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Agarrarse al clavo del fútbol femenino

Desde que Zubizarreta se hizo cargo de la secretaría técnica la ascensión del Barça femenino ha sido fulgurante

Alexia Putellas levantando la Copa de la Reina conseguida en Zaragoza este sábado

Alexia Putellas levantando la Copa de la Reina conseguida en Zaragoza este sábado / FC Barcelona

Hace justo un mes que Joan Laporta pronunciaba esta frase: «La estabilidad es un valor importantísimo en los proyectos de éxito». El club acababa de renovar a Xavi Hernández como entrenador, a pesar de sus anunciadas intenciones de abandonar el banquillo, y todo se cifraba en una nueva ilusión que muchos percibieron como un fuego fatuo. Solo un mes después, la situación en el Barça roza el esperpento. Unas declaraciones duras, pero realistas, del técnico incentivaron el enojo del presidente, que desacreditó implícitamente a Xavi como míster y que, con poco disimilo, se fijó el objetivo de fichar a un sustituto.

Así están las cosas: la contratación de un nuevo entrenador y el coste que supondría el finiquito del actual amenazan con desestabilizar el precario equilibrio del 'fair play' financiero y el ajuste de las cuentas a final de temporada. Si a ello añadimos la poca musculatura económica que el Barça tiene para contratar a recambios en la plantilla, la necesidad de desprenderse de determinadas figuras, la imposibilidad de hacer frente a fichas sobredimensionadas, el fantasma de las deudas contraídas y por contraer (con las famosas palancas) o el fracaso de público en el traslado de los partidos al Estadi Olímpic, la situación se dibuja como un completo desaguisado institucional y deportivo, con tambores lejanos en forma de moción de censura. 

Mientras tanto, el fútbol femenino sigue en auge y la directiva se acoge a sus éxitos para intentar olvidar (y hacer olvidar) la tremenda decepción del primer equipo masculino. Es la única sección del club autosuficiente y la que más trofeos acredita, con una superioridad aplastante en la liga doméstica (imbatidas esta temporada, con 167 goles a favor y 10 en contra), con la reciente exhibición en la Copa de la Reina y con dos Champions League en los últimos tres años. Hoy llega una cita crucial, la casi definitiva batalla por el cetro europeo en la repetición de la final de 2022, perdida entonces con el rival de hoy, el todopoderoso Olympique de Lyon. Un encuentro apasionante entre las dos mejores escuadras de los últimos 20 años. 

Desde que Markel Zubizarreta se hizo cargo de la secretaría técnica, en 2017, la ascensión del Barça femenino ha sido fulgurante. Desde los éxitos en el terreno de juego al encumbramiento social, con reconocimientos individuales (Putellas, Bonmatí) y colectivos (la medalla de honor del Parlament de Catalunya, por ejemplo), y con la definitiva implantación en el imaginario colectivo de la dignidad del deporte femenino. Basta citar dos cifras. El récord mundial de 2022 en el Camp Nou, con la mayor asistencia a un partido (91.648 personas) o la cifra histórica de 40.000 aficionados culés que viajan a Bilbao para la final, en el mayor desplazamiento azulgrana en toda la historia del club. Aun así, no es oro todo lo que reluce. Zubizarreta, sin ir más lejos, dejó el club por motivos personales pero también, después de la segunda Champions, por las injerencias de la directiva y por los recortes presupuestarios. Laporta y su junta se agarran a la excelencia del femenino como clavo ardiendo, pero no parece que figure entre sus prioridades, más allá de subirse al carro de la victoria. La reciente renovación de Alexia Putellas, esta misma semana, es una excelente noticia, pero, como afirmaba Aitana Bonmatí en 2023, «aún queda mucho camino por recorrer». En el Barça y en el fútbol femenino en general. En equidad, en respeto institucional, o en reconocimiento económico.