"

Durante estos años, el perfil de personas atendidas ha cambiado de forma brutal. "Básicamente estamos hablando de que cualquier persona podría venir: no es algo asociado a familias inmigrantes, en el paro, sin estudios... hoy yo estoy de voluntaria pero mañana podría estar en el otro lado", resume Mourelo. Una explicación que también les da a las personas que cada semana se acercan al centro muertas de vergüenza. Entre sus usuarios se cuentan ancianos que con la pensión no pueden asumir todos los gastos, jóvenes que con el sueldo apenas pueden pagar el alquiler, familias extranjeras sin papeles o trabajadores nacidos en España que han tenido que cerrar el negocio o ya no pueden asumir los recibos a pesar de tener un empleo.

Lo confirma también Mercè Darnell, responsable de incidencia de Càritas en la diòcesis de Barcelona: "El problema es que a la gente no le salen los números. Necesitan pagar la vivienda, y luego han de recurrir a los comedores sociales y a las parroquias", explica. Ve tres perfiles sobrerrepresentados: "mujeres con hijos, personas con empleos a media jornada y gente joven con empleos temporales". También señala que ha habido un 'boom' de personas con problemas de salud mental y discapacidades. "Nos vienen personas con diabetes y les tenemos que decir que no tenemos productos para ellos", cuenta Dolors Pérez, voluntaria del DISA de Trinitat-Roquetes.

Varios participantes en un taller de alimentación saludable enter familias en riesgo de pobreza organizado por el ayuntamiento de Barcelona, el pasado jueves.

Varios participantes en un taller de alimentación saludable entre familias en riesgo de pobreza organizado por el ayuntamiento de Barcelona, el pasado jueves. / FERRAN NADEU

Tarjetas monedero para ir al súper

Las tarjetas monedero es el modelo que quiere expandir Barcelona. "Queremos dejar de lado el asistencialismo, las colas que estereotipan, y tratar el tema desde la garantía de derechos, que la gente pueda ir al supermercado y comprar productos para garantizar una alimentación adecuada", señala De Palau. "Además, en los bancos de alimentos no podemos garantizar que tienen carne, pescado, verdura... depende de cada centro", añade. En la capital, son casi los mismos los que reciben tarjeta monedero que los que van a los bancos de alimentos. ¿Por qué no se expanden estas tarjetas por toda la ciudad? "Porque no podemos asumir el coste", reconoce Fuertes, que pide la implicación de todas las administraciones, especialmente de la Generalitat.

El ayuntamiento quiere expandir el modelo de tarjetas monedero, a pesar de que es más caro que el del banco de alimentos

Quintana calcula que, si toda la gente que va al DISA tuviera tarjeta monedero, al ayuntamiento le costaría 10 veces más. "De 10.000 euros que costamos nosotros a 100.000", señala. El problema, opina, es que las entidades que dan alimentos lo hacen de forma voluntaria y sin apenas financiación pública. "Nosotros conseguimos neveras gracias a donaciones de La Caixa", resume. Por eso pueden ofrecer lechugas, pescado y carne congelada que los supermercados del barrio desechan. Pero no es la tónica general.

"Lo que está claro es que no podemos garantizar toda la comida que una familia necesita. Somos un complemento. E irá a peor", advierte Quintana. A medida que pasan los meses, les cuesta más dinero conseguir la misma comida, mientras las colas cada vez son más largas.