ENTREVISTA

Felipe González: "Estoy disponible, pero no interfiero"

El expresidente pasa revista a su legado y asegura que con el poder "no disfrutaba, sino que sufría"

Felipe González, en un momento de la entrevista, el pasado viernes, en Barcelona.

Felipe González, en un momento de la entrevista, el pasado viernes, en Barcelona. / periodico

OLGA MERINO / Barcelona

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El viernes amanece con un cielo bajo, blancuzco, casi alemán en su estética. Llueve. Cae una llovizna persistente sobre los polígonos del área industrial y la enmarañada Ronda de Dalt. La gran suerte es que Felipe González (Sevilla, 1942) ha dormido en un hotel de Cornellà, donde se ha concertado la entrevista, y no hay que temer, por tanto, un retraso inoportuno del puente aéreo. Traje marino, camisa azulona, zapatos de cordones, con pinta de muy cómodos. El entrevistado estrecha la mano en su justa medida: ni laxa, ni demasiado teatral en la presión. El semblante serio, incluso un poco distante. Aun así, en el transcurso de la charla, los ojos le brillarán en tres ocasiones.

(Una primera pregunta de aliño, para romper el hielo):

--¿Cansado? --

Un poco, sí. El fin de semana pasado estuve en Colombia, y aún lo acuso. Me vi con el presidente Santos.

González pide un descafeinado solo al camarero; dicen que es muy cafetero. Media hora justa para conversar y hacer las fotos. 30 minutos clavados porque al expresidente, el que más tiempo ha gobernado en democracia (1982-1996), le gusta quedarse un rato a solas con sus ideas antes de una conferencia. Ha sido invitado a inaugurar la tercera edición del Cornellà Creació Fòrum.

--Cornellà, cinturón rojo de Barcelona. Tierra de currantes¿ --

Es un espacio interesante. No solo es tierra de trabajadores, sino también de iniciativas para crear un semillero de emprendedores, de gente capaz de innovar.

--Acabamos de estrenar la campaña, y parece que tendrá una agenda bastante apretada. --

Sí, pero no soy candidato a nada...

--¿No volvería por nada del mundo? --

Hombre, tanto como por nada del mundo... Creo que hago lo que tengo que hacer y lo hago a gusto. En el 96 pensé que no iba a volver, y hubo una tentación.

--¿Le molesta o le halaga que el PSOE tire de usted para obrar el milagro? --

Para eso no lo hacen. Lo hacen porque saben que cuentan conmigo desde la teoría ¿no quiero que se olvide¿ del jarrón chino en un departamento pequeño. Eso es lo que somos los expresidentes. Nuestro papel es no estorbar o intentar estorbar lo menos posible. Yo estoy disponible pero no interfiero. Consideran ¿no sé si con razón¿ que puedo aportar claridad en ciertas cosas.

--¿Dónde le sorprendió el comunicado de ETA? --

En Madrid. En casa.

--¿Y qué fue lo primero que le vino a la cabeza? --

'Uf, uf, uf', pensé. Fue una sensación, aunque le parezca mentira, agridulce.

--¿Agridulce?

(Es aquí, en este punto, cuando le refulge el primer destello de luz en la mirada).

--Cuántos cientos de muertos, de sufrimiento, podríamos habernos ahorrado. Eso me produce un sentimiento agridulce, que se mezcla con mi convicción de que (ETA) no ha llegado a esta conclusión por una reflexión sobre la inutilidad de la violencia, sino porque se siente derrotada. Y por cierto oportunismo político de su entorno.

--¿Le telefoneó Zapatero?

(Silencio prolongado; bueno, si por largo se entiende el que dura más de tres segundos en un orador rápido en el disparo, seguro de sí mismo, sin titubeos).

--Creo que no. Creo que me llamó Rubalcaba, pero no estoy seguro. Hablé con Zapatero, desde luego, pero creo que quien me llamó fue Rubalcaba.

--O sea, se lo comunicó Rubalcaba. --

Me enteré por él.

--Si usted estuviera en el timón, ¿cuál sería el siguiente paso? --

Tranquilidad. Suma calma, con el mayor consenso posible. Y una política penitenciaria de acuerdo con la ley, la Constitución y los jueces.

