Artículo de Joan Tardà

Maragall y Colau mejor que Maragall o Colau

Más allá de quien llegue primero a la meta y tenga que liderar, la empresa empieza por la no comisión (¡por tercera vez!) de los mismos errores

Ada Colau y Ernest Maragall, durante un debate electoral

Ada Colau y Ernest Maragall, durante un debate electoral

Joan Tardà

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En otoño, a las puertas de la precampaña de las elecciones municipales, los gurús de la demoscopia y los sabios asesores de los partidos impondrán argumentarios que imposibilitarán evaluar el precio pagado por las desavenencias de las izquierdas que buscaban ser alternativa al PSC y al mundo convergente en el 'cap i casal' de Catalunya. Lo habían pretendido, pero no lo lograron, razón por la cual hay que preguntarse por el alcance de la prenda que se endilgó a la Barcelona popular y de tradición republicana. De entrada, conviene hacer constar la testarudez, en 2015, de un sector de Esquerra de rehuir una relación de colaboración dentro del mismo gobierno Gobierno municipal con la nueva alcaldesa, desaprovechando la oportunidad de hacer converger el pujante aliento republicano con el vigor de lo representado por Ada Colau. Una líder convertida entonces en icono del renovador y contestatario 15-M. O lo que es lo mismo: una oportunidad perdida por el independentismo de izquierdas que hubiera comportado una mayor implicación de Barcelona en Comú en el proceso previo al 1-O y ganar, al compartir proyecto, más reconocimiento en los distritos donde el PSC había perdido la hegemonía. De igual manera que la contraparte, de la mano de Esquerra, habría fortalecido su proyecto alternativo ante una posible recuperación del PSC, que nunca ha abandonado el objetivo de convertirlos en su muleta, tal como históricamente lo había sido ICV.

Desgraciadamente, al cabo de cuatro años, en 2019, a pesar de la oposición sensata ejercida por parte de Alfred Bosch (prisión Modelo, metro de Zona Franca...), los caminos habían divergido bastante. Los 'comuns' saboreaban los beneficios de la geometría variable y la agudización del 'procés' había comportado una pérdida de protagonismo de su sector soberanista, tal como reflejó la evolución de Xavier Domènech. Desconfianzas crecientes que dinamitaban la unidad de acción entre republicanos y 'comuns', alimentadas, más desde fuera que desde el interior de sus organizaciones, por mensajes que atribuían a unos “ser más nacionalistas que no de izquierdas” y, a los otros, “haber llegado para torpedear el proceso de independencia”.

El guion para una segunda oportunidad perdida en 2019 parecía, pues, preescrito. Y, ciertamente, volvió a imponerse. Por un lado, se concretó en el 'quietismo' del candidato ganador, Ernest Maragall. Persona de preparación, experiencia y popularidad difíciles de igualar, fue arrastrada hacia el absurdo convencimiento que la victoria en número de sufragios era condición suficiente para lograr la alcaldía, sin necesidad de avanzarse en el ofrecimiento de un Gobierno de coalición o de una presidencia compartida. De otra, en la aceptación por parte de la alcaldesa Colau de la 'operación Valls', contestada también entre los suyos porque traicionaba el 'Sí se puede', en la medida que el personaje había sido financiado por la peor derecha, por lo cual los mismos 'comuns' en campaña los habían denominado “representantes de los Fondos Black”. En definitiva, un 'Todo para salvar a la alcaldesa Colau', aunque comportara quedar atrapados con el PSC.

Aun así, la trayectoria de Ernest Maragall se ha caracterizado por sobresalir en una oposición realista y constructiva, constatada en el apoyo a las cuentas municipales, en propuestas exitosas como los programas antirruido, la conexión del tranvía y otros. Y en la no participación en la creación de estereotipos torpes, surgidos de la derecha mediática y económica, que pretenden sin ningún pudor y demagógicamente atribuir a Ada Colau la causa de todos los males de la ciudad. De igual manera, desde En Comú Podem el relato hacia Esquerra se ha desprendido de suficientes prejuicios, tanto en la vida municipal como en cuanto a la colaboración con el Govern de Aragonès. Fuerzas políticas, ambas, que presentan programas electorales notoriamente coincidentes, que han coincidido también en cuestiones tan estructurales como el rechazo al proyecto del Gobierno español de ampliación del aeropuerto del Prat, avalado por el PSC y Junts. Socialistas y nacionalistas temerosos (el pacto en la Diputación de Barcelona y en los consejos comarcales lo prueban) de que las izquierdas deseosas de conquistar todas las soberanías puedan arrebatarles la hegemonía mantenida durante décadas.

Maragall y Colau están condenados a competir. Y muy seguro que tanto él como ella reclamarán apoyo para transformar la ciudad en clave progresista. Si es así, si se trata de comprometerse a 'transformar', tendrán que tener presente que, más allá de quién llegue primero a la meta y tenga que liderar, la empresa empieza por la no comisión (¡por tercera vez!) de los mismos errores.

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