Que se cante hoy por Manuel Molina

Manuel Molina.

Manuel Molina. / periodico

NÚRIA MARTORELL

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El poeta del flamenco se ha ido a transitar un 'Nuevo día'. El genio que acurrucaba la guitarra, miraba el cielo y estremecía con sus versos certeros, voz rasgada y rasgueo hechicero, ha muerto. Los poemas, las coplillas, viajaban siempre con él enganchadas en los rizos de su tupida barba.  Manuel Molina, el gitano que además fue rockero con el grupo Smash, abrió el flamenco a caminos que nadie antes había recorrido. Y ya nada fue igual. El hijo del guitarrista algecireño 'El Encajero' renovó el género con su entonces pareja Lole, con una poética y unos ritmos que les eran ajenos, marcando un antes y un después. El gran padre del rock andaluz, acabando sus piezas como un Cristo. Con los brazos en cruz. Sujetando la guitarra en una mano, y la fuerza del flamenco en la otra.

Corría el lejano 1975 cuando el mítico tándem Lole y Manuel publicó el álbum 'Nuevo día'. Su disolución fue una enorme pérdida. Y a punto estuvieron de reunirse de nuevo, cuando él ya estaba demasiado enfermo. Le diagnosticaron un cáncer y prefirió no someterse a ningún tratamiento. Este último intento tenía que ser hace apenas semanas. En un bar de Sevilla. Ante unos pocos. Manuel ya no tenía aliento. A la orilla del Guadalquivir, lágrimas cuajadas de arte se deslizan hacia la eternidad. Pero ahí está su petición, en forma de letrilla:

"Que nadie vaya a llorar, / que nadie vaya a llorar, /el día que yo me muera. / Es más hermoso cantar,aunque se cante con pena"