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Crítica de 'jeen-yuhs: Una trilogía de Kanye West (Acto 1)': un abrazo al viejo Kanye

La primera entrega del extenso documental sobre el rapero, productor y diseñador de moda es un viaje íntimo a sus orígenes y su lucha por ser tomado en serio como artista

Crítica de 'jeen-yuhs: Una trilogía de Kanye West (Acto 1)': un abrazo al viejo Kanye

Crítica de 'jeen-yuhs: Una trilogía de Kanye West (Acto 1)': un abrazo al viejo Kanye / Netflix

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

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Para quienes últimamente hayan luchado con la irregularidad creativa, pero quizá, sobre todo, los vaivenes como figura pública de Kanye West (ahora solo Ye), el documental 'jeen-yuhs' será emotivo reencuentro con otra versión del rapero, productor y diseñador de moda: una movida por el más puro deseo de dejar una huella, de corroborar que en Chicago también se sabe hacer rap, de ser grande a base de hacer grandeza. 

Ese es el viejo Kanye al que vemos en este primer acto, titulado 'Visión' porque con una visión empiezan las grandes historias, según explica el codirector Clarence Simmons (alias Coodie) en la narración en 'off'. Coodie empezó a capturar a Ye en vídeo digital hace ahora un par de décadas. Quería hacer una especie de versión hip hop de 'Hoop dreams', aquel glorioso documental en el que Steve James siguió durante cinco años a dos adolescentes negros en su lucha por salir de la pobreza a través del básquet. 

Coodie (al que se unió otro director, Chike Ozah) acabó siguiendo a Ye durante 22 años, o 13 si restamos los nueve (2007-2016) en los que, tras la muerte de Donda, madre de Kanye, la hermandad sufrió una ruptura temporal. 

El título 'Visión' puede hacer referencia al carácter visionario de Kanye, pero es también una forma de recordar que 'jeen-yuhs' no aspira a ser un documental objetivo, exhaustivo e historicista sobre su sujeto de estudio. Todo está filtrado por la visión subjetiva de Coodie, su propio camino vital y su emoción; se podría decir que a veces de forma casi excesiva. Es importante que Coodie contextualice, pero el documental empieza a capturar realmente la atención cuando Kanye entra en escena, en primer lugar como invitado a una fiesta de cumpleaños del rapero Jermaine Dupri. 

Por entonces, en 1998, West era el 'beatmaker' al que todos querían en Chicago. A principios de los dosmiles se había mudado a Nueva York y producido para Jay-Z un hit del tamaño de 'Izzo (H.O.V.A.)', pero lo que ansiaba era hacer su propio disco. Tras producir cuatro temas (más uno oculto) de 'The blueprint', puso la vista en el sello Roc-A-Fella, en el que acabó, pero no sin antes sufrir algunos momentos bastante gráficos de desinterés y rechazo.   

'jeen-yuhs' es como el 'The Beatles: Get back' de los locos del hip hop: rara vez hemos tenido acceso tan íntimo, casi obscenamente íntimo, a un artista de su tamaño. Nos encontramos con un West confiado en sí mismo pero vulnerable, humano al doscientos por cien, que no duda en ponerse y quitarse la ortodoncia delante de la cámara, a veces dejándola donde no debe, como le recrimina el mítico rapero Scarface en el estudio antes de, gracias a Dios, comentarle que 'Family business' es "increíble". 

Pero si algo sirve de validación a Kanye, son los comentarios de Donda, una madre orgullosa de su hijo, que se sabe a la perfección algunas de sus rimas. Las escenas maternofiliales de 'jeen-yuhs' son trascendentales y sirven para resituar el camino posterior de West, desde sus más sonados descalabros públicos hasta su hiperreligioso último álbum, el simplemente titulado 'Donda'. 

Este primer acto acaba con Ye al borde de la cima, a punto de lanzar un primer disco ('The college dropout') que solo sería la primera de varias obras maestras. Faltan cimas por llegar, pero también su choque con Taylor Swift en los MTV Video Music Awards, su dudoso acercamiento a Donald Trump (recordemos que lució gorra de 'Make America Great Again') o su triste campaña presidencial de 2020. Todo apunta a que las próximas entregas serán más frustrantes que emotivas, pero en cualquier caso iluminadoras. 

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