Elecciones 12M
Joaquim Coll

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Historiador

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Gobernar el autogobierno

Llevamos más de una década donde lo esencial para la ciudadanía siempre se ha despreciado. La muestra más escandalosa es lo mal que se ha previsto la atroz sequía que sufrimos

Salvador Illa, Pere Aragonès y Albert Batet, durante un pleno del Parlament

Salvador Illa, Pere Aragonès y Albert Batet, durante un pleno del Parlament / DAVID ZORRAKINO / EUROPA PRESS

La legislatura que acaba de concluir en Catalunya nació marcada por los rescoldos del 'procés'. Pere Aragonès fue investido en segunda vuelta, en mayo de 2021, tras un acuerdo 'in extremis' de ERC con Junts y la CUP. A los pocos meses, los anticapitalistas, cada vez más desdibujados por su crisis interna, dejaron de apoyar al Govern. Un año más tarde, Junts, en parte como respuesta a la inhabilitación de Laura Borràs, abandonó el ejecutivo. En cualquier país normal, el presidente se hubiera sometido a una moción de confianza o convocado elecciones. Aragonès, no hizo ni lo uno ni lo uno. Le salvó que pudo aprobar presupuestos en 2023, gracias al apoyo socialistas y comunes. Pero eso solo ha servido para alargar la agonía, con un Govern muy débil y todos los problemas (educativos, sanitarios, habitacionales, energéticos, climáticos, etc.) estallándole al mismo tiempo. Finalmente, el ataque de cuernos de Ada Colau en Barcelona, al quedarse fuera del gobierno municipal, ha arrastrado a En Comú a votar en contra de los presupuestos catalanes para este año. La medida de presión sobre ERC se les ha ido de las manos, pues Aragonès ha preferido evitar una hemorragia electoral mayor de su partido en 2025, creyendo ilusoriamente que así cortaría el paso a Carles Puigdemont.

Las autonómicas del próximo 12 de mayo serán las primeras desde 2012 que no tendrán ningún atributo más. Aquellas fueron las primeras que el soberanismo, bajo la presidencia de Artur Mas, bautizó de plebiscitarias. Todas las convocatorias siguientes estuvieron marcadas a fuego por el 'procés'. En 2015 se planteó como un plebiscito sobre la independencia. Y las de 2017, tras el falso referéndum del 1 de octubre, fueron a cara de perro. En las anteriores de 2021, aunque el independentismo ya estaba más que roto, sus partidos seguían prisioneros del bloquismo. En ERC, aunque ya no hablaban de plebiscito, se prohibían tajantemente pactar con el PSC. Pero eso ya ha cambiado. En Barcelona, por ejemplo, Xavier Trias estaba dispuesto a pactar con Jaume Collboni, aunque finalmente va a ser ERC quien gobierne con los socialistas. Por su parte, Pere Aragonès no descarta absolutamente nada para la próxima etapa, aunque los republicanos abjuran que jamás investirán a Salvador Illa. Cuesta a estas alturas creerse las promesas de nadie.

En cualquier caso, lo que se abre este 12 de mayo es la oportunidad de gobernar el autogobierno, valga la redundancia, es decir, de centrar el debate de las políticas en aquellas competencias de la Generalitat. Puede parecer una obviedad, pero llevamos más de una década donde lo esencial para la ciudadanía siempre se ha despreciado. La muestra más escandalosa es lo mal que se ha previsto la atroz sequía que sufrimos. Casi nada se ha hecho desde que José Montilla, bajo el último tripartito, gobernó. Catalunya vive colectivamente un momento muy angustioso. Hoy se sitúa en la cola de España en muchos temas, desde la educación hasta las renovables. Nuestra autonomía gestiona un presupuesto enorme, pero la mediocridad ahoga la excelencia, y no hay un proyecto de país. Hemos seguido perdiendo oportunidades, como, por ejemplo, con el rechazo a la ampliación del aeropuerto o por los retrasos en multitud de infraestructuras, donde el Estado también va siempre con retraso.

Estas elecciones pueden ser las primeras normales desde 2010, donde se abandonen los vetos cruzados, y se discuta sobre lo que de verdad importa. Catalunya está huérfana de políticas útiles. El único factor de distorsión es la candidatura de Puigdemont y su deseo de restitución como si el tiempo se hubiera congelado en 2017. Pero su liderazgo sin duda es muy fuerte, y el error del PSOE con la amnistía lo ha resucitado. En estos momentos ya no se puede descartar que gane las elecciones, o que logre un gran resultado. En ese caso, la carga de la prueba volvería a situarse sobre ERC. ¿Se dejaría arrastrar por los cantos de sirena de la unidad independentista? Sería un desastre que la sociedad catalana cayera de nuevo en la melancolía. Catalunya no tiene más tiempo que perder.

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