Artículo de Rafael Vilasanjuan

El desorden de Israel

Un adhesivo de la campaña electoral del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu

Un adhesivo de la campaña electoral del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu / Corinna Kern

Rafael Vilasanjuan

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El mundo avanza hacia posiciones extremas por todos lados. Cuando este martes los israelís acaben decidiendo el sentido de su voto comprobaremos que ni siquiera la que se precia de ser la única democracia de Oriente Medio, está exenta de esas tensiones intolerantes. Es la quinta convocatoria a las urnas en tres años.

La inestabilidad del estado judío no viene únicamente de Palestina, su parlamento, fraccionado en más de una docena de partidos, no deja de ser el termómetro de tiempos convulsos y la amenaza a constantes cambios en el poder en una zona del mundo especialmente convulsa. La salida de uno de esos partidos dejo sin mayoría al gobierno de centro izquierda de Yahir Lapid, que ahora se enfrenta de nuevo al histórico Benjamín Netanyahu, el líder con más años de gobierno en Israel, al tiempo también uno de los que más ha polarizado el conflicto con Palestina.

No está claro que Netanyahu pueda alcanzar la mayoría, para eso necesita aglutinar a toda la derecha, desde la menos reaccionaria a los ultraortodoxos. En torno a su figura se polariza el voto, es el candidato que recibirá más apoyos y también el más odiado en las encuestas. Con la biblia en la mano y con el supremacismo judío sobre los palestinos, Netanyahu aglutina religión y nacionalismo, la fórmula que acaba apelando al apocalipsis, para justificar el poder. Sus rivales en cambio pueden ser mayoría, pero los partidos de centro e izquierda que están de acuerdo en batir a Netanyahu, tienen diferencias en muchos asuntos mayores, lo que de nuevo devuelve la posibilidad de un gobierno muy frágil.

Mientras tanto puede que la guerra en Ucrania impida ver otra violencia, pero el enfrentamiento entre Israelíes y Palestinos deja este año el balance más sangriento en la zona desde la última intifada. Provocadores de uno y otro lado buscan que manden los extremos. Sabemos que el dialogo evita muertes, pero entre la polarización y el desorden solo podemos esperar más radicalización y violencia.

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