Apunte

Una dinastía en juego, por Laia Coll

Alexia Putellas, en la víspera de la final de Bilbao.

Alexia Putellas, en la víspera de la final de Bilbao. / Reuters

Laia Coll

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Escribo estas lineas ya desde Bilbao. Un lugar con el que hemos fantaseado desde que el Barça alzó su segunda Champions hace un año en Eindhoven, y fuimos conscientes, después de ver al equipo remontar dos goles en contra en otro desplazamiento masivo, que en 2024 tocaba San Mamés. El escenario idílico. Yo, apasionada del deporte por todo lo que nos despierta, fácilmente emocionable cuando veo un grupo de gente feliz, ilusionado y animando a un equipo que ha cambiado la historia, empecé a imaginar la A-2 llena de coches culés tocando los cláxones y adelantando autobuses llenos luciendo orgullosos las banderas del Barça. Algunos me miraban con cara de que estaba exagerando. Pero no, estaba en lo cierto. Aquello que imaginé se hará realidad. Alrededor de 40.000 culés estarán aquí, en Bilbao, superando el desplazamiento de Basilea en la Recopa del 1982 y aproximándose a la asistencia de la final de la Copa de Europa de Sevilla en 1986. Y me alegra mucho ver cómo este equipo ha transformado la mentalidad de muchos aficionados del Barça y de la sociedad. Quizás a alguien le pueda parecer que cada año estamos con la misma historia, pero es que cada año se superan, ellas y la afición. Y hay que repetirlo tantas veces como sea necesario para que se valore y seamos conscientes de que somos contemporáneos de una generación que ha roto todos los techos de cristal, a nivel deportivo y social.

Y, de acuerdo, si queréis dejamos lo que algunos llaman folclore (los mismos que dicen que el fútbol femenino no vende, que las futbolistas no saben jugar, y tal y cual) para centrarnos en lo deportivo. Cuando pensábamos en lo que podía ser Bilbao, todos -algunos quizás con la boca más pequeña- queríamos enfrente al Olympique de Lyon. También lo querrían en el vestuario. Porque sí, porque a ese equipo le falta ganar una Champions cruzándose con el -hasta ahora- mejor equipo de la historia. Y San Mamés azulgrana es el escenario ideal. 

El Barça es más maduro que en la final de Turín de 2022, llega mucho mejor física, individual y colectivamente, tiene más recursos y mentalmente está preparado para superar baches [teniendo en cuenta los precedentes, si no se encaja en los cinco primeros minutos, mejor]. Eso no significa para nada que Alexia vaya a levantar la Champions ya de entrada, que nadie se espere una final plácida. Sufriremos. Será un duelo apasionante, físico, táctico y, sobre todo, mental entre dos equipos que no les digas nunca aquello de: «Lo importante es participar». Porque, para ellas, no. Las finales se ganan. Y punto. Y este sábado hay más que un título: hay la Champions en juego, pero también el reinado del fútbol europeo. 

Que la portera Christiane Endler diga lo que quiera, pero si el Barça gana la tercera -la tercera en cuatro años- quedará inaugurada una nueva dinastía. Luego, es cierto, tendremos que ver si es tan larga y hegemónica como la que marcó el Olympique de Lyon, pero el Barça será el rey hasta que ellas o algún otro equipo demuestren lo contrario. Pero paso a paso. Primero, a lo que vamos. A por la tercera. Y el póker.

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