Guerra en el este de Europa
La voladura de una presa en Jersón marca un antes y un después de la guerra en Ucrania
Ucrania reivindica avances cerca de Bajmut y Rusia asegura haber frustrado la ofensiva
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Zelenski denuncia que Rusia ha destruido el 30% de centrales eléctricas de Ucrania en una semana
Ricardo Mir de Francia
Periodista
Especialista en política internacional y reportero. Fue corresponsal en Washington durante una década, donde cubrió las presidencias de Obama, Trump y los inicios de Biden. Antes estuvo otros seis años en Oriente Medio. Licenciado en Periodismo por la Pompeu Fabra y con estudios de posgrado en Derecho Internacional, se ocupa actualmente de la guerra en Ucrania. Interesado también en temas de investigación, geopolítica de la energía, cambio climático y economía.
Después de muchos meses de escasos avances en el frente, más allá de la batalla de Bajmut, finalmente saldada con la victoria de Rusia, los acontecimientos vuelven a precipitarse en Ucrania. Días después de que las fuerzas de Volodímir Zelenski intensificaran sus ataques con artillería y maniobras de la infantería, un cúmulo de señales que desde Estados Unidos se han interpretado como el posible inicio de la esperada contraofensiva ucraniana, ambos bandos se acusaron el martes de volar una gigantesca presa en el sur del país. Torrentes de agua comenzaron a fluir a través del embalse y central hidroeléctrica de Nova Kakhovka en la región de Jersón, un desastre ecológico de primer orden que puso en marcha la evacuación de miles de civiles a ambos lados del frente.
Hay más preguntas que respuestas a estas horas sobre la autoría del ataque o las consecuencias que tendrá en el ámbito militar, pero hay pocas dudas de que serán múltiples y variadas. La presa estaba en manos rusas desde los primeros días de la invasión, cuando fue ocupada por las tropas que avanzaron hacia el norte desde la península de Crimea. Estratégicamente fue un golpe notable. Primero porque Nova Kakhovka era una de las principales fuentes para el suministro de agua y electricidad en la región, mayoritariamente agrícola, aunque también con una potente industria naval. Su caudal se utilizaba además para enfriar los reactores de la central nuclear de Zaporiya, la mayor de Europa, situada una 75 kilómetros río arriba. Sus seis reactores llevan tiempo apagados, pero requieren mantenerse a temperaturas estables. Tanto las autoridades ucranianas como los expertos de la ONU señalaron que la destrucción de la presa no supone por el momento un peligro inmediato para los reactores.
Y un factor más a tener en cuenta. Desde Nova Kakhovka parte el llamado Canal del Norte de Crimea, que aportaba el 80% del agua utilizada en la península hasta que el Kremlin se la anexionara en 2014. De modo que lo primero que hicieron las tropas rusas al tomar el control de la presa fue restaurar el flujo del canal hasta Crimea, un auténtico agujero presupuestario para el Kremlin, que se ha gastado en los últimos años cientos de millones de euros en construir pozos, embalses y otras soluciones para paliar los escasos recursos hídricos de la península. Las autoridades Crimea han afirmado este martes que, por el momento, el nivel del canal no se ha resentido, aunque también señalaron que hay riesgo de que la voladura acabe poniendo en riesgo el suministro de agua en la península.
Acusaciones cruzadas
Las autoridades ucranianas explicaron que la explosión se produjo durante la madrugada del lunes al martes y fue de tal magnitud que llegó a escucharse a 80 kilómetros de distancia. Según el operador estatal hidroeléctrico, la explosión se habría producido en la sala de máquinas de la presa. Kiev no tardó en culpar a “los terroristas rusos” del ataque. “Es físicamente imposible volarla desde fuera con artillería o misiles. Los ocupantes rusos habían minado la presa y la volaron”, añadió Zelinski tras describir lo sucedido como “el mayor desastre medioambiental provocado por el hombre en Europa en las últimas décadas”.
Desde el Kremlin, sus portavoces aportaron una versión contraria. Dmitri Peskov afirmó que se trató de “un acto deliberado sabotaje ucraniano para dejar a Crimea sin aguas”. Lo cierto es que no es la primera vez que las copiosas presas hidroeléctricas del país se convierten en un arma de guerra. El pasado mes de septiembre una docena de misiles rusos, algunos de ellos hipersónicos, lograron hacer un boquete en la hidroeléctrica de Karachun, pegada a la ciudad de Krivyi Rih, en el centro del país. La inundación de varios barrios de la ciudad pudo ser abortada gracias a la rápida respuesta de las autoridades locales, que lograron sellar la compuerta con 100 toneladas de piedra y arcilla, según informó este diario desde Ucrania semanas después.
No solo Rusia ha jugado con las presas. Dos días después del inicio de la invasión, los ucranianos agujerearon un embalse al norte de Kiev, que regula el caudal de río Irpin, para frenar el avance de los tanques y los vehículos mecanizados rusos sobre la capital, una maniobra que acabó siendo importante en su defensa. Como entonces, el conflicto está ahora en un momento determinante, a las puertas de una contraofensiva ucraniana que no debería demorarse mucho si Kiev no quiere quedarse sin tiempo, dado que la estación del barro suele regresar al país en otoño.
A juicio de los analistas, ambas partes tiene algo que ganar, pero también mucho que perder con la voladura de la presa. Por un lado, con la inundación de las tierras al sur del embalse, Rusia lograría sellar aquella zona ante un posible ataque ucraniano y reducir el tamaño potencial del frente, pudiendo recolocar a algunas de sus fuerzas en otros puntos.
En el caso de Ucrania, los beneficios a corto plazo se antojan menores, aunque sí saldría ganando si la destrucción del embalse acaba secando el caudal que llega a Crimea por el canal.
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