Manual de autoayuda

PAU ARENÓS

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El esplendor que vive el negocio de los textos de autoayuda solo puede entenderse por la muerte de Dios, la crisis de la religión oMagdalena Álvarez.

Cuando todavía éramos ca- tólicos, la autoayuda resistía en el confesionario y en el bálsamo de la oración, pero después de pasar por el budismo, el animismo y el panteísmo, estamos perdidos como un espiritista en tanga intentando conectar con el más allá en una playa familiar. Si repasas la lista de los libros de gran venta, tres son de superación personal, de entrenadores personales, de compradores personales. En fin, que todo parece demasiado impersonal.

Incluso la obra que ocupa el número tres en elrankingde no ficción que publica los jueves este diario,Adiós Cataluña, deAlbert Boadella,se lee como un manual de autoayuda, y de autodestrucción.

Y es cierto que ese tipo de lecturas auxilian, sobre todo al que las escribe. La autoayuda mejora la vida del autoayudador. Cuando estés deprimido, cuéntalo en un ensayo doméstico sobre la depresión y te embolsarás algunos euros. En una entrevista de esta contraportada,Raimon Samsórevelaba que para doblar el sueldo solo había que pensar en la pasta. Fácil. Por eso el mundo está repleto de millonarios. Algunos son tan hábiles visualizando el dinero que acaban en la cárcel por falsificadores. Visualizar, visualizar. Escucho en la radio a alguien que dice que para conducir un coche estupendo hay que visualizarlo y desearlo. Imagino coches, casas, viajes, joyas, operaciones de estética, y lo que obtengo es un dolor de cabeza.

Precisamos amparo, protección. ¡Socorro! España necesita una enciclopedia de autoayuda para entender a Catalunya.