Entrevista |

"Venimos de generaciones de mucha mala bondad"

¿Eres demasiado bueno? Explícanos tu caso escribiendo a sanamente@elperiodico.com

Xavier Guix

Xavier Guix

Fidel Masreal

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Xavier Guix cree en la bondad. Cree tanto en ella que forma parte del Instituto de la Bondad en Acción. Pero de lo que reniega del todo este destacado psicólogo con larga trayectoria impartiendo cursos de autoconocimiento es de la falsa bondad. Y proclama, en el libro El problema de ser demasiado bueno, la necesidad de desobedecer el mandato de ser obediente. "Es una condena tener que ser tan bueno", proclama. Y ofrece propuestas útiles para ejercer la bondad en el buen sentido de la palabra. No sin trabajo previo.

-En su libro describe los males que genera ser educado en la obediencia y creérselo. Pero la sociología nos explica que socializar, adaptarse, es inevitable y en cierto sentido necesario. ¿Dónde está el equilibrio entre adaptarse y no perder la personalidad?

-El límite está en cuando me perjudico a mí mismo. Generalmente, la gente intenta adaptarse, pero esta adaptación ha de hacer posible que me sienta bien. Si estoy en un entorno tóxico y me tengo que adaptar al mismo, me haré daño. Es entonces cuando me tengo que preguntar: ¿adaptarme me hará bien, seguiré siendo digno, cumpliré con mis valores y principios, o esto me hará daño? Uno de los principios de la mala bondad es: todo lo hago por los otros pero a costa mía.

Uno de los principios de la mala bondad es: todo lo hago por los otros pero a costa mía

-¿Hay mucha mala bondad?

-Mucha, mucha. Venimos de generaciones de mala bondad. De portarse bien, creer a los padres, hacer caso a lo que dicen. Ser obediente. Ser cumplidor. Estas órdenes las escuchamos todavía hoy.

-¿Entonces, y permítame la broma, le digo a mi hijo que no se porte bien?

-No se trata de no portarse bien, sino de concretar qué hacer bien o no. Hay que ser concreto en la orden que damos a nuestros hijos. No plantear conceptos genéricos como 'fes bondat' ("pórtate bien").

-En el extremo de la no imposición de normas, están propuestas como la de educar sin género

-Este tipo de propuestas tienen un fallo: no le queremos condicionar el género, pero vive con nosotros desde un género. Como padres, somos un género. Por mucho que no queramos influir o condicionar ya lo estamos haciendo. Otra cosa es, y está muy bien, no querer condicionar, sino aprender a acompañar y darse cuenta de la orientación que va siguiendo la criatura, no obligar a que se amolde a determinados modelos.

-¿Qué efectos tiene en una persona haber vivido siempre en la obediencia?

-Esto provoca que yo no sea yo. Acabo ocultando mi interioridad porque creo que no gustará, que no seré acogido. Una paciente, guapísima, me decía 'si soy como soy no gusto, si soy como los otros quieren, no me gusto'.

-Habla en su libro de que en estos casos se produce una escisión interna

-Me niego a ser yo para gustar, pero si me niego a ser yo, una parte de mí se pasa la vida reprimida, cerrada. Esto tendrá consecuencias. Primero, todo lo reprimido suele salir proyectado. Todo lo que reprimo, tarde o temprano reclama su derecho a ser. Y como no quiero pasar vergüenza, lo viviré a escondidas. Y tendré una doble vida. Si supiéramos toda la verdad de mucha gente...

Todo lo que reprimo, tarde o temprano reclama su derecho a ser

-¿A qué se refiere?

-A la infidelidad, o a cosas pequeñas: páginas porno, acudir a una sauna masculina porque me gusta que me hagan una felación, ir de viaje para ver putas... Es hacer cosas malas, que no me permito. Una sexualidad marcada porque en casa todo es muy correcto y lo que me pone es otra cosa. Y me voy escindiendo. Y la persona escindida, cuando llega a la mitad de la vida, se plantea: ¿he vivido todo lo que quería? Y empieza a hacer disparates. Y se va al otro extremo.

-¿Vivimos en una sociedad demasiado escindida?

-Vivimos una sociedad muy escindida, de cara a la galería. Está de moda la marca personal. La gente cuida mucho esta marca, determinados comportamientos o formas de expresarse. Luego, todos los psicólogos nos topamos con personas que se ganan la vida con su imagen y cuando las tienes delante son una mierda, no se soportan a sí mismas. Pero van al lavabo y se graban un video con una sonrisa postiza. Esto es una escisión.

