APUNTE

Y alguien le gritó a Serrat: “¡Eres mejor que Messi!”

Multimedia: Gràcies, Serrat: Rosalía, Estopa, Julia Otero... 20 amigos y personalidades rinden homenaje al cantante

Barcelona 20/12/2022 Icult. Primero de los tres últimos conciertos de la gira 'El vicio de cantar. Serrat 1965-2022' de Joan Manuel Serrat en el Palau Sant Jordi que pondrá fin a su carrera Foto de Ferran Nadeu

Barcelona 20/12/2022 Icult. Primero de los tres últimos conciertos de la gira 'El vicio de cantar. Serrat 1965-2022' de Joan Manuel Serrat en el Palau Sant Jordi que pondrá fin a su carrera Foto de Ferran Nadeu / FERRAN NADEU

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

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Sé que no fue así. Sé que no puede ser así. Sé que, aun tratándose de Joan Manuel Serrat, es imposible, pero uno diría que el ‘noi de Poble Sec’ había dado órdenes expresas, de esas órdenes que se dan con cariño, con tacto, casi en silencio, órdenes de abuelete de toda la vida, para que todo, todo, todo fuese maravilloso. Como así fue. Una fiesta de despedida.

Y las fiestas de despedida empiezan cuando tú llegas a la casa del que te invita y todo el mundo te recibe con cariño (los guardias urbanos), con tacto (los muchachos que te dicen dónde debes aparcar la moto) y una sensibilidad extrema, casi familiar, en las chicas que te indican cuál es tu fila y hasta dónde está tu asiento.

Viejos llorones

Insisto, Serrat le había dicho a alguien, al sumo hacedor de ese milagro que es su despedida, que todo debía salir redondo. Y salió, ¡vaya si salió! Allí estábamos un montón de carrozas, algunos con sus hijos/as, pocos con sus nietas/os, pero todo el mundo, como muy bien intuyó el cantante, para disfrutar de sus canciones de siempre y llorar a lágrimas suelta, cual seguidores enamorados del hombre que guió nuestras vidas “golpe a golpe, verso a verso” y que nos había convocado allí para decirnos adiós.

Eso sí, sabedor de que nos íbamos a emocionar, ¡vaya, hombre, como se emocionó él, faltaría más!, pidió a su público que, por favor, no se secaran las lágrimas “con la manga de la chaqueta de vuestro vecino de fila”. El problema es que no hubo ocasión, porque somos tan viejos que no estábamos pendientes de nuestro compañero de fila sino de él, de sus extraordinarios músicos ¡Dios cómo sonaban! y de su discurso intimista, ecologista y pacifista porque, como reza una de sus canciones (aunque con motivo diversos: Algo personal) “entre ese tipo y yo, hay algo personal”.

Primero de los tres últimos conciertos de la gira 'El vicio de cantar. Serrat 1965-2022' de Joan Manuel Serrat en el Palau Sant Jordi que pondrá fin a su carrera.

Joan Manuel Serrat, en su despedida, ayer, en Barcelona. / FERRAN NADEU

Hay una vida. Una vida demasiado larga, en la que, por una noche y sin que sirva de precedente, muchos, no todos, no, pues los había muy, muy, vergonzosos, acabamos tarareando sus canciones “golpe a golpe, verso a verso” y hasta gritado el “pare, digueu.me què li han fet al riu que ja no canta”, como si fuésemos, que no lo somos, no, fans de Melendi o Alejandro Sanz.

Sonido cautivador

Fue todo una delicia porque aunque Serrat sigue jugueteando con su voz, que, en el inicio, simuló ser un hilito de voz, y a la segunda pieza ya era un vozarrón, los compañeros que ha escogido pero este adiós con lágrimas (“he venido a despedirme en persona, que es como debe ser”) son absolutamente maravillosos, empezando por su colega de siempre, el arreglista y pianista Ricard Miralles, y terminando por el pletórico ‘Kitflus’, Josep Más, en el otro lado del escenario.

En medio, auténticos y prodigiosos instrumentistas, como esa guitarra limpia ‘a lo Eric Clapton’ de David Palau, la redonda batería de Vicente Climent, el poderoso contrabajo (de verdad, de los antiguos) de Rai Ferrer, los mil vientos y el acordeón de José Miguel Sagaste, redondeando esta espectacular orquesta Uixi Amargós, hija de otro inmenso músico y arreglista, que no solo extrae sonidos increíbles de la viola sino que tiene una voz prodigiosa, al cantar ‘Es caprichoso el azar’ a dúo con Serrat.

Cuando todo estaba por acabar (“lo siento, pero todo lo que empieza acaba, que les toque el gordo o, como decía mi madre, ‘salud para mí y mis hijos y trabajo para mi esposo’”) y la gente no paraba de aplaudir, repito, entre ese tipo y yo, hay algo personal, alguien gritó desde muy cerca del escenario (podía ser un amigo, sí, fijo), “eres mejor que Messi, no te vayas nunca”. Debió ser el mismo que, a la salida, me preguntó si sabía si quedaban entradas para el concierto de esta noche “pues quiero repetir”.

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