Opinión | APUNTE
Periodista
Joan Domènech
Periodista
Periodista. Título de Entrenador de fútbol nivel A. Deportista vocacional. Tras retirarme como futbolista, empecé a trabajar en Mundo Deportivo (12 años, 1988-2000). He asistido a cuatro Mundiales y cuatro Eurocopas. Coautor de varios libros. Miembro del colectivo ‘Periodistes Solidaris’ y 'Amics de Johan'.
La conversión 'nuñista' de Laporta
El presidente se ha esforzado en sublimar las malas maneras de Núñez en despedir a las tres primeras figuras futbolísticas del Barça
¿Qué se diría de un presidente del Barça que humilla al personaje que dio la primera Copa de Europa del club, que ha jugueteado con el futbolista que más partidos ha disputado de la historia del club hasta regatearle, que se niega a hablar con el segundo futbolista del ranking y fomenta que sus acólitos propaguen que lo va a despedir? Ese presidente es Joan Laporta i Estruch.
La primera institución de Catalunya no solo vive una crisis económica, deportiva y social cuyos gestores no logran resolver, sino que se esfuerzan en mancharla por el frecuente desprecio a las formalidades y la dignidad que exige la entidad.
Josep Lluís Laporta nuñea tanto que desborda algunas de las barrabasadas que cometió uno de sus predecesores, al que quiso cargarse, por cierto, con una moción de censura y una labor de desgaste encomiable por el tesón que puso en la tarea.
El nuñeo de Laporta, tan visible por su facilidad en derramar lágrimas inesperadas de quien pasa por ser un hombre duro y visceral, se perpetúa con la desenvoltura con que ha erosionado gratuitamente a leyendas del club. Nombres histórico de la entidad, no tres trabajadores fracasados.
Núñez destacó por las horripilantes maneras con que el Barça rompió sus vínculos con Schuster, Maradona, Ronaldo, Neeskens… Ídolos del momento. Y, sobre todo, sublimó el horror cuando echó a Johan Cruyff, filtrando primero el nombre de su sustituto, Bobby Robson, y mandando luego a Joan Gaspart para que diera la cara. No esperó diez días a que terminara la Liga y se escenificara -sí, escenificar, aparentar- el cierre de una etapa brillantísima todavía hoy.
Todo el planeta sabe que Laporta se ha negado a hablar con Xavi durante la última semana y que los emisarios del Barça sí han ido a hablar con Hansi Flick, el sustituto. La visita del presidente a Sant Joan Despí antes de terminar la Liga en Sevilla este domingo ensucia aún más los horripilantes ademanes que perpetúa el Barça, por más que Laporta haya acudido en persona al recinto deportivo.
Laporta ridiculizó a Koeman al decirle que se esperara dos semanas para encontrar un entrenador y, si no lo hallaba, seguiría él en el banquillo. Una falta de respeto que asumió el propio Koeman, tan debilitado a ojos de la plantilla y de la grada -continuó porque no había nadie más- que no superó el mes de octubre. Fue destituido de madrugada volviendo de Madrid.
Garantizó la permanencia de Messi, presumiendo de la ascendencia real que tenía sobre él, cuando lo que necesitaba era tener influencia con Tebas, y proclamó a los cuatro vientos la renovación del contrato. Laporta le hizo regresar de vacaciones y al día siguiente reconoció que no había dinero ni condiciones para firmar. Dos años después, con el cargo de conciencia, el error táctico cometido y la necesidad deportiva a cuestas, alimentó el sueño del regreso del excapitán tras su exilio de París, y cuando el padre fue a hablar de números se encontró con que la dificultad económica no estaba abordada ni mucho menos resuelta.
Ahora con Xavi se despacha al segundo del ranking histórico por el enfado del presidente a raíz de las manifestaciones del entrenador avisando de la austeridad que vendrá, como si esta temporada se hubieran servido perdices cada semana.
Tres semanas después de creer en el proyecto de Xavi, en su barcelonismo, en la estabilidad de la continuidad, en su diagnóstico y en sus soluciones, desde el despacho presidencial y cuartos adjuntos se susurra que unas declaraciones de Xavi, el principal portavoz de la entidad, obligado a hablar dos veces por semana, cuando no son seis, callado el presidente, acallados los futbolistas, censurados los directivos, dejan a Laporta convertido en un basilisco. ¿Que tendrá que ver el voluble humor del presidente con el grupo que defiende los colores en el césped?
Un fango innecesario
Sí, seguramente, Koeman debía ser destituido porque perdió una Liga y los malos resultados acompañaban al mal juego. Sí, seguramente, Messi era una apuesta agotada, vistas las goleadas encajadas por el Barça con él en el campo, por la edad, y porque era un dictador en la caseta. Sí, seguramente, Xavi no se ha ganado la continuidad por la espantada de enero, el cambio de discurso y la insuficiente progresión del equipo, pero ¿era necesario arrastrar a esas figuras eternas del Barça por el lodo? ¿Merecían la erosión a las que se las ha sometido desde la presidencia por acción y omisión? ¿Tenían que ser expuestas al descarnado juicio popular de las encuestas y las redes sociales? ¿Se ganaron la sucia insidia de las filtraciones y las insinuaciones del aparato institucional?
Ni se lo merecían ellos ni se lo merecen los millones de culés. Un fango innecesario.
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