La nota

¿Elecciones el 18 de julio?

El independentismo tendrá un gran fracaso si deja a Catalunya sin Gobierno en plena crisis, pero los choques entre ERC y JxCat aumentan cada día

Pere Aragonès, en rueda de prensa junto a otros dirigentes de ERC

Pere Aragonès, en rueda de prensa junto a otros dirigentes de ERC / Quique García (EFE)

Joan Tapia

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Las elecciones catalanas se celebraron ya hace tres meses, el 14 de febrero. Ganó el PSC, pero se repitió la mayoría absoluta de los tres partidos independentistas que juntos suman 74 escaños. La formación de otro gobierno independentista, presidido por el republicano Pere Aragonès, parecía segura. Y por eso ERC votó a Laura Borràs (JxCat) presidenta del Parlament. Era, como en el 2017, la compensación debida: el segundo partido soberanista obtenía la presidencia del Parlament.

Pero no fue así. En las votaciones del 26 y 30 de marzo JxCat impidió la investidura de Pere Aragonès. Todo el mundo decía que, pese a ello, la consumación de un cisma independentista que obligara a unas nuevas elecciones era imposible. Pero, a medida que han pasado los días, los choques entre ERC y JxCat -en especial por el papel de Carles Puigdemont y su Consell de la República- se han agudizado.

Y hoy, tras los teatrales desencuentros del fin de semana, que la pelea entre postconvergentes y republicanos no se solucione antes de la fecha límite del 26 de mayo, y fuerce la repetición electoral en una fecha tan 'golpista' como el 18 de julio, es una posibilidad que no se debe descartar.

ERC, nerviosa por las maniobras de JxCat para retrasar la investidura y temerosa de la proximidad del 26 de mayo, decidió el sábado romper las negociaciones para un gobierno con JpC y gobernar sola. Confiaba para ello en la oferta de Jordi Sànchez de que facilitaría la investidura de Aragonés en el caso de que el gobierno conjunto resultara imposible. Y ERC prometía trabajar para ese Gobierno con JxCat tras la investidura.

Pero ERC hizo, siendo benevolentes, un cálculo pésimo. JxCat ya no cumplió lo de investir a Aragonès tras la elección de Laura Borrás. Y ahora Jordi Sànchez ha corregido su oferta. JxCat solo prestaría cuatro votos -los imprescindibles- si Aragonès logra, además de los suyos, los 9 de las CUP y los 8 de los 'comuns'. Luego añadió que los 'comuns' deberían aceptar una hoja de ruta independentista. Conclusión, el intento de Aragonès está condenado al fracaso. Ni Puigdemont, que sería irrelevante en Bruselas (representante del tercer grupo parlamentario catalán), ni los de JxCat que quieren 'conselleries' lo tragarán.

Pero quizás no sea el punto final definitivo. JxCat propone seguir negociando para un Gobierno conjunto y llegar a un acuerdo que -dice- no es imposible y en el que el gran obstáculo es el papel del Consell de la República. Creen que alargar la negociación les favorecerá. Y no se puede descartar que el órdago de Aragonès de un gobierno monocolor de ERC sea un movimiento táctico en una negociación entre dos socios que saben que la independencia no es para mañana -ni pasado mañana- y que se pelean por el botín de los cargos y por capitalizar la liturgia del referéndum del 2017 y de la famosa república.

Pero el incremento de la tensión entre los dos socios, tras años de mala convivencia y al final de una escabrosa negociación, puede acabar mal. Al 26 de mayo puede llegarse sin acuerdo. Un fracaso descomunal. Dejar a Catalunya sin Gobierno en plena crisis y al final de la pandemia sería una gran irresponsabilidad. Pero algunos en JxCat, quizás en Bruselas, pueden pensar que ERC solo ganó a JxCat por un miserable escaño y 35.000 votos. Y que en julio las cosas serían diferentes. ERC ha pecado de soberbia ingenua, pero ¿están, todos, en JxCat dispuestos a llegar tan lejos?

El electorado soberanista se ha demostrado inmune a las promesas imposibles e incumplidas, pero…         

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