--Supongamos que se cumplen los pronósticos y el PP gana. En lo que respecta al PSOE, después de Zapatero, ¿qué? --

Es inoportuno plantearse escenarios de futuro con carácter previo que condicionen el propio futuro. Tanto si gana el PP como si pierde, Zapatero habrá cumplido su ciclo como secretario general del partido, creo yo. Y en el futuro, cuando sea, habrá un congreso. ¿Qué tipo de debate debería abrirse? Yo creo que habría de centrarse en el análisis de la nueva realidad social y económica en la que viven España, Europa y el mundo. Hay que evitar los debates endogámicos, de mirarse el ombligo. Hay que renovar las respuestas; eso es lo más importante.

--¿Europa era esto?

(González da un sorbo al café y cabecea con insistencia; se nota que el tema le escuece).

--No, no, no era esto. Hace algo más de 20 años, firmé un tratado que se llamaba de Unión Económica y Monetaria. Y ahora la crisis nos sorprende con una unión monetaria, pero sin unión económica, y eso sencillamente no funciona... Debería haber hecho un ejercicio con usted que iba a divertirme...

--Ay...

--Debería haberme traído un trabajo que publiqué en 1998, cuando se decide poner en marcha el euro. Allí decía una frase absolutamente clara: si no hay unión económica, en la primera crisis financiera, en la primera, se producirá lo que llamábamos entonces, de manera un poco cursi, "choques asimétricos por divergencias económicas en la zona euro". Es lo que estamos viviendo ahora.

--O sea, que se veía venir. --

Los ordenadores tienen la ventaja de que, cuando se escribe algo, la fecha se queda grabada. El otro día recuperé ese trabajo, que hicimos dentro de la Fundación Delors. ¿Y qué ocurrió? Pues que al bueno de Delors (expresidente de la Comisión Europea) casi le costó que le retiraran la financiación.

--¿Se nos puede ir el euro al garete? --

No lo creo... Y no porque haya una voluntad de los responsables europeos. Hay una claridad, solo una: el coste del no euro es infinitamente mayor. Tienen tres opciones: ir trampeando la situación, como vienen haciendo hasta ahora, tomando una medida aquí y otra allá para intentar tapar un agujero. Tienen también la opción de dar marchar atrás...

--¿Pueden hacerlo? --

No lo harán porque arrastraría al mercado interior y habría devaluaciones terribles, muy competitivas. La tercera opción es la de avanzar hacia la federalización de la política económica y fiscal. Esta es la única sensata. ¿Se va a llegar a la sensatez en algún momento? Sí, cuando estemos más ahogados todavía de lo que estamos.

(Es cierto que el entrevistado rara vez se fija en el interlocutor; sus ojos revolotean por la cafetería del hotel, como si quisieran aprehender cuanto sucede alrededor. Pero cuando las pupilas entrechocan, sorprende una mirada taladradora, muy afilada, magnética. Uno de esos hombres capaz de venderte una nevera en el polo Norte).

--Cambio de tercio... ¿Qué le pasó a Peces-Barba el otro día? Me refiero a aquello de que a España le habría ido mejor con Portugal que con Catalunya. --

Que se despistó... No sé qué le pasó... Hizo una broma --dice él que era una broma-- sin ningún sentido. Pero no sé por qué seguimos en esto, de verdad. Por unos y por otros.

--¿Se refiere a Duran Lleida? ¿A lo de los andaluces y el PER? --

Sé que no debe decirse en campaña electoral, pero yo a Duran le tengo respeto y aprecio. ¿Cómo pudo ocurrírsele decir las cosas que dijo? ¿Por qué ofende innecesariamente a millones de seres humanos? Yo soy andaluz, y sé que lo que dice es injusto; incluso para muchos andaluces en Catalunya. Mi padre, que era cántabro, se afincó en Andalucía a principios de los años 30, y cuando vio a la gente trabajar en el campo en aquella época, a 43 grados durante la siega del trigo, todos los parámetros tópicos con que se medía a los andaluces se le cayeron al suelo.

--Los tópicos agotan. --

Algunas veces digo esto y produce desconcierto: hemos reconocido la diversidad de identidades, pero no queremos conocerla. La reconocemos sin conocerla. Y ofendemos gratuitamente. Por lo tanto, me parece una broma y una ofensa gratuita lo que ha dicho Peces-Barba. Y me parece una ofensa, pero no una broma, lo de Duran. No le pega decirlo.

