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La greña entre Esquerra y el PSC

Pere Aragonès y Salvador Illa

Pere Aragonès y Salvador Illa / ERC / EFE / ANDREU DALMAU

Albert Sáez

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La política tiene mucho de escenificación. Los primeros pasos del nuevo gobierno de Pere Aragonès tienen que ver más con la etapa que se cierra que con la que se abre. Su insistencia en que sea Junts quien le vote los Presupuestos de la Generalitat hurga en las contradicciones de los de Jordi Turull para ver si salta la banca y algunos 'exconsellers' se lanzan a la aventura de escindirse. Esquerra busca la hegemonía dentro del independentismo para orientarlo hacia sus postulados y acabar con la puja de la última década. Lo arriesgado de esa maniobra es que los hipotéticos escindidos de Junts pactarían antes con el PSC que con los republicanos. A los socialistas, en cambio, les interesa la estabilidad en Catalunya por diversos motivos. Desde marcar distancias con los tiempos del PP en La Moncloa hasta su innata vocación de partido de gobierno ajeno a las estridencias de la política catalana. Pero también les va bien esa pugna permanente entre independentistas que ya les dio la victoria en escaños en las últimas elecciones catalanas, cosa que cierta prensa y ciertos dirigentes olvidan a menudo.

Cuando la escenificación se convierte en parodia asistimos a espectáculos como los del anterior Gobierno de Aragonès. Esquerra y PSC han dicho por activa y por pasiva que la lucha contra las consecuencias de la invasión de Ucrania, principalmente la inflación, exige que se aprueben presupuestos en Madrid y en Barcelona para el año 2023. La chaladura de Borràs y compañía no ha cambiado de repente esa realidad. Pero ahora, unos y otros cacarean sobre la posibilidad de prolongar las cuentas en una y otra administración. Puede ser, como ha escrito Josep Martí, un rito de apareamiento. Pero cuidado porque los rituales los carga el diablo y a veces lo dicho, recordemos la ruptura con Junts o la repetición de elecciones por el choque de PSOE y Podemos, se convierte en una losa que impide hacer lo que hay que hacer y lo que todos saben que deben hacer. Los exabruptos son cada día más una dificultad para la acción política. Junqueras lo sabe casi siempre, excepto cuando habla del PSC. Illa y Aragonès tienen algo más de prudencia. Pero se les puede acabar, cosa que dejaría a los ciudadanos a los pies de los caballos de una inflación desbocada sin escudo de protección. O al menos eso nos habían dicho ellos mismos.

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