Ola de calor

Incendio en Portbou: Barcelona huele el horror de la crisis climática

Nos hemos levantado una mañana de sábado en Barcelona y el olor a humo que trae el viento nos ha hecho sentir que estamos a las puertas de una catástrofe, en plena era de la ebullición global

Incendio en Portblou desde la playa

Incendio en Portblou desde la playa / Sandra Carré

Carol Álvarez

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Los vecinos de Colera y Portbou no se despertaron hoy pendientes del mar, sino de la montaña. Pueblos marineros, volcados en la pesca y el turismo de playa, fueron azotados el viernes por el temor que recorre el arco mediterráneo este verano tan rápido como las llamas que aviva el fuerte viento de tramontana: los incendios forestales han convertido a los países vecinos en una llamarada sucesiva.

Llevábamos días pensando por qué somos la excepción, por qué pese a las temperaturas tórridas y la sequía que nos tiene en emergencia no nos golpean los incendios. Grecia, Turquía, Italia, Argelia…como una pandemia que se extiende, así ha recorrido la lengua de fuego la costa que lame el mar.

Este primer gran fuego forestal en Catalunya llegó el primer viernes de agosto, cuando muchos empiezan sus vacaciones y descansan de su ajetreo o simplemente paran para coger aire el fin de semana. Nos deja imágenes y testimonios que ya hemos visto antes: confinamientos, turistas atrapados en polideportivos, donde pasar la noche en campamentos improvisados. Historias de familias que huyen a la playa, ante esa masa inmensa de agua salada, tan acogedora en verano, tan esperanzadora ante la eventualidad de un rescate en barco. Lo vimos en Australia hace solo tres años, en los graves incendios que devoraron millones de hectáreas y confinaron a miles de personas en las playas del país, donde fueron rescatadas por buques navales del Ejército. Lo vimos hace solo unos días a solo unos kilómetros, en las islas griegas, con cientos de incendios activos y ferries y barcos evacuando a visitantes y vecinos. 

Vemos, aprendemos, copiamos. No vamos tan rápido en eso de ver, aprender y copiar ante la emergencia climática, quizá porque aún parece una amenaza fantasma, de agoreros, que limita tantos derechos de los que gozamos, agua potable sin límite, aire acondicionado noche y día. O peor aún, porque pensamos que es inevitable, y que mientras no nos toque, hemos de vivir a tope y disfrutar los dones que tenemos. ¿Abrimos el grifo y sale agua? Ya nos la cortarán. Pero ya nos hemos levantado una mañana de sábado en Barcelona y el olor a humo que trae el viento nos ha hecho sentir que estamos a las puertas de una catástrofe, en plena era de la ebullición global. Y si no queremos ser como aquella rana del dicho, cada vez un poco más caliente en una olla con agua, hemos de reaccionar. 

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