Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

¿Por qué ellos no quieren vestir frac (y tú deseas imponérselo)?

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, en su visita de Estado a España, en imágenes

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, en su visita de Estado a España, en imágenes / José Luis Roca

Gustavo Petro ya había advertido que en la cena de gala en su honor ofrecida por los Reyes con motivo de su visita a España no iba a acatar el código estilístico de la invitación. Sin embargo, eso no impidió que medios y yihadistas del protocolo empezaran a hiperventilar al ver a la delegación colombiana ataviada con traje y corbata en vez de con frac. "Tremenda ofensa", se indignaron los ignorantes. Petro no se saltó el protocolo ni faltó el respeto al Rey ni a España, lo que hizo se llama activismo estético.

A diferencia del traje diplomático (que nació con los 'sans culottes' y tiene un germen revolucionario); el chaqué, el frac y el 'smoking' se han considerado siempre símbolos oligárquicos. Esas prendas no solo se crearon específicamente para el ocio de la élite; fueron pensadas para perpetrar la distinción visual entre clases. Cuando en el siglo XIX la burguesía se apodera del traje revolucionario y se lo impone al resto con la excusa de que así nunca más habría diferencias estilísticas por estatus social, enseguida crean nuevos códigos para alejarse del vulgo. Los tejidos, el patronaje, la sastrería, el porte o incluso el propio cuerpo del obrero ejercitado lo delatan (condenan). Además, se crearon estos nuevos vestidos exclusivos para el hombre blanco, rico y poderoso.

Con todo, aunque una pequeña parte de la izquierda a principios del siglo XX abrazó y defendió algunas fórmulas estilísticas de la élite al comprender que no solo unos pocos debían tener derecho al lujo y la belleza en el vestir; respecto al chaqué, el frac y el smoking hay poco debate. Los grandes (auténticos) líderes progresistas han rechazado su uso.

"El pije"

Salvador Allende, a quien apodaban "el pije" por su gran entusiasmo por la ropa y el vestir, fue el primer presidente chileno en ser investido con traje y no en chaqué como era norma. En comparación con la polémica que se generó por tremenda osadía, las críticas a Gabriel Boric por no lucir corbata fueron caricias. Gabriel García Márquez tampoco vistió frac al recibir el Nobel de literatura y en su caso reivindicó el traje caribeño liqui liqui. Hay que tener presente que el vestido tradicional de una región o territorio guarda desde hace años la misma consideración de etiqueta que cualquier otro uniforme occidental.

Si al presidente de Andalucía le apeteciera (se atreviera) a ir vestido de corto o al Rey de chulapo, nadie debería oponerse e incluso tendría más sentido (sería más patriótico) que enfundarse ropas impuestas por británicos y franceses... Nelson Mandela declinó una invitación de cena de Estado en Buckingham porque como representante de su país no podía cumplir con el código estilístico que se exigía en palacio. La reina Isabel II lo entendió y permitió que llevara su característica madiba (camisa representativa de la indumentaria africana). En España, a Santiago Carrillo le sucedió lo mismo con una invitación del rey Juan Carlos: "Ni en tiempos de clandestinidad, cuando tuve que viajar en primera en transatlántico fingiendo ser diplomático, he aceptado utilizar esas prendas. Yo pensaba que si me disfrazaba con un esmoquin o un frac ya no podría volver jamás a Vallecas."

Hay excepciones

Sin embargo, excepciones hay. Sirva el ejemplo del gobierno socialista, con Pedro Sánchez a la cabeza, en la cena con Petro. Todos acatando el frac, aunque el vestido te quede como a Miquel Iceta... El fundador Pablo Iglesias sí entró en su día en el Congreso con capa y sombrero flexible, rompiendo con la costumbre de acudir con traje de etiqueta y sombrero de copa. Pero claro, eran otros tiempos donde los políticos sabían cómo vestir sus ideas. Hace unos años el Pablo Iglesias de Podemos, el supuesto enfant terrible de la izquierda española, apareció en una gala de los Goya con un 'smoking' (cuatro tallas mayor) porque Antonio Resines se lo pidió. Como bien recuerda Pepe Mujica, "el poder no cambia a las personas, solo revela lo que en verdad son".

Petro quiso ser coherente con sus ideales. Gustará o no, pero atacarlo por no vestir frac es clasista. Además, si se buscaba ridiculizarlo estéticamente bastaba con fijarse en los dos botones abrochados de su americana (¡nunca se abotona el de abajo!). Ahí sí tienen sus adversarios munición para criticarlo "hasta que la dignidad (indumentaria) se haga costumbre".

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