Nuestro mundo es el mundo | Artículo de Joan Tapia

El pacto del ‘seny'

El acuerdo presupuestario entre ERC y el PSC es el primer concierto transversal en 10 años

Pere Aragonès y Salvador Illa, asi han firmado los Presupuestos de Catalunya

Pere Aragonès y Salvador Illa, asi han firmado los Presupuestos de Catalunya / FERRAN NADEU

Joan Tapia

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El acuerdo entre ERC y el PSC para los presupuestos de 2023 tendrá consecuencias en el presente y el futuro de Catalunya. Los presupuestos serán aprobados con los votos de ERC, el partido del Govern, y los del PSC, la principal fuerza de la oposición, con 33 diputados cada uno, y superarán de largo la imprescindible mayoría absoluta de los 68 escaños gracias al acuerdo previo de Aragonès y Jéssica Albiach, la líder de En Comú Podem (ECP).

El pacto es muy relevante por tres grandes motivos. El primero es que permitirá tener presupuestos, algo siempre clave porque la Generalitat es un agente económico y social de primer nivel y tener sus cuentas operativas contribuye a la estabilidad económica y al bienestar social. Todavía más en 2023, con presupuestos expansivos -más gasto público y poco aumento de la presión fiscal-, lo que permitirá afrontar mejor un año ensombrecido por la gran incertidumbre generada por la guerra de Ucrania y el disparo de la inflación. Máxime cuando todos los organismos internacionales -el último el FMI- prevén una fuerte desaceleración del crecimiento europeo que en Catalunya y en España superó el 5% en 2021 y 2022. El acuerdo presupuestario implica así una apuesta mayoritaria por priorizar la estabilidad y la protección social. Sin presupuestos, la incertidumbre sería mayor y mucho más preocupante. Y además se abre el camino hacia unas mejores infraestructuras, como el aeropuerto, necesarias para no perder capacidad de conexión y competitividad.

En segundo lugar, porque es, desde hace más de 10 años, el primer pacto político de entidad entre dos fuerzas de gran implantación (ERC y PSC) que han estado enfrentadas y en trincheras diferentes durante el 'procés'. Las dos tienen objetivos distintos, incluso divergentes, respecto al futuro de Catalunya -una es independentista y la otra federalista-, pero han sido capaces de subordinar sus discrepancias a las necesidades a corto plazo del país para resistir un momento económico difícil. Y a que los sentimientos identitarios, siempre respetables, no entorpezcan ni el día a día ni el futuro, lo que por desgracia ha ocurrido muchas veces los últimos años. 

No es normal que las cuentas de un Gobierno sean aprobadas con los votos del primer partido de la oposición. Es un triunfo del pragmatismo

Aragonès e Illa merecen pues un aplauso porque han sabido -pese a las dificultades y las asperezas de la larga negociación- superar una situación de ‘impasse’ y llegar a pactos transversales que serán necesarios los próximos años. La política catalana puede estar entrando en el 'posprocés' pues, a la hora de la verdad, ERC ha llegado a la conclusión de que el pacto con el PSC y ECP le permitirá gobernar mejor que la coalición con Junts per Catalunya. Justo todo lo contrario a lo que el independentismo predicó en la última campaña catalana -con veto al PSC incluido- y al pacto de investidura de Aragonès con Junts y la CUP. El eje identitario pierde protagonismo y se logra un pacto transversal que quizás sea pionero. Estamos todavía muy lejos de la siempre tensa y fructífera colaboración del PNV y el PSOE en Euskadi, pero mucho menos lejos que hace muy pocos meses.  

Por último, el pacto es relevante porque implica el triunfo -al menos por una vez- del pragmatismo. No es nada normal que los presupuestos de un Gobierno que se ha quedado sin mayoría sean aprobados con los votos del primer partido de la oposición. Y tampoco es normal que un Gobierno con 33 diputados sobre 135 siga gobernando con la relativa comodidad de unos presupuestos aprobados. 

Por eso es un pacto meritorio que se ha alcanzado con dificultades y asperezas debido a desconfianzas profundas y antagonismos recientes. Illa renuncia, por responsabilidad, a hacer la vida casi imposible a su principal competidor electoral. Y Aragonés apuesta, por responsabilidad, a que un partido de gobierno debe asumir las realidades, incluidas las parlamentarias, si quiere mantener la confianza de los electores. Lo principal es que los dos partidos han sabido priorizar el 'seny' a los legítimos sentimientos e intereses partidarios. Es alentador. Y aún más si lo comparamos con lo que pasa en Madrid entre el PSOE y el PP.

Pero el día a día sigue. Y la relación entre ERC y el PSC será complicada en un año con dos grandes campañas electorales por delante.    

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