Maragall, teniente de alcalde de Colau
El ‘quietismo’ anunciado por Junqueras debería ser repensado. Sería bueno que Esquerra recordara que todo el espacio al que renuncie será ocupado por la sociovergencia
Joan Tardà
Exdiputado de ERC.
Pido disculpas por autorreferenciarme. El año pasado, y con el título 'Mejor Maragall y Colau' (que Maragall o Colau), lamentaba que en 2015 y 2019 en ERC hubiera prevalecido el criterio de no hacer gobierno con los Comuns. La suma del pujante aliento republicano y la firmeza de los herederos del 15M hubiera posibilitado superar la 'tocada', pero no hundida, Catalunya sociovergente y contribuido a estabilizar más y mejor la fuerza del 'procés'. Al pecado de ERC se añadió la soberbia de los Comuns al aceptar la 'operación Valls', con lo cual el tren de la alianza republicana, refrendaria y progresista, pasó de largo por incomparecencia de los protagonistas.
Pero la responsabilidad de Maragall al negarse a participar en la cruzada anticolauista, un trabajo de oposición progresista que a menudo dejaba en evidencia el lastre de Colau al depender solo del PSC y los intereses cruzados en el Parlament y en el ayuntamiento para sacar adelante presupuestos bombardeados por PSC y Junts, hacía prever que republicanos y Comuns no cometerían un tercer error.
De hecho, Maragall aplicaba la hoja de ruta republicana para el logro de mayorías de progreso en pro de escenarios favorables a un referéndum pactado que no excluya ninguna opción. Unas mayorías imposibles de alcanzar si se incrementa la fractura social y no se para la banalización del nuevo fascismo. O bien se ignoran los cambios demográficos, culturales y lingüísticos experimentados en el país en los últimos años, así como la aparición de nuevos modelos de identidad. Una estrategia para la acumulación de fuerzas llena de dificultades, ciertamente, algunas de las cuales, además, exógenas a nuestro país y al Estado español. Es decir, no controlables.
Voluntad de demostrar a la ciudadanía que la solución refrendaria viene bajo el brazo de quienes les son útiles en la causa de la justicia social. Al final, la acumulación de fuerzas no se limita solo a obtener más apoyos electorales con tu propia marca, sino también a crear los escenarios más favorables para hacer que tu propuesta sea compartida o reconocida como posible por otras fuerzas políticas.
Renunciar a estar presentes en un gobierno municipal tripartito de izquierdas y no exigir que la alcaldía la ostente Ada Colau (tan solo dos centenares de votos la separan de Collboni) significa, de facto, frenar la evolución de la hoja de ruta. Un incomprensible acomplejamiento, porque la clave del éxito del republicanismo radica en el hecho de que sea capaz de establecer alianzas con Comuns y de competir con el PSC desde la colaboración, para impedir que el independentismo acabe siendo capitalizado por el nacionalismo posconvergente más implantado en sectores sociales acomodados, alimentado por el 'trumpismo borrasista' o por la irrelevancia voluntaria de la CUP. Y por un PSC políticamente más hispanizado y refractario a asumir el Acuerdo de Claridad con tanta resistencia como deseo tiene del retorno del mundo convergente y de un pacto Trias-Collboni.
Complicidades de izquierda
El escenario poselecciones generales de julio evidencia cómo serán de necesarias las complicidades entre las izquierdas, atendiendo a las enormes amenazas que planean sobre Catalunya. Más nacionalismo español de la mano de PP y Vox generará complicidades entre el mundo catalanista. Mejor, pues, que el momento coja al republicanismo arraigado en Barcelona. Y si, por el contrario, del 23 de julio sale la revalidación de la coalición actual, que la capital del país se convierta en caja de resonancia del desbloqueo de la mesa de diálogo. En definitiva, hacer camino en la construcción de una negociación Catalunya-España (Acuerdo de Claridad u otras propuestas que puedan surgir a iniciativa del independentismo y las fórmulas a proponer por parte del PSOE).
Los afiliados y votantes de Esquerra tendrían que enorgullecerse de haber planteado la batalla del 'posprocés' en campo abierto, a la intemperie, a pesar del asedio de los represores y del 'fuego amigo'. Y entender que el accidente electoral de domingo ha sido un precio ineludible, pagado por la soledad a la hora de abrir el camino de la conquista democrática del referéndum pactado. Reconvertir el 'procés' para hacerlo ganador, he aquí una estrategia de éxito que solo requiere aplicarla mejor. No sustituirla.
Sería bueno, pues, que ERC recordara que todo el espacio al que renuncie será ocupado por la sociovergencia, porque Trias y Collboni juegan con la ventaja que ni se dirigen a la misma tipología de ciudadanos ni defienden modelos sociales y económicos distintos.
Por eso, quizás valdría la pena que el 'quietismo' anunciado por Junqueras en Barcelona fuera repensado.
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