Escritora
Emma Riverola
Escritora
El pez globo de Junts
Supuestamente, Junts ha arrancado la delegación integral de las competencias sobre inmigración. Las dudas sobre su ejecución son muchas, pero el debate permite al partido de Puigdemont ahondar en un discurso sobre inmigración que ha ido endureciendo
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Parece inofensivo, incluso simpático. Es más bien lento y torpón. Una presa fácil si no tuviera la capacidad de hincharse y multiplicar su tamaño en tiempo récord. Al depredador se le atraganta -literalmente- la captura. Además, contiene tetrodotoxina, una substancia mortal para los humanos. Un solo ejemplar puede matar a 30 adultos, y no existe antídoto. Aun así, el pez globo está considerado un auténtico manjar en Japón. Su precio es desorbitante y solo lo preparan chefs especialmente formados. Ya se sabe, el placer de acceder a lo exclusivo.
El nacionalismo puede ser refugio y reconocimiento. Un ¡casa! gritado colectivamente. Frente a otras ideologías de carácter universal, como el socialismo o el liberalismo, los nacionalismos -todos los nacionalismos- definen un ‘nosotros’ que, invariablemente, necesita singularizarse frente a unos ‘otros’. Y ahí se esconde el germen de la xenofobia, porque es fácil caer en la tentación de sentirse más: más cultos, más inteligentes, más bondadosos, más justos… Entonces, el nacionalismo se hace muy difícil de tragar y, de tan tóxico, letal.
El nacionalismo catalán no es una excepción. Sin recurrir a la historia, basta con hacer una lectura crítica de los años del ‘procés’ para encontrar un discurso cimentado en un ‘nosotros’ independentistas frente a ‘otros’ malos catalanes: colonos, traidores, ‘botiflers’… Ahora que la ilusión soberanista se ha atenuado, queda un rescoldo sombrío y peligroso.
Supuestamente, Junts ha arrancado la delegación integral de las competencias sobre inmigración en su negociación con el PSOE. Las dudas sobre su ejecución son muchas, pero el debate permite al partido de Puigdemont ahondar en un discurso sobre inmigración que ha ido endureciendo. Sus votantes lo avalan (según el último barómetro del CEO, el 64,5% de los simpatizantes de Junts considera que hay “demasiada inmigración”) y basta asomarse a las redes para constatar el runrún xenófobo: el desprecio a los que no hablan catalán o los aspavientos ante los rasgos de los primeros bebés nacidos en Catalunya en el 2024.
La posible cesión de competencias no es buena noticia. Porque abre la puerta a que otras comunidades también las exijan (Vox cogobierna en seis comunidades). Y porque, en su guerra con ERC, Junts puede caer en la tentación de tensar un tema que necesidad dosis ingentes de serenidad y ahondar en su deriva populista. Ya saben, el nacionalismo del pez globo. Aparentemente inofensivo, exquisito para la élite que lo disfruta y letal para la mayoría.
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