GOLPE FRANCO

Desearle suerte al Barça por Juan Cruz

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Joan Laporta, presidente del Barça, y Xavi Hernández, técnico del Barça, en la despedida de Jordi Alba en el Auditori 1899 del Camp Nou.

Joan Laporta, presidente del Barça, y Xavi Hernández, técnico del Barça, en la despedida de Jordi Alba en el Auditori 1899 del Camp Nou. / FCBARCELONA

Juan Cruz

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La mayor parte de mis amigos, los antiguos y los nuevos, son del Real Madrid, no sólo porque viva casi siempre en Madrid y aquí abunden más quienes me recuerdan tan a menudo las copas de Europa que nos separan.

Cuando era un muchacho que se firmaba Juan Azul Grana en las redacciones escolares, también había en mi pueblo, y en mi barrio, más madridistas que azulgranas, porque el equipo del lugar de mi nacimiento, el Puerto de la Cruz, en Tenerife, era llamado El Pequeño Real Madrid.

De hecho, era tan madridista el equipo, y el pueblo, que a uno de sus mejores delanteros, Del Pino, lo apodaban Di Stéfano. Era verdad que sus andares eran así de ligeros. A mi me avergonzaban con todas las derrotas del Barça, que en ese tiempo (y no sólo) eran abundantes. De hecho, yo me hice del Barça por la alineación y porque en mi barrio, que estaba junto a un barranco hondo, se escuchaba mejor por la radio lo que viniera de Barcelona que lo que se escuchaba de Madrid. 

Apasionado de mis colores

Por eso me sé aquellas alineaciones que presidía el nombre de Ramallets y culminaba el de Zoltan Czibor, mientras que del Madrid me quedé, sobre todo, con aquella tripleta llena de goles que se llamaban Di Stéfano, Puskas y Gento.

Era tan apasionado de mis colores, que eran los colores del Barça, que en los billares, o chapolines, como se decía entre nosotros en Canarias, siempre elegía las bandas blancas para machacarlas desde el lado grana o rojo.

En unas circunstancias u otras, yo he sido siempre del Barcelona, y quiero que gane hasta en los entrenamientos

Era, pues, un fanático tranquilo, pero era un fanático. Con el tiempo me hice cronista deportivo, así que tuve que dominar mis impulsos. Hasta hoy. La verdad es que jamás he dejado de escribir de fútbol y, por cierto, nunca he dejado al Barcelona. Tengo amigos que lo han dejado en muchas circunstancias luctuosas para el equipo, y se han pasado al eterno rival. 

En unas circunstancias u otras, yo he sido siempre del Barcelona, y quiero que gane hasta en los entrenamientos. Por esa razón, es decir, por esa querencia, mis amigos de las islas o de la Península me martirizan antes y después de los partidos, siempre con la esperanza, o la saña, de burlarse de nuestras malandanzas, que en los últimos años son verdaderamente graves y crueles.

La última de estas tristezas, ya lo saben, ocurrió una noche aciaga que se llama 2-8, de todas cuyas incidencias las radios, las televisiones y los madridistas, y no tan solo los madridistas, nos han ido contando todos los días. 

Ciertas bonanzas

Ahora hemos tenido cierta bonanza, porque el equipo ganó LaLiga, de modo que obviamente no la ganaron los otros, los adversarios. Pero… En la historia del Barça, sobre todo las que se cuentan en las radios y en otros medios, siempre hay un pero. Hasta ayer mismo el actual pero se ha referido a la posibilidad, o al deseo, según se mirara, de que el Barça no fuera admitido en la Champions. Ya se sabe, por el asunto gris, o negro, de los árbitros que asesoraban a las distintas directivas. 

Después de que esa amenaza rodara por las mesas de la dirección general del fútbol europeo, el asunto se ha zanjado a favor de que el equipo azulgrana, mi equipo, comparezca en Europa. Un alivio. Lo escuché en las noticias, y hubo tratamientos para todos los gustos. En la emisora que más escucho todos los que refirieron a la buena nueva juntaron otra vez el pero a la información. Como que queda un trozo de duda que se despejará o no en temporadas próximas. 

Siempre le deseo suerte al Barça, hasta en los entrenamientos. Pero, ¿por qué demonios no nos dan esta última noticia con cierta alegría, como diciendo que sin el Barça la Champions sería un campeonato demediado? El Barça, pero… ¿Hasta cuándo nos pondrán esa adversativa, cuando nos dejaran celebrar una noticia al menos por un ratito? 

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