Albufera-thriller

El último giro de Emilio Bueso: cañas y barro con neorrurales sectarios y monstruos del inframundo

Tras una década dedicado a la 'space-opera', el escritor de Castellón regresa al misterio y el horror con 'Naturaleza muerta', un 'thriller' con elementos sobrenaturales situado en una pantanosa zona de marismas de Valencia

'Transcrepuscular', de Emilio Bueso: babosas telépatas y libélulas gigantes

Los moluscos telépatas de Emilio Bueso atacan de nuevo

El escritor Emilio Bueso, en la librería Gigamesh de Barcelona

El escritor Emilio Bueso, en la librería Gigamesh de Barcelona / JORDI OTIX

Ernest Alós

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Algo tienen de inquietante las zonas de marismas, cañaverales, lodo y gases pestilentes, anfibios resbaladizos y podredumbre diversa, para imaginar en ella sucesos oscuros. Sean en Louisiana, Alabama, Doñana, un marjal innominado de la costa valenciana o cualquier plató de serie B del que surja una ‘cosa del pantano’. Se oculte en ellas un crimen enterrado en el fango, un odio ancestral o una mafia de cuello blanco o chándal de tactel. 

Emilio Bueso (Castellón, 1974) tenía delante de sus ojos este paisaje y finalmente ha decidido embarrarse en él con su última novela, ‘Naturaleza muerta’ (Ediciones B), con la que regresa a la narrativa de misterio tras una década viajando por la ciencia ficción. “Aunque en todo lo que hago siempre trabajo el miedo y hago cosas oscuras y sombrías, literatura del pánico”, apunta. En su trilogía de ciencia ficción ‘Transcrepuscular’/ ‘Antisolar’ / ‘Subsolar’, recuerda, también había mucho ‘body horror’. Igual que en ‘Naturaleza muerta’ hay ahora un poco de ‘monsterfuck’, por cierto. “Y un desenlace de traca valenciana, porque en eso yo siempre soy muy pirotécnico”, añade Bueso. Que además es ingeniero informático, da clases de desarrollo de videojuegos en la universidad y cría peces. Solo por mencionarlo. Y en un momento se le escapa que ha querido hacer un "cañas y barro con profundos". Para arrepentirse un poco después de decirlo. Solo un poco.

Pero lo del sexo con ser resbaladizo solo es un episodio en una trama que viaja del suspense criminal al horror cósmico lovecraftiano, del folclore siniestro eslavo al paisaje de albufera, de los elementos de retrato social de una sociedad en crisis a dar la voz a gatos mentalistas.

Vayamos a la trama: una ingeniera agrónoma madrileña en horas bajas se instala en una alquería junto a una marisma, en venta tras el suicidio de su propietario, y se encuentra rodeada de una traductora que ha dejado València porque ya no llega a fin de mes, una secta mafiosa-mistérica eslava, un apicultor 'new age', un conspiranoico que vaticina que toda la comarca estallará en una inmensa deflagración de gas del subsuelo….

No ha querido identificar su pantano con ninguna zona en concreta del País Valenciano, para no tener disgustos. “Solo falta que vean que hablo del peligro de las explosiones de metano para que se me echen al cuello si lo sitúo en algún lugar concreto, que conozco a los valencianos…”. Bueno, el primer gran lío que tuvo Joan Fuster fue cuando escribió que la paella original llevaba rata de marjal de la Albufera. Mejor que no acabe todo en plan ‘cañas y barro’. O sí, que algo de eso hay en el libro. Tampoco ha señalado un lugar en el mapa o Guillem López, que también ha trasladado el horror cósmico a las lagunas litorales valencianas.

Hablando de València. Le tiene preocupado la “polarización bestial” que se está produciendo con Vox, “donde está ahora toda la gente radical que antes estaba en el PP” y ha dado lugar a “una derecha mucho más reaccionaria y visceral, que ya no tiene vergüenza”. Hasta el punto de que ve nacer un proceso de “fractura social”, en que de repente cualquier conversación con un familiar lejano puede pasar a ser “muy delicada” que le recuerda a los momentos más tensos del ‘procés’ en Catalunya.

Giro editorial

Bueso ha ido saltando de disgusto editorial en disgusto editorial por varias editoriales de nicho (Valdemar, Salto de Página, Gigamesh, Verbigracia) hasta que finalmente ha aterrizado en la colección La Trama, de Ediciones B: haciendo compañía en el catálogo a Mikel Santiago y José Giménez Jurado, en búsqueda de un lector generalista con el que hasta ahora no se ha cruzado. “El perfil del lector ha cambiado mucho, así que quería un ‘thriller’ de mucho ritmo, ágil, con capítulos cortos y sucesos acelerados, 'cliffhangers' y elementos policiales, aunque al mismo tiempo tenga esa prosa que voy haciendo cada vez más encarnizada”. En este sentido, ha rebajado también los elementos fantásticos. "Lo introduzco de forma que el lector puede hacer suyo el cuento, o considerar que el narrador no es confiable y la tía está como una puta cabra y al final se le va totalmente la pelota".  

El horizonte de un colapso económico y ecológico ha aparecido a menudo en sus últimas novelas. Pero aquí pasa a segundo plano. "Pero si te fijas bien -apunta- yo siempre estoy haciendo crítica social; aquí sobre un fracaso existencial, profesional, que te echa de la ciudad. Gente que lo vive como una derrota y que está llegando al mundo rural, ocupando fincas abandonadas, generando ambientes sombríos de devastación..." El cambio climático también aparece, en forma de tormentas salvajes que trastocan todas las reglas de los cultivos, pero como "un trasfondo más sutil". Frente al colapso súbito que estaba, por ejemplo, en 'Cenital', ahora cree que "vamos a un colapso a cámara lenta, cada vez somos más pobres pero el sistema se mantiene por su propia inercia, es más bien como una demolición controlada en que cada año las cosas se van complicando más".

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