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Jaume Collboni, el otro 'hijo del Guinardó' que le arrebata la vara a Xavier Trias

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El ganador de las elecciones, Jaume Collboni, en un mitin

El ganador de las elecciones, Jaume Collboni, en un mitin / FERRAN NADEU

Sara González

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Si los gatos siempre caen de pie, podría decirse que Jaume Collboni (Barcelona, 1969) se ha movido cual felino durante su trayectoria política. Amante, precisamente, de estos animales, -tiene dos y se llaman Aretha y Franklin-, ha sabido moverse sigilosamente cuando pintaban bastos y arañar cuando lo necesitaba, incluso ante el escenario más adverso, para lograr su propósito: convertirse en el próximo alcalde de Barcelona. En su caso aplica aquello de que a la tercera, ha ido la vencida.

El de hoy recogiendo la vara de alcalde es el resultado de un periplo de ocho años no exentos de tentaciones de desbancarlo por parte de su propio partido. Era eso, o no habría tenido una cuarta oportunidad. Y él lo sabía y por ese motivo se ha pasado tres semanas hurgando a derecha y a izquierda, invocando a la aritmética más inverosímil bajo el convencimiento de que si fue posible en 2019 con Manuel Valls, también lo podría ser ahora. Dijo en campaña que no intentaría ser alcalde si quedaba segundo, de la misma manera que los Comuns habían pregonado que no entrarían en ninguna ecuación con el PP y que su posición era inamovible. Por la boca muere el pez, pero la alcaldía es ya de Collboni, del PSC y, por ende, de Pedro Sánchez, el presidente que siempre abonado al 'nada es imposible'.

"Hoy puede empezar a ser el momento decisivo para iniciar el cambio en el Ayuntamiento de Barcelona". La frase no es contemporánea. Es del 28 de marzo del 2014, cuando ganó la primera vuelta de unas polémicas primarias abiertas para escoger candidato que enfrentó a la entonces llamada ‘generación Blackberry’, entre los que estaba Laia Bonet, Jordi Martí -ahora mano derecha de Ada Colau-, Rocío Martínez-Sampere y, también Carmen Andrés, con quien se disputó la victoria. Jordi Hereu había caído tres años antes -y, con él, 32 años de alcaldías del PSC- y era Xavier Trias quien gobernaba la ciudad en nombre de la extinta Convergència. El mismo que este sábado creía que saldría por la puerta del ayuntamiento luciendo los galones de alcalde y que hoy ha salido denostado por la maquinaria socialista.

La trayectoria

Acunado en el barrio del Baix Guinardó -como Colau-, hijo de un perito industrial y de una trabajadora de Parcs i Jardins, licenciado en Derecho y bregado en el sindicalismo de la UGT, donde trabajó durante una década, Collboni dejó el acta tras cuatro años en el Parlament -entre 2010 y 2014- para intentar recuperar la plaza municipal más preciada. En su primera vez como candidato en las elecciones de 2015, Collboni se dio de bruces y encajó el peor resultado de la historia de los socialistas en la capital: 4 concejales. El cambio que vindicaba llegó, pero de la mano de unos Comuns que sacudieron el tablero barcelonés. 

Desde ese suelo, inició a partir de entonces un vuelo de ocho años -tiene debilidad por el parapente- en el que le tocó convencer a los propios de que sería capaz de lograrlo. Siguiendo la consigna lanzada por Miquel Iceta de entrar en todos los gobiernos posibles durante los peores años para un PSC mermado por la diáspora de dirigentes a raíz del ‘procés’, pero también por el bocado que Ciutadans hizo en su electorado, Collboni se alió con los Comuns. 18 meses duró un matrimonio que Colau hizo añicos por el apoyo de los socialistas al 155. 

Esa expulsión quedó grabada a fuego en el PSC. "Eso no se olvida", dicen todavía ahora desde la cúpula socialista. Llegaron las elecciones de 2019 y, aunque se puso en entredicho que él fuera el cabeza de lista más idóneo, finalmente se le dio una segunda oportunidad. Duplicó la representación a 8 concejales y tuvo olfato para acabar como primer teniente de alcaldía gracias al plan urdido por Iceta para arrebatarle a Ernest Maragall la alcaldía y hacer Colau de nuevo alcaldesa con el apoyo inestimable de Manuel Valls. Todo ello, mientras Salvador Illa, entonces secretario de organización del PSC, cerraba el pacto con un Junts liderado por Carles Puigdemont en la Diputació de Barcelona. 

La tercera -y última- oportunidad

Se plantaba entonces la semilla del contexto actual, la que le ha permitido hoy a Collboni mirar a izquierda y a derecha para decidir con quien gobierna en un momento en que el independentismo está dividido, que se han roto los bloques y que ERC y Junts libran una feroz batalla por el poder a pesar de que esperaban que Barcelona sirviera de árnica para tanta guerra sin cuartel. Un escenario con el que se friega las manos también Illa mirando de reojo la Generalitat. 

Cuatro años de mandato junto a Ada Colau no le han pasado factura. Al contrario, le han servido de plataforma para consolidar su figura, forjar un perfil de gobernabilidad a copia de tejer complicidades con el tejido económico de la ciudad durante la pandemia y, al mismo tiempo, conocer desde dentro las fortalezas y debilidades de los Comuns. Por eso, cual felino, marcó territorio, reclamó un voto de confianza más, el último, mientras desde la cúpula del PSOE fruncían el ceño e intentaban encontrar un sustituto para garantizar, ahora sí, el ‘sorpasso’ en Barcelona.

Sacó las uñas. "Quien quiera presentarse contra mí, tendrá que ganarme en unas primarias", advirtió mientras circulaban nombres como el de Iceta, Maria Eugènia Gay o el propio Jordi Hereu. Y Salvador Illa le acabó blindando esa tercera oportunidad, la última. Arriesgó. Se fue del gobierno municipal en enero para labrar la imagen de candidato alternativo confrontando con Colau pese haber gobernado codo con codo con ella. Pese a que fue Trias quien más capitalizó el voto anti-Colau, ha sabido transitar sibilinamente por esa ambivalencia y jugar la carta de ser el embajador de Pedro Sánchez en Barcelona, manual de resistencia incluido, hasta llevarse, nunca mejor dicho, el gato al agua y convertirse en el otro hijo del Guinardó que empuña la vara.

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