La estrategia de Salvador Illa

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El líder del PSC y jefe de la oposición en Catalunya, Salvador Illa

El líder del PSC y jefe de la oposición en Catalunya, Salvador Illa / MANU MITRU

Sara González

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"En algún momento habrá que corregir la anomalía de que el Estatut vigente no es el que se aprobó por la ciudadanía. Si eso pasara en Extremadura o Andalucía, todo el mundo vería claro que tiene que corregirse". La frase la pronunció el líder del PSC, Salvador Illa, el 13 de enero de 2022 en una conferencia en Madrid. No hacía ni un mes que, tras ganar las elecciones catalanas, había relevado oficialmente a Miquel Iceta al frente del partido en un momento en que, día sí y otro también, los independentistas inquirían a los socialistas a aclarar qué propuesta tenían para resolver el conflicto con Catalunya si el rechazo al referéndum era tan inquebrantable.

Casi dos años después y a las puertas del congreso que el PSC tiene agendado para marzo, la defensa de la reforma del Estatut para recuperar los artículos que recortó el Tribunal Constitucional ha desaparecido del repertorio dialéctico -y estratégico- de Illa. Su propuesta se circunscribe ahora en el "despliegue del autogobierno" y la reforma de la financiación que Pedro Sánchez tiene entre ceja y ceja abordar con éxito en esta legislatura. La lectura de la cúpula de Pallars es que ahora toca "estabilidad" y que sería temerario que, a un año de las elecciones catalanas, con las encuestas a favor y con el independentismo incapaz de rehacer la unidad, se reabriera una nueva caja de Pandora que se sumara a una ley de amnistía que no genera entusiasmo en el partido.

La apuesta por la "estabilidad"

"Ni suma ni resta", suelen resumir por mucho que estén convencidos, aunque sea por necesidad, de que el tiempo acabará disipando recelos como sucedió con los indultos y de que sus expectativas electorales irán al alza. Siempre y cuando los tribunales no dinamiten esa apuesta apaciguadora con la que Sánchez ha atado el apoyo de ERC y Junts para continuar con la Moncloa una vez se tenga que aplicar la exoneración de las causas del 'procés'. Tratando de dejar al margen ese escenario, en el PSC se arremangan para que la agenda en Catalunya vuelva a centrarse en "las cosas del comer".

Sequía, educación, financiación o infraestructuras. Illa se mueve como pez en el agua en un contexto en que los debates del preprocés han vuelto a la primera línea de la agenda parlamentaria. ¿Para qué entonces agitar de nuevo la política catalana con una reforma del Estatut? Más aún cuando el foco del conflicto territorial está más en la desjudicialización que en el referéndum, que no ha sido condición sine qua non de los independentistas para investir a Sánchez. Además, la propuesta de acuerdo de claridad de Pere Aragonès no recaba suficiente mayoría, hasta tal punto que el president ha desestimado, por ahora, convocar antes de final de año la cumbre de partidos que anunció para abordarlo y ha priorizado jugar la carta de los recursos con la defensa de un modelo singular.

La memoria del tripartito

La sociedad catalana, insisten en el PSC, ya ha "pasado página" al debate sobre el encaje de Catalunya en el Estado y, en todo caso, hay que centrarse en las inversiones y la financiación. Pero aún hay más. Illa está convencido de que nunca antes ha tenido tan cerca la posibilidad de llegar al Palau de la Generalitat porque, además de encabezar los sondeos, esta vez sí tiene abierta la vía de los pactos que ha ido cultivando aprovechando el divorcio entre ERC y Junts. Y junto a esa expectativa, y justo cuando se cumplen 20 años del pacto que acuñó el primer tripartito, tiene vivo en la memoria cómo la reforma del Estatut, junto a la de la financiación y el portazo al pacto fiscal, hizo implosionar el bipartidismo catalán y dio alas al independentismo hasta alcanzar cotas hasta entonces inéditas.

Illa no quiere perder las riendas de la situación ahora que la sintonía con el PSOE es total y que, a diferencia de cuando gobernaba José Luis Rodríguez Zapatero, el PSC es en estos momentos el principal motor del socialismo estatal. A la interna, que el granero andaluz no lleve ya la batuta y que el partido esté en un momento de relevo de los barones que cayeron en las pasadas autonómicas y municipales, hacen que la influencia catalana tenga más peso que nunca. Sin embargo, Illa gestiona con cautela esa ascendencia consciente de que Sánchez debe hacer equilibrios y compensar la pérdida de poder institucional de otras federaciones para que las aguas estén calmadas. Ya ha sucedido en la confección del Gobierno y los principales cargos de este mandato, en la que el PSC ha perdido caras visibles.

La partida pendiente

Solo así cree poder transitar con éxito el pantanoso terreno que supone siempre abordar el sistema de reparto de recursos y dar carpetazo a la sensación de agravio económico y la "desafección" de la que advirtieron tanto Pasqual Maragall como José Montilla. Ambos vieron en su día cómo el PSOE pactaba con Junts pese al famoso "apoyaré" de Zapatero al Estatut que aprobara el Parlament y que el PP se encargó de llevar a los tribunales, y cómo desde Ferraz se trató de impedir que se reeditará un segundo tripartito que topó con hostilidades dentro y fuera del socialismo a la hora de cerrar un modelo de financiación en el que Catalunya no perdiera posiciones en función de lo que aporta. Se trata de retomar -y de ganar- la partida que no culminó el PSC en 2008.

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