Camino a las municipales

Pere Aragonès busca en las elecciones del 28M un espaldarazo popular a su Govern de minoría

¿Quién ganará las elecciones? Estas son las predicciones más allá de las encuestas

ERC supera su récord de listas para las municipales y Junts no cumple con sus objetivos

Pere Aragonés habla sobre los presupuestos acordados con PSC y comunes

Pere Aragonés habla sobre los presupuestos acordados con PSC y comunes / EFE VIDEO/MARIONA PUIG ACN

Xabi Barrena

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Expectación y contención. Estos son los estados de ánimo que se respiran en la sede de ERC a un mes de las elecciones municipales. El primer paso por las urnas, de la era moderna, desde que un republicano, Pere Aragonès, ocupa la presidencia de la Generalitat. Las primeras elecciones que afronta un Govern monocolor desde los comicios locales de 2015, con Artur Mas y CiU en el Palau de la Generalitat.

La expectación se deriva del escenario que quedará después de la batalla electoral. Los republicanos, ganadores de las municipales de 2019, ansían repetir el triunfo y mitigar, así, el discurso de que gobiernan en la más absoluta de las soledades. Los 33 diputados que sustentan el Executiu, y las continuas 'zancadillas' parlamentarias a las que son sometidos por la oposición, alimentan la visión.

La contención, por su parte, tiene origen en la creencia interna, falta ver si es real o impostada, de que los resultados, contra el decir de los agoreros, serán buenos o muy buenos para ERC. El jueves pasado, en la presentación de las candidaturas, se percibía esa sensación: “Llevamos semanas escuchando a algunos afirmar que teníamos problemas para llenar las listas en los municipios”, es decir, que existía un desapego entre el partido y sus bases. “Y la realidad es que al final somos los que, con 804 candidaturas, estamos más presentes en todo el territorio”, comentó ufano un alto cargo del partido.

Escenarios distintos

La expectación y la contención, con todo, no nace solo por los efectos sobre ERC como partido, sino, sobre todo, por cómo afectan al Govern. “No es lo mismo para el Executiu que Esquerra obtenga un gran resultado en los comicios, como que haya un hundimiento”, pondera otra voz, consciente de que si a la minoría exigua del Parlament se suma un bajón de poder local va a ser más difícil aún sobrevivir hasta el fin previsto de la legislatura, en febrero de 2025.

Según un miembro de la cúpula del partido “es mejor tener el Govern que no tenerlo. Quizá no nos impulsa, pero evita peores resultados. Además el contexto con respecto a 2019 es muy diferente. Había mayor politización (había presos independentistas en las cárceles) y había un ‘president’ que nos iba muy bien, porque nosotros resaltábamos como ‘la parte seria’ del Executiu”, en referencia a la etapa del 'expresident' Quim Torra.

Algunas voces de Esquerra reconocen sin alzar la voz que Aragonès no ha emergido "aún", señalan, como un activo electoral carismático, como puede ser, por ejemplo, el presidente Pedro Sánchez. No es casual que en las últimas semanas se haya visto un Aragonès más relajado, invitado en formatos que invitan a mostrarlo más como una persona de 40 años justos que encorsetado en la institucionalidad de la presidencia. Desde entrevistas en 'late-shows' a asistencias en chaqueta de cuero a la King's League.

Sin clave plebiscitaria

El resumen es que “quizá tener la presidencia no es un gran trampolín ahora mismo, pero es un gran cojín, sobre todo porque no hay ningún atisbo de que nadie plantee estas elecciones en clave plebiscitaria sobre ERC y Aragonès a los mandos del Govern”. Dicho de otro modo, no se percibe en la calle una voluntad de castigar a los republicanos. Y conclusión final para esta voz: “Si no tuviéramos la presidencia y el Govern lo notaríamos”.

La contención también se otea en los deseos que expresan los cuadros de ERC. Se refieren más a ‘un gran resultado’ que a vencer en las municipales. La razón es obvia, ERC juega dos partidos en uno. El del ‘rere-país’ con Junts (y aquí es donde, satisfechos, recuerdan que presentan ocho candidaturas más que los posconvergentes en la provincia de Girona, ‘sancta sanctorum’ del puigdemontismo) y el metropolitano, contra el PSC. De hecho, ERC ganó las elecciones de 2019 por ser segundo en ambos ámbitos, es decir, por tener un voto homogéneo, frente al bajón de sus oponentes a la que salían de sus feudos.

Al ser la región barcelonesa la más poblada, la victoria global en votos está en disputa con los socialistas, se hallan, además, en la Moncloa, a seis meses de las elecciones generales, y con el PP liderando las encuestas. Agentes movilizadores, todos, en favor de los socialistas.

La batalla de Barcelona

El otro gran factor de contención es la batalla de Barcelona. Tras el monólogo socialista durante 32 años, se asentó en la capital catalana un escenario electoral muy líquido, con tres vencedores en los tres comicios. Xavier Trias, en 2011; Ada Colau, en 2015 y Ernest Maragall, en 2019. Estos tres se juegan el liderazgo municipal junto con el candidato del PSC, Jaume Collboni, quien aspira a devolver a su partido el despacho de alcaldía.

En ERC, que salen como partido más votado en 2019, encuestas en mano, tienen difícil repetir la victoria. Aunque en el partido se aluda a que la “tendencia es muy ascendente” y a que se está domesticando el llamado ‘efecto Trias’, son conscientes de que hay bastantes números de que, salvo nueva victoria, la comparación con hace cuatro años no les favorecerá. Y en el peor escenario, podrá hablarse de batacazo. 

Ante ello, las voces republicanas tratan de aislar el resultado de la capital catalana y diluirlo en el del conjunto de Catalunya, aunque saben que, mediáticamente, aquel que gane en Barcelona, como les ocurrió a ellos hace cuatro años, proyectará una imagen de ganador global. Y lo que es peor para tres de los cuatro candidatos barceloneses: el que no gane puede lastrar los réditos de su partido.

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