Error del sistema

Copulad, mujeres, copulad

Llenad nuestra tierra de niños y niñas de piel blanca que hereden nuestra forma de vida. Que no se pierdan nuestros más altos valores

refugiados en Lesbos

refugiados en Lesbos / AFP / DIMITAR DILKOFF

Emma Riverola

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Lo siento, niño, a ti no te quiero. No me encajan tu color de piel ni tu acento. No quiero ver lo que muestran tus ojos. Ese iris de tierra ardiente, de sangre derramada y de orines que se escapan de puro espanto. No quiero que cuentes de dónde vienes, de ese lugar que los tuyos y los míos -nunca seremos iguales- hemos convertido en inhabitable. Tengo que callarte, entiéndeme, no puede haber confusión. Que nadie sospeche que te gusta mojar las galletas en la leche o que te embobas viendo dibujos en la tele. Que nadie piense que, simplemente, eres un niño.  

Lo siento, mala suerte. Por eso eres la niña que duerme en el fondo del mar Jónico, rodeada de despojos humanos. O uno de esos cuatro críos que se ahogaron ante las cámaras de la guardia costera griega: esperaban que fueran los turcos al rescate. ¡Glups! O quizá eres uno de esos dos pequeños cadáveres calcinados en el Parque Nacional del Bosque de Dadia, frontera con Turquía. Esto es lo que pasa cuando uno se mete donde no debe. Aunque quizá te salvaste, y solo te echamos a los perros o te golpeamos o te rociamos con gas pimienta. Quizá has sido devuelto al infierno, habiéndolo perdido todo. ¡Vaya veranito!

Vamos, mujeres italianas, húngaras, europeas todas, ¿a qué esperáis? Ha llegado vuestra hora, tenéis que implicaros en esta lucha. Nuestro mundo -NUESTRO- está amenazado. La caída de la natalidad causará "un colapso total" en Occidente. Tenéis que poner remedio. ¿No habéis oído a Giorgia Meloni, primera ministra italiana, o a Viktor Orbán, primer ministro de Hungría? Ellos lo han dicho claro hace cuatro días, mientras miles de desesperados llegaban a Lampedusa: "Los inmigrantes no solucionan el declive demográfico, invirtamos en la familia". 

¡Todas a copular! Tenéis que fabricar hijos que pasen por encima de esos que vienen sin nada, que lo arriesgan todo por llegar a nuestra casa. Que solo quieren formarse, trabajar, forjarse un futuro. No los queremos, que se vayan. O que agonicen en las fronteras valladas o que sufran las torturas y las violaciones de nuestros defensores o que se ahoguen ante nuestra indiferencia o que enloquezcan encerrados en cárceles sin ley o que sean esclavizados o que ardan en los caminos.

Copulad, mujeres, llenad nuestra tierra de niños y niñas de piel blanca que hereden nuestra forma de vida. Que no se pierdan nuestros más altos valores. Ya sabéis, esos que nos han hecho tan grandes y superiores: el respeto a la dignidad humana, la defensa de los derechos humanos, la libertad, la igualdad…

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