El terremoto de Murcia y Madrid

Los secretos y datos claves de la crisis más grave del centroderecha español

La ansiedad de Ayuso por sacar del circuito a Cs con unas elecciones viene de lejos, como los contactos secretos de socialistas y naranjas

En el PP hay dudas sobre si Casado pactó o acató el adelanto electoral en Madrid tras un tsunami político en el que Sánchez se implicó personalmente

Isabel Díaz Ayuso e Ignacio  Aguado en la Asamblea de Madrid. FOTO: JOSÉ LUIS ROCA

Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado en la Asamblea de Madrid. FOTO: JOSÉ LUIS ROCA / José Luis Roca

Gemma Robles, Pilar Santos, Juan Ruiz, Miguel Ángel Rodríguez

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Las relaciones entre PP y Cs han saltado por los aires. El centroderecha español está roto. Vox se frota las manos intentado recoger los pedazos para convertirlos en voto ultra. Los populares buscan la manera de no difuminarse con las mociones de censura que les han presentado en Murcia, Madrid y Castilla y León y Ciudadanos, tras un notable error de cálculo, corre el peligro de perder dos gobiernos autonómicos en un momento de máxima debilidad. Además, Inés Arrimadas, si decide aguantar en su puesto, está en riesgo de vivir una desbandada naranja ante la opa hostil que Pablo Casado ha lanzado contra todos sus cargos y en todo el país. La derecha vive una guerra con consecuencias aún por escribir, unas elecciones madrileñas a la vista y unos secretos y datos clave que EL PERIÓDICO narra a continuación. Todo empezó en junio pasado…

Primeros movimientos entre bambalinas

La popular Isabel Díaz Ayuso llegó a junio de 2020 bregada en enfrentarse al Gobierno a cuenta del estado de alarma. Además, las tensiones y diferencias de criterio sobre la gestión pandémica con su socio de coalición, Ignacio Aguado (Ciudadanos), eran indisimulables. Ayuso y sus asesores, convencidos de que con la crisis del Covid habían desarrollado músculo político, plantearon a la cúpula del PP, entre bambalinas y antes del verano, forzar un adelanto electoral en Madrid. Doble objetivo: quitarse de encima a los naranjas, a los que no soportaban ni profesional ni personalmente, y convertir el supuesto tirón de Ayuso en más escaños. Pablo Casado se negó. Entendió que ni era el momento adecuado ni a él le convenía que pasase ese examen público la 'lideresa' madrileña, muy crecida en los últimos meses hasta el punto de desoír reiteradamente las directrices de Génova.

Por otro lado, la obligatoriedad de renovar periódicamente el estado de alarma en el Congreso fue acercando a Inés Arrimadas al PSOE en la primera ola de pandemia. Sus diez diputados apoyaron al Gobierno. Los socialistas, en paralelo, barruntaron que la jugada con Cs podía ir más allá del Parlamento. La relación entre ambas organizaciones empezó a estrecharse con discreción. Aún más tras las elecciones catalanas. Carlos Cuadrado, vicesecretario general de Ciudadanos, y Félix Bolaños, secretario general de la Presidencia y hombre para todo en la Moncloa, aumentaron sus contactos. El PSOE quería el apoyo de los de Arrimadas para asestar un triple golpe a Casado: en Madrid, Castilla y León y Murcia, presentando mociones de censura. Se comenzó a estudiar el asunto, aunque Cs asegura que siempre valoró hacerlo en Murcia y nada más porque allí había "corrupción". 

Chivatazo y alarma popular

Las citadas conversaciones entre PSOE y Cs fructificaron el pasado martes. Tan sólo 24 horas antes, cargos autonómicos y locales de Ciudadanos en Murcia se trasladaron a Madrid para reunirse con la dirección nacional. Enfatizaron que la convivencia con un PP que tachan de "corrupto" se tornaba insoportable. Ese era su argumento. Se decidió dar el paso adelante: habría moción de censura en Murcia. Este mismo lunes, por la noche, la secretaria general de los naranjas, Marina Bravo, telefoneó a barones de su organización como Juan Marín –también en coalición con el PP en Andalucía- para explicar la jugada. Al día siguiente, martes 9, Carlos Cuadrado, vicesecretario de Cs, se fue a Murcia para reunirse con los suyos allí y preparar una doble moción de censura: una que derribase al presidente autonómico y otra para romper en ayuntamientos de la región.  

La explosiva decisión llegó a oídos del presidente de Murcia, el popular Fernando López Miras, en la tarde del martes. Nada era oficial todavía. Un cargo naranja le da un chivatazo. Él, rápidamente, alertó a su jefe, Pablo Casado y a su secretario general, el también murciano Teodoro García-Egea. Se avisó a su vez a otros dirigentes del PP relevantes, sobre todo a los que tenían alianzas con Cs como la madrileña Isabel Díaz Ayuso… y ahí llegó la segunda tormenta. La presidenta acordó con Casado (o se lo impuso esta vez, según otras versiones) que adelantaría elecciones si en Murcia había moción.

Ayuso se pone pinturas de guerra

Llegó la mañana del miércoles, 10 de marzo. Bomba informativa: moción de censura de PSOE y Cs en Murcia. El plan de venganza 'a la madrileña' se puso en marcha. Díaz Ayuso acudió a la reunión semanal de su Consejo de Gobierno de Madrid, aparentemente sin novedades y sin haber recibido previamente ningún mensaje "tranquilizador" de su exvicepresidente, Ignacio Aguado, para frenar sus intenciones. Eso es lo que sostiene su entorno. Los que rodean a Aguado sostienen que eso era innecesario porque nunca se pensó en una moción.

