ESTRENOS DE CINE

'The room': la mejor mala película jamás vista

'The disaster artist' relata el rodaje de una película que hay que ver para creer

Tommy Wiseau, en un fotograma de 'The room'

Tommy Wiseau, en un fotograma de 'The room' / periodico

Juan Manuel Freire

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La realidad suele ser más extraña que la ficción. Ejemplo #749: la historia real detrás de 'The disaster artist', la nueva (y mejor) película de James Franco como director. Ni siquiera el más avieso guionista de comedia podría haber ideado a un personaje como el aspirante a gran actor y gran director Tommy Wiseau y un proyecto como 'The room', la película desconcertantemente mala cuyo rodaje nos explica Franco.

De hecho, Franco, favorito al Oscar por su interpretación de Wiseau, se vio obligado a dejar algunos detalles fuera porque creía que el público no los daría por verídicos. Así es Wiseau: un tipo enigmático, de costumbres harto extrañas (su bebida favorita es el agua casi hirviendo, uno de los detalles obviados), adepto de los pantalones cargo bien cargados, con un fuerte acento de Europa del Este cuyas raíces se niega a revelar, que miente sobre su edad y se niega a revelar por qué tiene tanto dinero.

Comedia extraña involuntaria

Hace ahora década y media, Wiseau invirtió ¡seis millones de dólares! de su propio bolsillo en 'The room', una película que iba de drama serio, casi operístico, sobre amor, amistad y traición, pero devino ejercicio de poshumor involuntario.

Esta no es una película normal. Como explicaba Greg Sestero (uno de los pocos amigos de Wiseau, convertido en actor principal y jefe de producción de 'The room') en el libro que sirvió de inspiración a Franco, "las motivaciones de los personajes cambian de una escena a otra; puntos importantes de la trama [como el cáncer de un personaje] se lanzan y después se olvidan; y todo el diálogo suena (…) a la singular visión de la lengua inglesa que tiene Tommy".

Detrás de las cámaras, todo fue aún más extraño, como puede apreciarse en 'The disaster artist'. Uno no sabe ni por dónde empezar. 'The room' se rodó en el pequeño plató de Birns & Sawyer, negocio de alquiler de cámaras del norte de Hollywood. Los dueños dejaron que Wiseau rodase allí porque compró, en lugar de alquilar, todo el equipo. No era poco equipo, porque nuestro héroe se propuso rodar la película con dos cámaras a la vez: una de 35mm y otra de HD. Quería ser el primero en probar ese absurdo.

El gran despilfarro continuó con su decisión de construirse un baño privado de 6.000 dólares, con cañería propia, papel higiénico extrasuave, espejo de maquillaje… Pero no puerta de verdad: solo una pequeña cortina azul. Y el equipo alucinó con su decisión de construir un escenario de callejón en lugar de usar el callejón (idéntico) que había nada más salir de Birns & Sawyer. En el escenario de la azotea, el 'skyline' de San Francisco se añadió a posteriori a través de la posproducción digital. El resultado fue desastroso; por momentos, es como si la azotea "llevase a sus habitantes a través del tiempo y el espacio", dice Sestero en el libro escrito con Tom Bissell.

Siete segundos, 32 tomas

Es en esa azotea donde las habilidades actorales de Tommy Wiseau, eterno aspirante a la intensidad de Dean y Brando, quedaron sometidas a duras pruebas. Para un momento de siete segundos, el del famoso "Oh, hi, Mark", se necesitaron tres horas y treinta y dos tomas. En ocasiones parecía claro que Wiseau no entendía las implicaciones psicológicas de lo que había escrito: su personaje, Johnny, reacciona a una historia sobre violencia de género con risa cálida y afectuosa. Es uno de los grandes gags de 'The disaster artist'.

'The room' solo recaudó 1.800 dólares de taquilla durante sus dos primeras semanas de exhibición, pero acabó convertida en cinta de culto: una nueva “The Rocky Horror picture show” del underground, con proyecciones en las que, por ejemplo, debe lanzarse una cuchara al aire cada vez que sale alguna en pantalla. Son bastantes veces: los marcos que se compraron para decorar 'The room' llevaban imágenes de cucharas y, por algún motivo, se dejaron ahí sin más. El arte del desastre.