Guerra en Ucrania

Los juegos del aire

Con las maniobras en Alemania se trata de mostrar al mundo, y sobre todo a Vladímir Putin, la capacidad de los aliados cuando se ponen de acuerdo

Cazas F16 en unas maniobras de la OTAN en Polonia, en un imagen de archivo

Cazas F16 en unas maniobras de la OTAN en Polonia, en un imagen de archivo / Reuters

Cristina Manzano

Cristina Manzano

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No paran los aliados de la OTAN. Apenas han terminado unas maniobras en el Ártico, en las que Finlandia ha participado ya como miembro de pleno derecho de la Alianza, cuando todo el bloque está preparado en Alemania para comenzar el lunes el mayor ejercicio aéreo de su historia, el Air Defender 23. Para tratarse de un “entrenamiento”, las cifras son ciertamente mareantes: 10.000 efectivos, 250 aeronaves, 25 países involucrados (incluidos Suecia y Japón).

Claro que estos juegos del aire no son un mero ejercicio: se trata de mostrar al mundo, y sobre todo a Vladímir Putin, la capacidad de los aliados cuando se ponen de acuerdo.

Ese es, precisamente, el punto crítico desde que Rusia decidió invadir Ucrania en febrero de 2022: el sentido de unidad y de propósito que ha inyectado en los miembros de una organización que, hasta entonces, parecía languidecer. Así se escenificó hace uno año en la Cumbre de Madrid, en la que se aprobó el Nuevo Concepto Estratégico de la Organización. Así se mantiene hoy. Una unidad reforzada por el hecho de que haya más países que quieren sumarse (con Suecia y Ucrania en la cabeza de la lista) y por los compromisos de los países a invertir más en defensa y seguridad y contribuir más, por tanto, a las capacidades conjuntas. Aunque este objetivo está siendo algo más complicado de alcanzar.

En realidad, no deja de haber un punto de esquizofrenia en el debate sobre la defensa de Europa. Por un lado, la guerra ha puesto de manifiesto la necesidad de prestar atención a unas cuestiones que durante décadas han estado muy alejadas de las prioridades de las sociedades europeas. De ahí nace el concepto de autonomía estratégica, que, bien entendido, debería guiar el desarrollo de la Unión Europea: asumir las responsabilidades y la carga que corresponde a los países europeos en cuestiones como la defensa, reducir vulnerabilidades en general y reforzar la cooperación y la complementariedad allá donde sea posible, empezado por su socio principal, Estados Unidos.

Pero la guerra no ha hecho sino aumentar la enorme dependencia que los aliados europeos siguen teniendo de EEUU para su defensa. Solo un ejemplo: de las 250 naves que tomarán parte en las maniobras en cielo alemán, 100 serán norteamericanas. A ello se suma que, ante la escasa capacidad de la industria europea para seguir el ritmo que el esfuerzo bélico ha marcado, los europeos han vuelto a poner su foco, y su dinero, en la industria estadounidense… 

Esa esquizofrenia es si cabe más aguda en Alemania, que ha visto cómo su tradicional pacifismo de las últimas décadas, bien anclado en motivos históricos evidentes, se ha trastocado de la noche a la mañana. Ejercer de anfitrión del Air Defender 23, con todo lo que implica en cuanto a organización y liderazgo es buena muestra de ello.

De momento una de las mayores preocupaciones para la opinión pública alemana y europea es cómo afectarán las maniobras al espacio aéreo y los vuelos sobre el continente estos próximos días. De las emisiones que van a generar, ni hablamos.

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