Cielos naranja y cómo frenar el fin
Dos novelas distópicas coinciden ahora en las librerías con un mensaje muy oportuno: la naturaleza puede salvarnos de nosotros mismos
Carol Álvarez
Subdirectora de El Periódico
Subdirectora de El Periódico. Cultura, tendencias sociales y Barcelona.
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En apenas unos días, dos novedades editoriales han traído de nuevo visiones apocalípticas sacadas de la ciencia-ficción a las librerías. Comparten espacio en la sección de ficción, pero si las lees estos días, cuando a ratos la televisión nos hipnotiza con imágenes de la Nueva York naranja, sumida en el ámbar del aire cargado de ceniza de los cientos de incendios simultáneos de Canadá, es difícil que no te sobrecoja, aunque sea solo unos instantes, la sensación de que la crisis mundial irreversible está más cerca.
Y es que la naturaleza juega un papel esencial en los escenarios ficticios que dibujan las novela para que la humanidad siga adelante. La escritora británica Kay Dick se marcó en 1977 'Ellos', una historia distópica donde el mundo ha sido tomado por una forma de cultura de la cancelación extrema y el pensamiento y la creatividad son perseguidos y castigados por un gobierno burócrata y autoritario, así como toda manifestación artística. Los resistentes solo pueden alimentar sus ganas de vivir a partir de baños de mar y largos paseos por la naturaleza o el cuidado de jardines. La novela fue premiada pero no acabó de cuajar en su tiempo ... hasta ahora. El año pasado el libro fue encontrado en una tienda de segunda mano y su reedición ha tenido una segunda vida mucho más luminosa que la primera.
Los chapuzones de la protagonista de 'Ellos' (Automática) en el mar entroncan con los fieros encuentros con el océano de otro personaje femenino, la Franny que guía la trama de 'La última migración' (Salamandra). Su vida torturada, muy atada a los pájaros desde niña y su ansia de libertad y seguir las estaciones y las mareas, el instinto migratorio, marcan una historia basada en un supuesto futuro donde todos los animales se extinguen y apenas sobreviven las especies más ligadas a las necesidades económicas del hombre, como los animales de granja. Franny se lanza a aguas heladas para sentirse viva, y maldice a la humanidad por ser responsables de la extinción animal. La novela de Charlotte McConaghy es un viaje doloroso y a la vez salvaje como solo pueden ser los animales, por eso es una reivindicación total de la naturaleza y defiende su poder curativo.
Fuera de la ficción, los incendios devoran Canadá, envenenan el aire de las ciudades de Estados Unidos y ya alcanzan los cielos de la costa de Islandia con sus partículas de ceniza. Compiten con los estragos causados por los fuegos de Siberia, también de cielo naranja, y nos retrotraen a la temporada negra de fuegos de Australia de 2020, que se saldó con más de 24 millones de hectáreas quemadas, 34 fallecidos y con efectos tóxicos en el aire que se relacionan con 440 muertes. Fuimos entonces conscientes de la extinción masiva y en tiempo real que vivimos, y el gobierno australiano se sumó a un plan que siguen unos pocos países para salvar especies, al menos 110 del millar que están en riesgo extremo en su territorio. La conciencia climática se alimenta día tras día del recuento de bajas y altas en el gran tablero global, como en una partida que parecía infinita pero no lo es. Alta: se ha logrado la reintroducción del demonio de Tasmania, el marsupial carnívoro más grande y que se había extinguido en la Australia continental hace 2.000 años. Baja: al menos un ave muere electrocutada cada día en las líneas de alta tensión de Catalunya, que tardan en implementar planes para reducir su impacto.
¿Qué clase de naturaleza nos puede salvar de nosotros mismos? ¿Cómo podemos concienciarnos de una vez por todas de que nuestro destino está ligado hasta las últimas consecuencias?
Mosquitos tigre
El mapa de la biodiversidad cambia su relieve continuamente por su relación con nosotros: bajaron los jabalíes a la ciudad, las abejas se retiraron, los mosquitos tigre expanden su zona de influencia montaña adentro en Catalunya y España, noche y día, y viajan en tren y autobús para multiplicar su poder. ¿cómo protegernos? ¿cómo integrarlos? ¿pasa algo grave en el ecosistema si exterminamos los mosquitos?
Los múltiples futuros imaginados dan al medio ambiente un papel clave en el nivel de bienestar que alcanzaremos, y la frontera entre lo es bueno y malo se desdibuja, vuelve a levantarse un poco más allá, en un baile que parece imposible entre nuestros intereses económicos y la sostenibilidad del planeta donde respiramos, cada vez más teñido de un inquietante color naranja.
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