--¿Qué le parece el giro soberanista de CiU? --

Es obvio que le diga que no lo comparto. El gran problema de Europa en su conjunto es que hay un repliegue nacionalista que prima sobre las políticas europeístas. Y ese es el camino equivocado para enfrentar la crisis y superarla. Tengo muy buena relación con Pujol... Pase lo que pase, será el presidente más importante que ha tenido Catalunya en su historia, pero él no lo cree. En lo que a mí respecta, puede haber discusión, en el sentido de que quizá Adolfo (Suárez) fue la pieza clave de la transición. Pero en el caso de Pujol, es indiscutible.

--¿Cómo definiría su papel en la historia de España?

(Aquí el expresidente hace grandes aspavientos, gesticula como si la pregunta fuera excesiva).

--No le pregunte a nadie que haya estado en la sala de máquinas cómo evalúa lo que ha hecho, porque seguramente la respuesta será ditirámbica. 

--Para bien o para mal, Felipe fue mucho Felipe. --

Soy consciente de haber tenido una gran fortuna desde el punto de vista histórico. Y le voy a decir el porqué: llegué al Gobierno con 4.500 dólares de renta per cápita en este país; ahora estamos en 31.500, y todo el mundo se está flagelando... Los proyectos de cambio y modernización que encabezamos --y que hizo la sociedad en su conjunto-- fueron entendidos e incluso apoyados por mucha más gente de la que me votaba. ¡Eso sí que es tener fortuna! Lo importante es que la gente que no me votaba --ni me iba a votar nunca-- estaba de acuerdo con los elementos sustanciales del proyecto, no digo con todo, eh.

--Me lo figuro. --

No a todo el mundo le gustaba el sistema sanitario público que hicimos con Ernest Lluch. No a todos les gustaba que hubiera una educación universal y gratuita. Todavía recuerdo alguna de esas cosas que se decían en mi tierra: "Si todo el mundo tiene estudios, ¿quién va a trabajar en el campo?". Pero lo cierto es que hubo una corriente muy favorable para hacer un esfuerzo --que fue muy duro-- de reconversión industrial y modernización.

--Supongo que el precio que se paga en el poder es muy alto. --

Sí lo es... No se imagina cuánto.

(De alguna manera, habría que volver a la cuestión de ETA, a los años de plomo y a la guerra sucia del GAL. Se agolpan en la cabeza elcaso Lasa y Zabala, el secuestro de Segundo Marey, el procesamiento del ministro del Interior José Barrionuevo y su lugarteniente, Rafael Vera... En alguna ocasión, Felipe González dijo que "al Estado se le defendía también desde los sótanos". La pregunta queda formulada más o menos como sigue).

--En su última etapa, salió la podredumbre de las cloacas. --

Acabo de estar en Argentina hace un mes... Cuando uno piensa que en Argentina, en el periodo del cual tanto se habla, hubo 30.000 muertos... Aquí no hubo lo que se llama un terrorismo de Estado, nunca, en ningún momento. Es mentira.

--¿Le dolieron los casos de corrupción? --

A mí me acusaron muchas veces de haberme corrompido... Y eso, además de dolerme, me producía una cierta ceguera para darme cuenta de que sí, de que alguna gente había caído en la tentación de corromperse. Pero incluso en aquella situación --y visto con perspectiva--, la verdad es que lo que ocurrió parece insignificante frente a lo que hemos visto y estamos viendo respecto a lagürtelizaciónde la política.

(En verano del año pasado, durante una entrevista que le hizo Juan José Millás paraEl País, el exmandatario hizo una sonada confesión. Dijo: "Tuve una sola oportunidad en mi vida de dar una orden para liquidar a toda la cúpula de ETA (...). La decisión era sí o no. Dije no. Y añado a esto: todavía no sé si hice lo correcto". Los hechos sucedieron en 1992, antes de la caída de Bidart. ETA quería destrozar los Juegos Olímpicos).

--¿Se arrepiente de haber contado aquello sobre la cúpula de ETA? --

Arrepentirme, no. Hay cosas que uno no cuenta. Alguna vez se me escapó decir que habíamos evitado un nuevo golpe de Estado cuando llevábamos algún tiempo en el Gobierno¿ Y ahí me paré, no quise contar más. Y esta vez (cuando dijo lo de la cúpula de ETA) sí expliqué lo que había pasado... Lo expliqué porque ese drama lo veo cada día con los responsables políticos.

