Una muerte en el Raval

La casa de Shamira

Las trabajadoras del Gimnàs Sant Pau la recuerdan como una chica educada y alegre. Y un tiro al aire. Desafiante, se saltaba las colas, les hacía sufrir y reír

La dura historia de Shamira, la chica trans y sintecho a la que mató una palmera en el Raval de Barcelona

INFOGRAFÍA | Así cayó la palmera que mató a una joven en el Raval de Barcelona

Homenaje a Shamira, la chica a la que mató una palmera en el Raval de Barcelona

Homenaje a Shamira, la chica a la que mató una palmera en el Raval de Barcelona

Alejandro Giménez Imirizaldu

Alejandro Giménez Imirizaldu

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Esperaba a su novio, sentada al pretil de Emili Vendrell, viendo pasar la tarde del Raval, cuando un trágico accidente segó su vida a los 20 años. Shamira es voz oriental: "compañera de conversación vespertina". Su personalidad es delicada, apasionada y sincera pero muestra al mundo una coraza egoísta, caprichosa y autoritaria. Esotérico, vale, pero el suyo contenía toda la verdad de un nombre escogido. Las trabajadoras del Gimnàs Sant Pau la recuerdan como una chica educada y alegre. Y un tiro al aire. Desafiante, se saltaba las colas, les hacía sufrir y reír. Dormía en la calle desde que familia e instituciones la abandonaron a su suerte. Iba allí a ducharse y a por ropa. Gimnasia no hacía. Si te pasas la vida luchando contra la ignorancia y el prejuicio, bregar por deporte apetece menos.

Emili Vendrell fue el primer proyecto urbano de Beth Galí en 1981. La idea era la de un giardino secreto. Tenía muros y puertas que, además de crear misterio e intimidad respecto a la ruidosa calle Joaquim Costa, protegían un bosque de acacias y palmeras. ¿Por qué colapsa una palmera? Lo sabremos cuando se publique el informe técnico. Hasta dentro de cuatro semanas solo cabe especular, pero acostumbran a sumarse dos o más de los siguientes factores: estrés hídrico, falta de nutrientes, acciones mecánicas sobre el tronco, inclinaciones producidas por cambios en el sustrato edafológico y exceso de peso de las hojas y los frutos. Los nidos de las cotorras contribuyen a la sobrecarga, aunque este no era particularmente voluminoso. La lluvia de ayer también pudo sumar. No pocas palmeras se han visto afectadas por la plaga del picudo rojo, un escarabajo que desembarcó en Almuñécar en 1994 desde países exóticos. Crece hasta el tamaño de un puño, anida en las datileras y se las come.

Acompañar a los equipos de mantenimiento del distrito es toda una experiencia. Se reúnen media docena de profesionales experimentados y peinan los barrios: la visión conjunta se suma a las aportaciones de las vecinas para anotar y corregir los problemas que presenta la ciudad. El conflicto es infinito. A menudo lo urgente se antepone a lo importante. En un distrito como Ciutat Vella, sometido a una tensión brutal en el uso de los espacios colectivos, su trabajo es imprescindible y haría bien nuestro gobierno municipal en dotarlo de mayores recursos. Otra experiencia recomendable, si tiene usted tiempo, es participar en el recuento de personas que duermen en la calle que cada año organiza, de madrugada, la Fundació Arrels. Conviene tener las emociones curtidas, se ayuda un poco y se aprende mucho. Arrels y el Servicio de Atención al al Sinhogarismo del Ayuntamiento coinciden bastante en las cifras: 1.200 personas en la ciudad, casi 400 en Ciutat Vella.

Difícil, ayer con Metzineres, no acordarse también de Lily, de la Carmela, de Sonia, de Juan Andrés… imaginaba que si en el Ágora de la calle Riereta se levantara una casita de cuatro plantas, muy estrecha, pegadita a las medianeras, respetando el precioso jardín que defienden las vecinas contra la Sareb, se obtendría una plaza estupenda, rodeada de ventanas. Los balcones vivos de una casa que podría dar cobijo a personas como Shamira.