Crisis climática

La central eléctrica que decidirá el futuro ambiental de Italia

Un proyecto para la reconversión al gas de la vieja central de carbón de Civitavecchia, a 70 kilómetros de Roma, blinda una inédita unión de ecologistas y operarios contrarios a la obra

Los activistas Riccardo Petrarolo y Giada Luciano, contrarios a la reconversión a gas de la central de Civitavecchia 2 FOTO IRENE SAVIO

Los activistas Riccardo Petrarolo y Giada Luciano, contrarios a la reconversión a gas de la central de Civitavecchia 2 FOTO IRENE SAVIO / IRENE SAVIO

Irene Savio

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En Italia la encrucijada climática tiene un nombre propio estos días. Se llama Civitavecchia, la habitan 52.000 almas, y está a una hora de carretera desde Roma hacia el norte. Una ciudad costera donde antaño las centrales eléctricas -construidas a partir de 1950 para dar energía a la Italia central- daban trabajo. La división entre los operarios de la industria y los ambientalistas era una guerra que dividía familias. Pero eso ya no es así, porque las dos facciones se han unido y comparten, como nunca, la misma lucha.

La batalla es contra el proyecto de reconversión de la central de carbón Torrevaldaliga Nord, considerada la que más CO2 emite en toda Italia (8,1 millones de toneladas de dióxido de carbono en 2018, según el European Industrial Emission Portal), en una para la generación de la electricidad a través del gas. Este es el plan que ha anunciado la eléctrica que la gestiona, Enel, después de que el Estado ordenara hace dos años cerrar todas las centrales de carbón italianas para 2025. Y este es el modelo que, aquí antes que en otras zonas de Italia, ha encontrado una hostilidad sin precedentes, a causa de una ciudadanía convencida, no solamente de que el gas también contamina y contribuye al calentamiento climático, si no de que es un modelo productivo que dejará a centenares sin empleo.

El representante sindical Roberto Bononi, quien desde hace 36 años trabaja en la central, está convencido de que es ahora o nunca. “Estamos en medio de una lucha histórica cuyo desenlace definirá qué modelos de producción apoyamos, y si de verdad nos interesa combatir el cambio climático, protegiendo a la vez a los trabajadores”, afirma. “Queremos que se invierta en las energías renovables también porque, con una eventual reconversión al gas, se implantaría una central híper automatizada que pondría en vilo el destino de la casi totalidad de los alrededor de 900 trabajadores directos e indirectos de Torrevaldaliga Nord”, puntualiza Giuseppe Casafina, otro sindicalista. “Cerca del 70% tienen entre los 35 y 55 años”, subraya, al añadir que ya ha habido huelgas. 

Paro juvenil

Entre los más implicados contra el proyecto también está Riccardo Petrarolo, del comité No Fósiles en Civitavecchia, uno de los tantos (de distinto signo político) contrarios a que se produzca electricidad con una nueva central de gas. Petrarolo nació en Civitavecchia, pero trabaja en Roma porque aquí no ha encontrado oportunidades tratándose de una ciudad en la que el paro juvenil afecta al 50%. Tiene 42 años y dice que desde los 15 es activista medioambiental. Explica que su oposición al plan es también porque en la zona ya hay otras dos centrales. Una, Torrevaldaliga Sud, que ha sido reconvertida al gas hace años y es de propiedad de otra empresa, y otra, localizada a algunos kilómetros de Civitavecchia, en la localidad de Montalto di Castro, que va por ese camino.

“Italia fue de los primeros en anunciar el adiós al carbón, el problema es que desde hace tiempo la idea que predomina es la de reemplazarlo con el gas”, denuncia Petrarolo. “E invertir en gas no solo impide que se destinen recursos a la verdadera transición verde, si no que además no permite a ciudades como la nuestra repensar su economía de una manera más sostenible”, añade, al desgranar también datos sobre las muertes prematuras y enfermedades generadas por la contaminación en esta ciudad (recogidas también por informes de organizaciones ecologistas).

Un gigantesco pulpo de cemento

Al aproximarse al gigantesco pulpo de cemento de Torrevaldaliga Nord se percibe el porqué de esta angustia acumulada. Una altísima chimenea con rayas blancas y rojas escupe humos a poca distancia de un parque natural y un criadero de peces. Allí, colindante con un antiguo complejo arqueológico romano sin identificar y una playa descuidada, circula el carbón que llega a través de barcos desde el mar y camina en largas cintas transportadoras en su proceso para convertirse en energía.

Massimiliano Varriale es experto en asuntos energéticos de WWF Italia. Cuenta que uno de los problemas, a nivel nacional, es que recientemente en Italia se ha implementado un complejo mecanismo (conocido como ‘Capacity Market’) por el cual, por cada megavatio nuevo gas instalado, el Estado entrega a las empresas unos 75.000 euros anuales durante 15 años. Esto, en el último año y medio, “ha disparado el número de proyectos presentados a las autoridades para la implantación de nuevas las centrales de gas”, dice. En cambio, “los procedimientos burocráticos para las renovables siguen siendo lentísimos, de hasta 10 años para obtener la autorización a la construcción de un nuevo establecimiento”, argumenta.

Central térmica en Torrevaldaliga Nord

Central térmica en Torrevaldaliga Nord / wikimedia commons

Pero donde algunos ven una transición ecológica falsa, otros ven la única solución para desengancharse del carbón sin poner en riesgo el funcionamiento de la red eléctrica italiana. “El argumento a favor del gas es que las energías eólicas y solares aún producen energía de forma intermitente y que, por ello, es necesario que el sistema también cuente con el gas en caso de necesidad”, explica Varriale, al añadir que, sin embargo, no comparte esta idea. “Este problema se podría resolver, por ejemplo, con la construcción de muchos sistemas de acumulación (de la energía producida por las renovables)”, insiste. “Por no mencionar que el gas se importa de varios países con gobiernos autoritarios”, apuntala Petrarolo.

En el caso de Civitavecchia, los activistas dicen que, en todo caso, no retrocederán. Eso asegura también Giada Luciano, representante local de Friday for Future. “Por demasiado tiempo, el sentimiento más común en las familias ha sido el de la resignación. Pero esto se acabó, ahora los jóvenes queremos luchar”, afirma esta joven, que tiene 26 años y está sin trabajo. “Que el plan de reconversión de la central aún no haya sido aprobado ya es una buena noticia. Pero temo que la guerra aún será larga”, avisa, al añadir que los comités han colaborado a proyectos alternativos de desarrollo energético para la zona. Este diario pidió informaciones a la empresa responsable, pero no recibió respuesta.

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