Nuevo disco

El Pony Pisador: de vender menhires a cantar habaneras en Ho Chi Minh

El grupo barcelonés de folk se sumerge en la música tradicional catalana en 'Ocells', una suerte de álbum conceptual en torno a la ornitología

'Sea shanties', los marineros borrachos arrasan internet

El Pony Pisador: de izquierda a derecha, Adrià Vila, Guillem Codern, Miquel Pérez, Martí Selga y Ramon Anglada.

El Pony Pisador: de izquierda a derecha, Adrià Vila, Guillem Codern, Miquel Pérez, Martí Selga y Ramon Anglada. / Ferran Nadeu

Rafael Tapounet

Rafael Tapounet

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‘Ocells’, el nuevo álbum de El Pony Pisador, viene a enmendar una paradoja bastante llamativa: el grupo catalán de folk que mayor presencia internacional ha tenido en los últimos años apenas interpretaba folk catalán. “Cuando salíamos a tocar fuera, cada vez había más gente que nos preguntaba: ‘Y la música tradicional de vuestra casa, ¿qué?’ –explica Martí Selga (flauta, contrabajo y voz)-. Así que esta vez hemos hecho un esfuerzo muy consciente por hacer cosas de proximidad”. “Los discos anteriores eran más transatlánticos y este es más transmediterráneo, aunque suene a marca de barcos”, apunta Miquel Pérez (violín, percusión y voz).

La referencia naval está bien traída. Cuando El Pony Pisador nació en 2014, su repertorio giraba en torno a la música irlandesa y los ‘sea shanties’ o cantos marineros. Y fue a través del circuito internacional de festivales de ‘sea shanties’ como este quinteto barcelonés empezó a viajar al extranjero y a darse a conocer en la escena folk. Progresivamente, el abanico de estilos cultivados por el grupo se fue ampliando y se incorporaron cosas como el yódel tirolés, el bluegrass, las danzas búlgaras, la polca, la tarantela napolitana, el canto difónico tuvano, el swing y las habaneras, todo regado con un sentido del humor muy particular que abarca desde el chiste tabernario hasta el meme de internet.

De Australia a Vietnam

Con una década de trayectoria a sus espaldas y un cuaderno de bitácora que incluye conciertos en un montón de países europeos, en Estados Unidos, en Canadá, en Australia y hasta en Vietnam (no muchos grupos catalanes pueden presumir de haber actuado en Ho Chi Minh City), El Pony Pisador afrontó la grabación de su quinto disco de larga duración con cierta voluntad de reivindicarse como un nombre importante de la música catalana más allá de su acreditada condición de entretenimiento infalible para fiestas mayores. Y dice bastante sobre la idiosincrasia del grupo que su intento de asalto al ‘mainstream’ sea una especie de álbum conceptual sobre la ornitología que se abre con un tema instrumental de más de cinco minutos.

“Queríamos hacer un disco titulado ‘Ocells’ porque es una palabra que en nuestro día a día utilizamos mucho para referirnos a nosotros mismos y a quienes nos siguen –señala Guillem Codern (banjo, armónica y voz, y ornitólogo aficionado)-. Y luego ya nos vinimos arriba y decidimos que todas las canciones incluyeran alguna referencia a los pájaros, aunque en algunos casos está metida con calzador”. El asunto aviar no es del todo nuevo en el cancionero de El Pony Pisador. Uno de sus temas más populares, ‘La balada de Nils Olav’, de su elepé de 2021 ‘Jaja Salu2’, adopta el punto de vista de un pingüino. Antes de eso, en septiembre de 2020, el grupo anunció por sorpresa la publicación de un álbum titulado ‘Els nostres amics els esfeníscids’ con la colaboración del grupo de reggae The Penguins. Todo era una broma bastante elaborada: en realidad, los enlaces para escuchar el disco conducían a una colección de fotos de pingüinos de distintas especies.

Racionar el humor

Esa desbocada afición a la guasa que ha caracterizado la carrera del quinteto aparece algo más contenida en ‘Ocells’, donde números de frenesí sandunguero como ‘Rafa El Garrafa, el gafarró del Garraf, agafa garrofó per guanyar-se les garrofes’ conviven con baladas medievales de estimable altura poética (‘L’espantaocells’) y rondallas de aspecto impecablemente tradicional (‘Un pardal al got de vi’). “Ha habido una voluntad de racionar el humor –admite Miquel Pérez-. Por un lado, no nos gustaría convertirnos en un simple grupo de cómicos, porque para nosotros la música siempre ha sido lo primero. Pero tampoco seríamos capaces de dejar de hacer bromas y tomarnos todo en serio como si fuéramos la OBC”. “Nuestro público representa bastante bien las dos caras de la moneda –agrega Adrià Vila (mandolina, bodhran y voz)-. Y hemos tratado de llegar a las dos facciones: a la gente que viene a nuestros conciertos porque se ríe y la gente que viene a disfrutar de la música”.

Se trata de un público cada vez numeroso y que aglutina tanto a aficionados al folk como a seguidores de la música pop y a gente que simplemente tiene ganas de una buena juerga. Las primeras fechas de la gira de presentación de ‘Ocells’ constatan esa diversidad de terrenos en los que se mueve El Pony Pisador: el 9 de febrero actúan en el Carnaval de Solsona; el 22, en la Folk International Alliance Conference, en Kansas City, y el 1 de marzo, en el Paral·lel 62 de Barcelona. Una fiesta popular, un festival de música tradicional y una sala de conciertos. Ellos se resisten a considerarse una anomalía dentro de la música catalana, aunque admiten que algunas cosas no son muy habituales. “No conozco a muchos grupos que lleven una flauta del cole como la de Martí y suban al escenario del Viña Rock a las dos de la madrugada a tocar una sardana y una danza irlandesa del siglo XVIII –comenta Guillem Codern-. No hemos tenido referentes que nos enseñaran cómo salir a actuar con un violín y una mandolina después de un grupo de punk o de reguetón”.

Fuera de la vitrina

En cualquier caso, no se sienten solos y se ven como parte de una comunidad de músicos más o menos jóvenes que proponen acercamientos muy poco puristas al folk. “Parece que hay un interés en sacar el folk de la vitrina y hacerlo de maneras diferentes, muy personales, y ahí nos reconocemos totalmente”, afirma Pérez. Aparecen en la conversación los nombres de Tarta Relena (que colaboran en una de las canciones de ‘Ocells’), de Rodrigo Cuevas, de Fetus, de Germà Negre... “Son sonoridades muy distintas, pero todos estamos reivindicando un poco lo mismo”, sentencia Codern.

En lo que El Pony Pisador no tiene parangón es en su afición por el ‘merchandising’ disparatado. En la web del grupo se han vendido desde pijamas y felpudos hasta menhires de poliestireno. “El pasado fin de semana fui a una feria de la cerveza y se me acercó una chica para decirme: ‘Tengo un menhir vuestro’”, cuenta Martí Selga entre risas. Y Miquel Pérez remata la anécdota con una vindicación: “No se nos ha reconocido el mérito de haber reactivado el comercio de menhires después de miles de años de apagón absoluto”.