España, ¿alternativa endiablada?
La gobernanza tiene serios problemas en Estados Unidos y en muchas democracias europeas. Ahora se constata que el mal también está entre nosotros
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Gobernar las democracias con la globalización, las redes sociales y tras la crisis de 2008 se ha complicado mucho. El martes la Cámara de Representantes destituyó a su ‘speaker’, Kevin McCarthy. Es la primera vez que la Cámara cesa a su presidente. Y lo más inaudito es que ha sido obra de ocho republicanos ultraconservadores, irritados con McCarthy porque el pasado fin de semana llegó a un acuerdo con los demócratas para evitar, por unos días, el cese de pagos del Gobierno que habría llevado a una crisis sin precedentes.
Los demócratas respaldaron a los extremistas republicanos y hoy la situación es peor porque la Cámara está paralizada -no puede votar nada- hasta la elección de un nuevo 'speaker' que será muy laboriosa pues McCarthy ya necesitó 15 votaciones. La democracia americana está en crisis porque los republicanos han dejado de ser el partido razonable de Eisenhower, e incluso Reagan. Reniegan del bipartidismo y creen que América solo debe ser republicana. Y Trump quiere volver.
Que la democracia funcione mal en Estados Unidos es un peligro para la estabilidad mundial, pero América no se va a hundir y ya soportó -mal- una presidencia de Trump. Consecuencias más graves ha tenido para Gran Bretaña el populismo nacionalista de Boris Johnson que llevó al Brexit con la idea de que la UE era un obstáculo a su libertad. Y en la Europa continental la democracia también sufre -más en unos países que en otros- porque el populismo ha hecho perder terreno al centroderecha (democristiano o conservador) y al centroizquierda (socialdemócrata) que gobernaron sin problemas desde el fin de la guerra mundial al año 2008.
El caso más claro es Italia, donde el centroderecha ha sido engullido por el antiguo partido neofascista de Giorgia Meloni que sigue una línea errática pese a sus esfuerzos por no romper con Bruselas y de conectar con la derecha europea. Pero la prima de riesgo italiana ya se ha disparado a dos puntos (1,96) respecto a la alemana. Casi el doble que la española (1,10) e incluso peor que la griega (1,46). Y muy lejos del pequeño y virtuoso Portugal (0,73).
Las preferencias son libres, pero ninguna de las dos alternativas hoy posibles -repetición electoral o nuevo Gobierno de Sánchez apoyado en Sumar y los nacionalistas- ‘huele’ a estabilidad
España también sufre una grave crisis de gobernanza. Las elecciones se han tenido que repetir dos veces (2016 y 2019) por falta de mayoría para formar gobierno y ahora afronta una alternativa endiablada. O repetición electoral en enero, con lo que llevaríamos cerca de un año con un Gobierno en funciones, o investidura de Pedro Sánchez con solo 121 diputados apoyado en Sumar (una coalición de diez partidos) y en cinco grupos nacionalistas o independentistas. Uno de ellos, JxCat, dirigido desde Waterloo por Puigdemont, reclamado por España a la justicia europea.
Incapacidad de entente
Las preferencias son libres, pero el horizonte no huele -en ningún caso- a estabilidad. El origen del mal está en el fin del bipartidismo imperfecto (por la crisis de 2008), las “nacionalidades”, según dice la Constitución, y la incapacidad de toda entente entre el PP y el PSOE. ¿Por culpa de quién? Lo cierto es que el PSOE permitió (contra Sánchez) la investidura de Rajoy en 2016 y cerró filas con el PP (con Sánchez) cuando la crisis catalana de 2017 y el 155.
Ahora Feijóo pide que entre los dos grandes partidos haya algún entendimiento. Tiene toda la razón, pero exige que el PSOE cambie de líder y de política. Mal inicio. Y el PSOE reprocha a Feijóo que no haya cumplido la obligación constitucional de renovar el Consejo General del Poder Judicial, pero encarga la réplica al discurso de investidura a Óscar Puente, que actuó como si quisiera calentar un gran mitin socialista. Inadecuado en una investidura, donde la réplica correspondía a Pedro Sánchez. Y dio la sensación de que el presidente lo pasaba bien. ¿Quiere romper todos los puentes? Pero ¿podrá gobernar, suponiendo que sea investido, con un PP que tiene más escaños, el control del Senado, fuerza mediática (y judicial) y la mayoría de las CCAA?
En la democracia España ha superado muchas pruebas (golpe de Tejero, terrorismo, crisis de 2008…) pero se está jugando con fuego por la ambición exclusivista de dos partidos, o dos líderes, que en muchos países europeos colaborarían sin excesivos problemas. Además, abordar bien Catalunya será imposible con el uno contra el otro.
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