--¿Por ejemplo? --

Cuando un señor como Obama tiene que decidir que va a acabar con Osama bin Laden y tiene bajo sus órdenes a gente que se está jugando la vida para hacerlo. Yo comprendo esa tensión, en el sentido más profundo del término moral, cuando se debe tomar una decisión de esa naturaleza. Le digo una cosa: quien no entienda esa tensión, o miente o no es gobernante.

--¿Calla mucho? --

Sí, sí... A veces me preguntan por qué no escribo mis memorias. Tal vez será porque todavía no tengo edad para hacerlas ni para perderla. Y en esa situación estoy. Pero no me apetece hacer memorias, nunca me apeteció... Las memorias siempre suponen, inevitablemente, una percepción subjetiva y justificativa de lo que uno ha hecho. Por eso cuando me dice que si me arrepiento de haber dicho aquello...

--Era una forma de entrar a preguntar. --

No me arrepiento, pero de alguna manera tiene usted razón: también me lo podría haber ahorrado. Porque hay una gran cantidad de gente dispuesta a decir tonterías, incluso entre los míos. Y yo me pregunto, ¿se ha visto usted alguna vez en esa situación? ¿Es capaz de ponerse en esa situación? Si no es capaz de ponerse en esa tesitura, no puede decir que aspira a ser un líder político.

--Detecto --igual me equivoco-- cierto poso de amargura cuando habla. --

No, no, no, al contrario... Vamos a ver, lo que ha decantado el proceso histórico que hemos vivido es más bien satisfactorio (a pesar de que cada vez que hablo tengo al diario Inmundo detrás y todas estas cosas...). La gente tiende a respetarme, no solo en mi partido, sino también fuera. La gente cree que el gran proceso de modernización de España y de inserción en la realidad internacional se produjo con mi Gobierno.. Y no sé cuantas cosas más. Por tanto, ¿qué razón tendría quedarme con un deje de amargura? Mi vida política --que estaba ligada a la personal-- ha sido apasionante.

(Segundo relampagueo en la mirada. El de quien, en cierta manera, ha sido protagonista de la historia).

--He vivido momentos... Es verdad que debería contarlos para las nuevas generaciones. Yo he estado en la sala de máquinas de la llegada de Gorbachov, de laperestroika, de la caída del Muro de Berlín, de crisis que han sido absolutamente nucleares para el cambio que se ha producido en el mundo. Para alguien que tiene un compromiso y una pasión por la política con mayúsculas... No me puedo quejar, al contrario.

--¿Se arrepiente de algo? --

Seguramente, sí. Pero de las cosas que uno se arrepiente, se las calla.

--¿Y en lo personal.

(Otro silencio. Tres segundos a lo sumo).

--No lo sé... No estoy seguro. Siempre he hecho la política institucional con un pie en el estribo. Quiero decir que siempre estaba dispuesto a bajarme. Y eso, a ojos de alguno de mis compañeros, me daba mucho poder. Si no estoy de acuerdo, me bajo. Siempre me he sentido con una autonomía personal significativa. Lo resumo en una sola frase que no quiero que se malinterprete: yo no he necesitado vivir de la política; por eso he vivido para la política.

--¿Le satisface el balance de su vida? --

Sí. Hice lo que creí con gran compromiso, incluso cuando nunca he tenido una gran pasión por el poder, pero sí por la política. Eso merma un poco el grado de satisfacción. No disfrutaba con el poder, sino que sufría. Pero me apasionaba y me apasiona la política, y creo que se sigue notando.

--Esta frase es suya. Se la leo: "La mayor parte del esfuerzo conduce a la melancolía".

(Se ríe)

--Eso lo dije porque el Consejo Europeo del diciembre del 2007 me encargó que presidiera un grupo de trabajo para definir el futuro de la Unión Europea en el horizonte 2020-2030. En mayo del 2009 presenté el informe, unos 38 folios, que se podían leer con tranquilidad. Y tengo la sensación de que nadie los leyó, ninguno a los que iba dirigido. Fue un enorme esfuerzo --apasionante también-- que implicó ir como mínimo una vez al mes a Bruselas, reunirse con 12 personas, elaborar informes técnicos... Un esfuerzo que, por lo que se ve, conduce a la melancolía. Si usted lo leyera, vería que estamos hablando hoy en el G-20 de lo que el informe decía que había que hacer en mayo del 2009. ¿Cómo es posible? Claro, una cosa es ver las cosas desde dentro del poder y otra desde fuera. Tengo el inconveniente de haber estado dentro y fuera.

