Cambio climático

La crisis energética da un espaldarazo al moribundo carbón en España

La demanda global del más contaminante de los combustibles fósiles vuelve a cotizar al alza

CARBON

CARBON / Eloy Alonso / EFE

Ricardo Mir de Francia

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La fecha del 31 de diciembre de 2018 ocupa un lugar destacado en el calendario luctuoso de las cuencas mineras españolas. Aquella Nochevieja entró en vigor la directiva europea que obligó a cerrar las explotaciones de carbón no competitivas que hubieran recibido ayudas para su clausura definitiva. De la docena de minas que había un año antes, solo quedó una, el pozo asturiano de Nicolasa, propiedad de la empresa estatal Hunosa. Pero el cierre de las explotaciones peninsulares no acabó con el más contaminante de los combustibles fósiles. En plena crisis energética, el carbón ha vuelto a asomar la cabeza con un ligero repunte en su contribución a la generación eléctrica, el penúltimo espasmo en España de un combustible que está muy lejos de morir en otras regiones del mundo.  

La aportación del carbón a la generación eléctrica española aumentó un 36% en septiembre respecto al mismo mes del año anterior y un 45% en octubre, según datos de Red Eléctrica Española, aunque está por debajo de los niveles del 2019. La vieja hulla no cobraba tanto protagonismo desde el paso del temporal Filomena por la península a principios de año, una mala noticia en tiempos de emergencia climática, que obliga a descarbonizar cuanto antes el sistema eléctrico. Un informe reciente de la consultora PWC sostiene que España debería doblar su ritmo de reducción de emisiones para cumplir con los objetivos de París, aun siendo uno de los países que más recortado sus gases de efecto invernadero.  

“Lo ideal sería que ya no quedasen centrales térmicas de carbón, pero aun así los niveles actuales de quema de carbón son muy bajos”, asegura Massimiliano Patierno, ingeniero ambiental del Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente. “No llega al 3% de la generación nacional y todo apunta a que el incremento será puntual”. Los expertos explican el repunte actual por motivos coyunturales, empezando por la escasez y los elevadísimos precios del gas, que hacen temer un invierno de apagones y desabastecimiento.  

El cierre inminente del gasoducto Magreb-Europa, que transportaba desde Argelia hasta Almería un tercio del gas consumido en España, forzó este miércoles el viaje de la ministra Teresa Ribera a Argel para tratar de garantizar el suministro. “La opción sería aumentar las importaciones de gas natural licuado pero el precio es más elevado y hay mucha competencia con Asia, de modo que muchos metaneros se están yendo hacia allá”, dice Patierno.  

Menos producción renovable

Tampoco ha ayudado la caída de la producción de las renovables a raíz del decreto ley del mes pasado que obliga a las eólicas y fotovoltaicas a devolver parte de sus ingresos por vender energía barata al precio de la más cara en la subasta mayorista. Su pugna con el Gobierno ha motivado varios parones en la producción, que han obligado a aumentar las importaciones de electricidad desde Francia y Marruecos.  Un tercer factor para el repunte del carbón, según Patierno, es la parada prevista en las centrales nucleares de Ascó, Cofrentes y Almaraz para recargar combustible. Ascó ya lo ha hecho, un parón que debería durar cerca de un mes.  

El resurgir del carbón está llamado, sin embargo, a ser pasajero porque todas las centrales térmicas españolas tienen fecha de expiración. De las cinco que permanecen abiertas, solo tres operan actualmente. Aboño y Soto de Ribera, en Asturias, y Central Litoral, en Almería. Una cuarta, la gallega de As Pontes, recibió recientemente un cargamento de 80.000 toneladas de carbón para reactivar su producción en caso de que sea necesario. “En agosto entraron en vigor nuevos límites a las emisiones impuestos desde Bruselas y solo unas pocas centrales térmicas han podido seguir adelante”, asegura el analista del IIDMA.   

El desmantelamiento de las térmicas es una de las piezas clave de los planes de la Unión Europea para reducir un 55% de sus emisiones de CO2 en 2030. Pero solo tres países (Austria, Bélgica y Suecia) han desterrado ya el carbón de su menú energético, mientras otros 12 se han comprometido a hacerlo como tarde en 2030, entre ellos España. En esos plazos no ha entrado, sin embargo, ninguno de los grandes productores y usuarios del continente. Ni Alemania, Polonia, República Checa o Bulgaria, según la plataforma Europe Beyond Coal.    

Desaparición del carbón en Europa

Más descorazonador es su horizonte a corto plazo en el mundo, donde el carbón sigue siendo el combustible más usado para la generación eléctrica. Tras reducirse un 4% su demanda en 2020 por el parón de la pandemia, se espera que crezca este año un 4.5% para superar los niveles del 2019 y acercarse al récord del 2014, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Más de dos tercios de esa demanda vendrá de Asia, principalmente de China, que consume la mitad del carbón mundial y ha redoblado su producción para hacer frente a los graves problemas de suministro por los que atraviesa.  

“Las emisiones globales de carbono están llamadas a aumentar en 1.500 millones de toneladas este año, propulsada por el resurgir del carbón en el sector eléctrico”, dijo hace unos meses el director de la AIE, Faith Birol. “Es una cruda advertencia de que la recuperación económica del covid es cualquier cosa menos sostenible para nuestro clima”.