 En el cónclave gubernamental se repasaron los temas previstos en agenda mientras, según algunos de los presentes, ella no paraba de mirar el móvil. Docenas de mensajes, entre otros, de su director de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez. Todos sabían ya lo de Murcia. Al finalizar la sesión, Ayuso pidió la palabra y soltó la segunda bomba: convocaba elecciones. Shock en Ciudadanos... "¡Esto no se puede hacer. Esto no se puede hacer!", protestó Aguado. Los otros cinco consejeros de Cs se sumaron a los reproches y demandaron una marcha atrás. La presidenta se negó.

A pesar de todo, consejeros de uno y otro lado se despidieron amigablemente, dando por sentado que trabajarían juntos hasta el 4 de mayo. Pero no. Pasada la hora de la comida se emitió un comunicado desde la comunidad confirmando que Ayuso cesaba a todos los consejeros naranjas. Hizo lo mismo con todos sus cargos de confianza. Sin piedad.

Citas de urgencia en Génova y Ferraz

Se sucedieron las ruedas de prensa. Los mensajes en redes sociales. Tsunami político. Los populares (con algunas excepciones) alabaron el tacticismo defensivo de Ayuso. Los naranjas, entre la furia y la estupefacción. En medio del estruendo de esa mañana de miércoles, el líder de Más País, Íñigo Errejón, registró una moción de censura en Madrid que supuestamente frenaba los planes electorales de Ayuso. Los socialistas madrileños, en cuanto tuvieron visto bueno de Moncloa, hicieron lo propio. Ambas organizaciones de izquierda alegaron que sus mociones se habían presentado antes de que el decreto de disolución de la Cámara fuera firmado oficialmente. La mesa del Parlamento –presidida por Cs- así lo entendió y lo admitió a trámite. El PP negó la mayor, aseguró que ese decreto se rubricó a media mañana y habló de "prevaricación". La realidad es que no envió a la prensa un certificado para intentar probar la hora de la firma hasta pasadas las ocho de la noche. Si las mociones son válidas o si prevalece el adelanto electoral es una decisión que tomarán los tribunales, donde ha ido a parar esta controversia.

Durante el miércoles 10 el disloque fue a más. El PSOE registró otra moción en Castilla y León, pese a no contar aparentemente con Cs. Díaz Ayuso compareció públicamente para sentenciar que ahora tocaba elegir entre “socialismo o libertad”. Al acabar la rueda de prensa, la presidenta se reunió con Casado. Entre las 16 y las 17 de la tarde, sin hacerlo público. "Había que analizar el lío que habíamos armado", explican desde el entorno de Ayuso. En la sede del PSOE, en Ferraz, ocurre lo mismo. Pedro Sánchez reunió a su jefe de gabinete, Iván Redondo; a su secretario de Organización, José Luis Ábalos; a la portavoz parlamentaria, Adriana Lastra; al secretario de Coordinación Territorial, Santos Cerdán, y al líder del PSM, José Manuel Franco, para analizar todos los escenarios.

11-M salpicado de politiqueo

En la madrugada al jueves se publica por fin en el BOCM la disolución de la Asamblea. Amaneció a continuación otro 11-M. Tocaba homenajear a las víctimas del terrorismo. Pero fue inevitable el protagonismo del 'politiqueo': Casado esquivó a Arrimadas. La guerra estaba declarada. La tarde antes el secretario general del PP, García-Egea, invitó públicamente a cargos de Cs a pasarse a sus filas. Lo mismo con sus votantes. OPA a los naranjas, que en realidad se venía buscando desde hacía meses en forma de "refundación", pero desde ya hostil y sin límites.

Casado, Ayuso y Almeida.

El líder del PP, Pablo Casado, junto al alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y la presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en el acto conmemorativo del 11-M / JOSÉ LUIS ROCA

Arrimadas desveló a la prensa que había telefoneado a Casado para avisarle de que sólo apoyaría una moción de censura en Murcia, nada más. No entendía lo sucedido en Madrid. Para ella la excusa popular de que esperaban otra moción a Ayuso era propaganda. Casado le replicó: la llamada de Arrimadas llegó "tres horas después" de que se conociese la moción en Murcia. A él eso ya no le servía. La vicealcaldesa madrileña, Begoña Villacís, de Cs, le espetó al jefe del PP en voz baja (pero audible para los micrófonos de las cámaras): "nos habéis jodido". Precisamente Villacís es una de las naranjas que corrió a comparecer públicamente junto a su socio de coalición del PP, en este caso el alcalde José Luís Martínez-Almeida, para proclamar que lo suyo era intocable y que no caería por el 'efecto Murcia'. Lo mismo sucedió en Andalucía y en Castilla y León… había guerra, pero no todos se mostraban dispuestos a salir al campo de batalla. 

Viernes de transfugismo

Pero la partida no acaba hasta que se mueve la última ficha. Y el secretario general del PP, García Egea, llevaba desde el miércoles en Murcia urdiendo un plan para intentar frenar el asedio. Encontró una tecla que pulsar, tan polémica como a priori efectiva: tres diputados de Cs estaban dispuestos a ser tránsfugas, pese a haber firmado el texto de la moción de censura. El precio (que se sepa) era entrar inmediatamente o continuar en el Gobierno regional.

El plan de PSOE y Cs quedó aparentemente hecho añicos y con Arrimadas en la cuerda floja. Aún así, mantienen viva la moción con la esperanza de que otros diputados murcianos, sin excluir de su cábala a exmiembros de Vox, les apoyen para echar a López Miras… ¿Y ahora?. CONTINUARÁ.

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