El barrio del Born

Vivir en la Ciutadella

Durante este último año, la vida política del país ha tenido lugar bajo mi casa, al menos cuando la ciudadanía se convertía en protagonista

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Jordi Puntí

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Hace nueve años, en plena burbuja inmobiliaria, la carrera para alquilar un piso me llevó al barrio del Born, junto a la Ciutadella. Durante este tiempo, con la apertura del centro cultural, la ampliación de las terrazas de bares y restaurantesterrazasrestaurantes, los nuevos hoteles y la explosión turística, el barrio ha cambiado mucho. Lo único que está igual es el parque, con su mezcla de naturaleza desgarbada y de edificios públicos muy activos o muy olvidados. Hay tardes en que me paseo como si fuera el jardín de mi casa y, cuando estoy frente al Parlament, pienso que todo aquello también forma parte de la vida del barrio. A veces veo pasar los diputados por la calle: algunos van deprisa, dentro del coche, y otros se detienen a mirar escaparates. Conozco los restaurantes donde comen algunos políticos -la mesa que les gusta- e incluso coincido con alguno en el súper.

Durante este último año, la vida política del país ha tenido lugar bajo mi casa, al menos cuando la ciudadanía se convertía en protagonista. He vivido de cerca todo tipo de manifestaciones (ruidosas y silenciosas), noches electorales y una especie de proclama de independencia. Me he mezclado con la gente para expresarme y he visto la diferencia entre salir a la calle con el entusiasmo de una reivindicación, u ocuparla con la seguridad chulesca que da defender una postura oficial -y con el apoyo de los ultras-.

Cuando pienso en el lunes pasado, 1 de octubre, me doy cuenta de que fue un buen resumen de la vida cotidiana en el barrio. Por la mañana, en la esquina de casa, tres Mossos detenían a dos ladrones que habían robado el móvil a una turista. A mediodía, un camión de mudanzas con matrícula inglesa descargaba los muebles de un nuevo vecino. Por la tarde, miles de personas iban hacia la Ciutadella para recordar el miedo y el orgullo de estar juntos y votar, hace un año. De noche, mientras TV-3 emitía un documental sobre las cargas viciosas de la policía en una escuela, en la calle se oían más correteos, las sirenas de los furgonescorreteossirenas de los furgones, el sonido siempre fastidioso del helicóptero.