Nos topamos con personas que se ganan la vida con su imagen y cuando las tenemos delante son una mierda

-Vivimos un boom de positivismo psicológico. ¿Incluye una parte muy poco sincera, quizás?

-Es verdad que hay una profusión enorme de psicologización de la vida cotidiana a través de lemas y estándares, muchos de los cuales vienen de la new age. Toda frase positiva, bonita, todo lema con sonrisas, precisan de un contexto. Es preciso explicar cómo sitúo estos mensajes en mi vida, esta positividad, esta interioridad. Decir que eres positivo es muy fácil, pero ¿la gente de tu entorno sería capaz de decirme que eres una persona positiva?

-¿Cómo lograr el equilibrio entre no ser demasiado bueno y no dejar de ser uno mismo, entre deseos y necesidades, entre ser espontáneo o auténtico?

-El equilibrio siempre nos lleva a la brújula interior. Ser capaz de conectar sinceramente, honestamente, contigo y decirte tu propia verdad interior. Si no soy capaz de escucharme a mí mismo haré lo que me dicen, lo que me piden. Crecen las necesidades porque las veo fuera, quiero hacer lo que hacen los otros. Confundo necesidad con deseo. Y no es verdad, te lo han vendido desde fuera. Tienes que rascar dentro de ti y abrir este espacio brújula, orientarte por tu propio interior.

Decir que eres positivo es muy fácil, pero ¿la gente de tu entorno sería capaz de decirme que eres una persona positiva?

-¿Cuesta mucho, verdad?

-Cuesta. No estamos acostumbrados. Estamos acostumbrados a mirar hacia afuera y tenemos que mirar hacia adentro. Hay mucha gente que está haciendo este trabajo, de interioridad, de abrirse a una vida más esencial, más austera, centrada en la vida interior. Las balanzas se van equilibrando.

-Afirmas que no se trata de ser otro sino de ampliar los registros del yo...

-En terapia este es uno de los momentos más duros, cuando me dicen 'no me gusto como soy, quiero ser de otra manera'. Y yo les tengo que decir: lo siento, pero no serás de otra manera. Las cartas que la vida te ha dado, la manera con la que se ha configurado la programación, son así. A partir de ahí puedes refinar, modelar, cambiar ciertos hábitos, introducir nuevos comportamientos, para que esa programación quede en el olvido y puedas ser una persona más dirigida por tu voluntad. Pero no convertirte en otro.

-Propones desobedecer el mandato de ser obediente

-Una de las pautas de la mala bondad es la angustia por no ser suficientemente bueno. Cuando uno siente esto, la angustia es sentida en el cuerpo. Son personas a las que se les pide que tengan más empuje, que digan basta. Y no pueden. Se debe aprender a desobedecer a esta emoción que proviene del miedo a ser bueno. Es un trabajazo, pero tiene resultado. Y llega el día en el que haces el clic.

-¿Tenemos que ser más malos?

-No, tenemos que saber hacer el bien. No confundir la bondad con ser bueno, sino con hacer el bien. Y hacer el bien empieza por hacerse el bien a uno mismo. La mala bondad es hacer el bien a los demás y no el bien a mí.

No hay que confundir la bondad con ser bueno, sino con hacer el bien

-Esta bondad que propones, ¿cómo encaja en nuestro modelo competitivo capitalista?

-David R. Hawkings [psiquiatra, investigador y divulgador] decía una cosa interesante: vivo en el mundo pero no pertenezco a él. No puedo evitar vivir en un entorno, como no puedo evitar vivir en el cuerpo y en la personalidad que tengo. Pero eso no quiere decir que pertenezca. La pertenencia es una condición de mi voluntad. No hace falta que viva en el mundo que me quieren vender.

David R. Hawkings decía una cosa interesante: vivo en el mundo pero no pertenezco a él

En tanto que pueda desidentificarme, viviré más tranquilo. Y si quiero ser agente de cambio, intentaré hacer el cambio que sea posible desde mi perspectiva, y aquí viene el compromiso personal y social. No todos se dedican a la meditación, otros rescatan a gente del mar. No toda trascendencia viene de la meditación o la espiritualidad, mucha viene de la entrega a los demás.

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