Al contrataque
España en 94 segundos
Ernest Folch
Editor y periodista
Ernest Folch
España cabe hoy en 94 segundos. Bastó la rueda de prensa del entrenador del Eibar en Almería para destilar el Estado actual de las autonomías y visualizar, crudos, los tres roles del país plurilingüístico. Estaba la víctima, Garitano, menospreciado por hablar su propia lengua. Estaba el villano: un par de intransigentes que viven todavía en 1939. Y estaba el héroe, el jefe de prensa del Almería, un tal Juanjo Moreno, que se jugó el tipo simplemente por pedir «respeto». En una sola sala coincidieron el que ejerce su cultura, el que la reprime y el que la respeta. Como era previsible, la escena terminó mal, con el entrenador teniendo que abandonar la sala para salvar su dignidad, pero como todo es susceptible de empeorar, faltaban aún la prensa y los tertulianos ultras que, narcotizados por sus propias ideas, pronunciaron frases del estilo «en España hay que hablar la lengua que entiende todo el mundo, que es el castellano», para recordarnos que no había sido ningún incidente sino una síntesis del momento.
Un debate a medias
Como era de prever, se ha abierto el debate, pero una vez más nos hemos quedado a medias. ¿Hablamos de lengua? De acuerdo, pero hablemos en serio. Porque el problema no es que no se pueda hablar en euskera tras un partido de fútbol sino que tampoco puede usarse en este Congreso de los Diputados que dice representar la pluralidad. Mientras los políticos crean que sus votantes son los energúmenos que increpaban a Garitano y no el jefe de prensa del Almería, nadie tendrá narices de obligar a enseñar el gallego en las escuelas de Sevilla (sí, sí, en las escuelas de Sevilla), ni un diputado podrá interpelar a Mariano Rajoy en catalán, y este si hace falta deberá escucharlo en traducción simultánea a través de unos auriculares (sí, sí, a través de unos auriculares). Mientras no haya narices para emitir Pa negre en prime time en La 1 en versión subtitulada (sí, sí, en versión subtitulada) y no se obligue (sí, sí, se obligue) por ley que todos los DVD infantiles deban comercializarse obligatoriamente en las cuatro lenguas del Estado, nada se solucionará. El día que el Rey, el presidente o el ministro de turno hagan un discurso íntegro (sí, sí, íntegro) en catalán, y no cuatro palabras folclóricas para cumplir el expediente con los indígenas, quizá entonces empezaremos a creer en esta Constitución hueca que de vez en cuando nos tiran por la cabeza. El día en que el Estado pida perdón (sí, sí, perdón) por el intento de genocidio lingüístico de sus tres lenguas minoritarias durante el franquismo, quizá podremos volver a empezar de cero. La realidad es que nada de esto sucede ni ha sucedido ni tiene previsto suceder, sino más bien todo lo contrario, como demuestra este vergonzante ministro de Cultura, que no es ni una víctima ni un héroe sino un simple y representativo villano. España cabe hoy en 94 segundos. Mal asunto.
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