ESPECTÁCULO EN DECLIVE

Aún quedan 'cinemas paradiso'

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Marta Alcázar

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Poco sabe de conciliación el empleado de cine que trabaja “las fiestas, la Pascua y la Navidad”, lamentaba Alfredo en la mítica película 'Cinema Paradiso'. Lo suyo era pasión y obligación. Pero hay aún quienes ponen en marcha el proyector por puro amor al séptimo arte. De los 136 cines abiertos en Catalunya, según datos del Institut Català d’Empreses Culturals, 47 pertenecen a cadenas multisala y una cuarentena son financiados por las arcas municipales. El resto exploran fórmulas de supervivencia como el voluntariado de Cinebaix en Sant Feliu de Llobregat y el Kursaal de Penelles, el uso de las nuevas tecnologías para ganarse al público como La Calàndria en el Masnou, o el cooperativismo del Zumzeig en Sants.

Xavier Bachs corre entre salas y cabinas cada fin de semana. Es el presidente de la Associació Cinebaix de Sant Feliu de Llobregat y junto a una quincena de voluntarios mantiene vivo este céntrico cine desde 2005. El cierre de los antiguos cines Guitart desencadenó en un movimiento vecinal para recuperarlo: “Conseguimos que el ayuntamiento comprara el edificio y nos constituimos como asociación para reabrirlo”, relata. “Éramos funcionarios, amas de casa, okupas... Aprendimos a hacer de proyeccionistas sobre la marcha” recuerda este profesor de secundaria jubilado de estos trece años llenos de anécdotas: “Un día un espectador nos avisó de que la actriz llevaba 10 minutos bocabajo”, comenta divertido.

Cinebaix estrena un festival de cine, en el Baix Llobregat

Cinebaix ha sobrevivido a la digitalización de los proyectores que cerró 700 salas en España. “Fue muy duro. Las distribuidoras financiaban la conversión de las grandes cadenas pero nosotros no salíamos rentables”, recuerda. Invirtieron 360.000 euros en digitalizar sus cinco salas. También aprovecharon butacas de otros cines clausurados y pupitres de una escuela para las mesas del bar. La renovación trajo más público: “Ahora las distribuidoras nos persiguen”, explica.

Cinebaix combina las producciones comerciales con el cine independiente y citas como la Mostra de Cinema Internacional del Baix Llobregat que comenzará el 8 de noviembre. Apenas cuatro kilómetros le separan de los multicines Splau pero sus entradas a seis euros y el cariño de la comarca juegan a su favor: “Somos de Molins y venimos porque nos gusta el proyecto”, explica Eva Tarrida que asiste a una sesión de sábado junto a su madre y su hijo.

Vuelta a la vida los domingos por la tarde

Penelles (Lleida) es famosa por los murales de 'street art' que salpican sus calles. Desde mayo es también uno de los seis municipios catalanes con menos de mil habitantes que tienen cine. La reapertura del Kursaal fue televisada por el programa 'Volando Voy' de Cuatro. “Estuvo abierto hasta que mi padre murió en 2005. Cuando la productora me propuso recuperarlo no sabía cómo reaccionarían los vecinos”, comenta la propietaria Anna Vilaltella. El programa trajo las butacas y el proyector y Vilaltella reformó la sala: “Ha devuelto la vida al pueblo los domingos por la tarde. La gente mayor se arregla para venir y los niños ven la peli desde el gallinero como hacían sus abuelos”, añade.

"Los niños ven la peli desde el gallinero, como hacían sus abuelos, explica la propietaria del reabierto Kursaal de Penelles

La asociación de fiestas de Penelles administra el Kursaal y cobra una cuota mensual de cinco euros a los abonados. De los 473 censados que tiene el municipio, 175 ya son socios. Vilaltella prefiere no hablar de los costes de la reforma, “fue en honor a mi padre”, dice y confía en que el cine se autofinancie con los abonados. “Los cines son un centro de vida social en los pueblos”, subraya. Desde mayo, un nuevo grafiti dedicado a la célebre película italiana adorna la entrada del Kursaal.

Redes sociales y venta online

Las risas descontroladas de los niños son habituales en la sala de La Calàndria de El Masnou. “Ofrecemos una programación familiar y estrenos que sabemos que funcionarán”, explica Max Nadzirov, propietario del cine junto a Mohamed Driouech. Otras películas se proyectan a partir de la segunda semana de estreno para reducir costes y mantener sus entradas a siete euros. Nadzirov y Driouech empezaron a trabajar en la sala cuando eran adolescentes. Cuando su antiguo jefe se retiró hace año y medio, se pusieron al frente. El edificio es propiedad de la fundación La Calàndria, una antigua mutualidad dedicada a fines sociales: “Aceptaron nuestro proyecto porque nos vieron jóvenes y con entusiasmo”, cuenta Driouech de 28 años. Nadzirov tiene 27.

En pocos meses han renovado la entrada, la pantalla y el sonido con ayuda de la fundación; son activos en redes sociales y han comenzado la venta de entradas en su web. “La gente vuelve cuando inviertes su dinero”, explica Driouech. En las próximas semanas propondrán al Ayuntamiento una colaboración para que subvencione nuevas reformas que exige la ley: “Nos gustaría que valorase más este cine. La sala es increíble y viene gente de pueblos vecinos”, explica Driouech. En cuanto a la competencia, no temen a los multisalas: “Se llevan a los adolescentes pero vuelven pasados unos años” explica Nadzirov. Para ellos la amenaza actual del cine son los canales de pago como Netflix y HBO, aunque son optimistas: “El cine ha recuperado de muchas crisis y lo volverá a hacer”, confían.

La ventaja de la proximidad

El Zumzeig, ubicado en el barcelonés barrio de Sants, es el primer cine cooperativa de Catalunya. Y el único hasta la fecha. Abrió sus puertas hace dos años con un sistema de sonido, instalaciones e imagen superiores a muchas salas de la ciudad. Apuestan por programación independiente y arriesgada. El propietario de la sala, Esteban Barnatas, cedió el espacio a siete cooperativistas, profesionales y amantes de la gran pantalla. Ahora son cinco y se apoyan en una red de treinta voluntarios. La entrada ordinaria cuesta 7 euros.

El balance es positivo: "Hemos entrado en el circuito de festivales de cines de la ciudad y hemos llegado nuevos públicos", comenta Anna Brufau, que lleva la coordinación y la programación. Para el Zumzeig, la competencia está en "la oferta cultural de calidad que hay en Barcelona". Frente a la amenaza de las cadenas de pago su escudo es la cercanía: "Nuestro público es más fiel por el modelo de proximidad que promovemos", destacan. En el Zumzeig son famosas las tertulias que se celebran en el bar tras cada sesión.