--Esta otra frase también es suya: "Ser hijo mío debe de ser una putada sangrienta". --

Sí, es verdad, sí.

(Se escapa, se zafa, se escurre como un pez... Sabe nadar hacia donde le conviene. ¿Cuántas entrevistas le habrán hecho?).

--La factura del poder. --

Supongo que alguna ventaja debe de haber. Cuando se dan estas circunstancias, a los hijos, por ser quien son sus padres, se les multiplican las oportunidades más allá de sus propios méritos. En el caso de mis hijos, eso no ha ocurrido.

--¿Tiene buena relación con los tres?

(Aparece el último chispazo en los ojos. La mirada se le ablanda cuando algo le toca).

--Oh, sí, fantástica. Muy buena. Además estoy muy a gusto con ellos: ninguno se dedica a la política.

--¿Puedo verle las manos?

(Un poco sorprendido, las extiende; son manos delicadas y a la vez varoniles, muy bronceadas. Bastante cuidadas).

--Creo haber visto alguna cicatriz. --

No. Lo que tengo son las manchas de la vejez.

--Sí, mire, ¿me permite?

(Tiene una sajadura muy fina en la yema del pulgar derecho; casi se la rebana).

--Aquí. Ah, sí¿ Fue un corte del taller.

--¿Qué estaba haciendo? --

Estaba cortando un trozo de madera con un instrumento muy afilado; una estupidez, porque hay máquinas para hacerlo. Me estaba entreteniendo con eso. Trabajo mucho con las manos; me descansa. Ahora ya tengo menos callos, pero antes tenía muchos. Me gustaba cavar la tierra para sacar el barro. Cuando vuelvo de un viaje tenso, largo, con jet-lag, tres o cuatro horas de trabajo en el taller me vienen muy bien.

--¿Con qué piedras está trabajando ahora? --

El otro día hice una experiencia bonita con las que me había recogido un crío pequeño de la familia en la playa de Marbella, donde estuve un par de días este verano. Allí van a parar las piedras de los arroyos de un lugar llamado Sierra Bermeja. En México la llaman piedra verde y aquí serpentina... Es peligrosa de trabajar porque tiene amianto, pero en ella tallaban los indígenas esas caras chatas enormes. El chiquillo me llenó un saquito, y con ellas he hecho algunos colgantes y anillos. Trabajo también con ámbar, lapislázuli, turquesas... Encontré unas muy bonitas en Turquía, de origen iraní.

--Carlos Slim, su amigo millonario, ¿le manda piedras de México? --

Él no se ocupa de eso, ni se le pasa por la cabeza... Aunque hicimos una experiencia interesante con él... Slim tiene un programa de becarios universitarios muy importante en México, y le sugerí que, siendo tan rica la artesanía mexicana y estando en crisis, sería bueno recuperar parte de esa riqueza rescatando a jóvenes del fracaso escolar o de la marginalidad. Hicimos un taller con viejos artesanos, tallistas de piedra y madera, para que enseñaran el oficio a los jóvenes... Tengo proveedores de piedras en todo el mundo.

--¿Le molesta que critiquen su amistad con él? --

No, en absoluto, aunque a veces lo hacen con insidia. Dicen que es el hombre más rico del mundo --cosa que él nunca niega-- pero es mentira. Conozco a algunos que no aparecen en la revista Forbes y son más ricos que él. Pero, bueno, da igual; dinero no le falta a ese señor.

--¿Qué libro ha traído en la maleta? --

Uno que acaba de publicarse en Colombia, interesantísimo y terrible, sobre la lucha del cartel de Cali con el de Medellín, que incluye la pelea de Escobar con los Rodríguez Orejuela. Me retrotrae a momentos que he vivido... A uno de los hermanos lo detuvimos durante mi Gobierno y quisimos extraditarlo a EEUU. Al final, por un conflicto de competencias, llegó a Colombia, y a la semana estaba libre.

(La charla concluye a los 28 minutos exactos. El fotógrafo pide al entrevistado que le mire un segundo a cámara).

--¿Quieres que te mire? ¿No te inquieta que te mire?

(Un, dos, tres disparos más de flas. Arañando un segundo más al tiempo).

--Vale, ya. Ya no me tortures más.