Historias de 'Juego de tronos' (13): el amante de la reina

Daenerys Targaryen y lord Jorah Mormont, en 'Juego de Tronos'. / periodico

Ernest Alós
Ernest AlósCoordinador de Opinión y Participación
Escribo, cuando puedo, sobre historia, literatura fantástica y de ciencia ficción, ornitología, lenguas, fotografía o historia de Barcelona
ERNEST ALÓS
Uno de los personajes más patéticos de 'Juego de tronos' es el pobre Jorah Mormont. Un caballero exiliado, barbudo, cuadrado y letal pero que se pasa la serie poniendo ojos de gatito de meme, colado hasta los huesos por la khaleesi rubia, que le da una patada en el culo tras otra. Y encima acaba contagiándose de una especie de lepra zombie, enfermedad que en los libros de George R. R. Martin adquiere otro personaje con un papel bastante interesante y aún inédito en la TV; quizá ambos papeles se fusionen en uno. Tampoco le va mejor al mercenario morenazo que acaba despachado porque la khaleesi se reserva para algún señor de Poniente con el que trabar alianzas y lograr descendencia (aunque el currículo de la familia Targaryen da para imaginar alguna posibilidad aún más turbadora).
Pero hablemos de los amantes de las reinas. A lo largo de la historia, mientras las relaciones de los reyes con sus amantes eran pan de cada día, el de los amantes de las reinas, obligadas ellas a suministrar herederos con denominación de origen dinástica certificada, era más comprometido. Quizá en algún momento a Martin le ha pasado por la cabeza la relación entre Ana Bolena y su prometido clandestino Henry Percy, apartado para dejar paso a Enrique VIII y que acabó formando parte del tribunal que la condenó a ser decapitada, formalmente por cargos de adulterio con al menos otros tres cortesanos, entre ellos un músico flamenco, y de incesto con su hermano, algo que solo los Targaryen y los faraones egipcios pueden permitirse.
Otro presunto amante real con mala suerte fue el conde sueco Hans Axel von Fersen, estrechísimo amigo de la reina de Francia María Antonieta, quien le pedía que vistiese su elegante uniforme sueco, pero no en la corte sino cuando la visitaba a sus aposentos privados, y que organizó la fracasada fuga de la familia real que se frustró en Varennes. La tardanza de la perezosa familia real, y que la cara del monarca aparecese en todas las monedas, complicó la fuga. Pero Van Fersen, eso sí, salió mejor librado que la reina. Esta vez, la que perdió la cabeza fue ella.
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