La campaña militar (96)

Ucrania lanza finalmente su ofensiva

Ninguno de los dos bandos está en condiciones de lograr una victoria definitiva, si por ello se entiende el final de la guerra

Soldados ucranianos cerca de la frontera entre Ucrania y Rusia, en la región de Jarkov

Soldados ucranianos cerca de la frontera entre Ucrania y Rusia, en la región de Jarkov / Viacheslav Ratynskyi / REUTERS

Jesús A. Núñez Villaverde

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No ha habido un día D y una hora H. Pero la ofensiva ucraniana ya está en marcha. Sencillamente los pasos dados en estos últimos meses han confluido en un punto en el que Ucrania ha recibido buena parte del material que había solicitado a sus aliados, con unos 250 carros de combate y alrededor de mil vehículos blindados de infantería en lugar destacado, aunque con la notable excepción de unos aviones de combate de cuarta generación (no solo el F-16) que, en cualquier caso, también acabarán llegando.

También ha completado el periodo de instrucción de unas tripulaciones y unos combatientes que han sido adiestrados tanto en territorio propio como en el de algunos de sus aliados occidentales. Y, finalmente, la climatología ya permite el desarrollo de operaciones campo a través.

A partir de ahí lo que ya estamos viendo es un conjunto de múltiples reconocimientos armados, llevados a cabo por pequeñas unidades, que buscan, a lo largo de un frente de más de mil kilómetros de longitud, identificar los puntos débiles de la defensa rusa para a partir de los resultados obtenidos, determinar cuándo y dónde desencadenar el ataque principal.

Un ataque que, a riesgo de quedar invalidado por los hechos, es previsible que sea protagonizado por una combinación a mucha mayor escala de medios acorazados y mecanizados –con el apoyo de los zapadores encargados de allanar los obstáculos al avance y de la artillería de apoyo directo a las unidades atacantes–, centrado en romper el corredor terrestre que le permite a Rusia alimentar a Crimea a través del territorio del Donbás bajo su control. Eso identifica al sector del frente ubicado en el óblast de Zaporiyia, y especialmente a la ciudad de Melitópol (a unos 80 kilómetros de la actual línea del frente) como el objetivo preferente.

Es evidente que Rusia procurará impedir que ocurra algo así. Para ello ha contado con más de seis meses para construir diferentes líneas de trincheras y para sembrar el terreno de minas y obstáculos de todo tipo, con la clara intención de frenar el posible avance enemigo, dotado de material occidental superior al que puede oponer Moscú, e imbuido de los procedimientos de combate de la OTAN.

Superioridad de 3 a 1

Eso, a pesar de la considerable dificultad ucraniana para concretar en el punto elegido una superioridad de medios de tres a uno con respecto al defensor, para contar con posibilidades de éxito en la misión, es un factor de enorme importancia, cuando se combina con la alta moral que de momento muestra una ciudadanía que está sufriendo un duro castigo y unas fuerzas armadas que están rindiendo muy por encima de lo que cabía imaginar hace algo más de un año.

Aun así, no cabe esperar que haya resultados inmediatos. Habrá, por descontado, sorpresas tácticas por ambos lados (ataques en suelo ruso, amenazas directas sobre Kiev), al igual que errores y tragedias humanas sumadas a las ya conocidas, pero sigue pareciendo claro que ninguno de los dos bandos está en condiciones de lograr una victoria definitiva, si por ello se entiende el final de la guerra.

Visto desde la perspectiva ucraniana, la ofensiva habrá rendido frutos si consigue recuperar parte de su territorio y si rompe el citado corredor terrestre. Para Moscú, incapacitado para retomar la iniciativa en el campo de batalla a corto plazo, la defensa habrá sido útil si logra mantener dicho corredor y evitar la pérdida de Crimea, dado que su apuesta actual es convertir el conflicto en una guerra de desgaste que cree que le favorece a medio plazo. Veremos en otoño.

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