Entrevista

Manuel Vilas: "Con el paso del tiempo todos nos hacemos más clásicos"

El escritor aragonés publica 'Ordesa', unas instrospectivas memorias familiares

El escritor Manuel Vilas

El escritor Manuel Vilas / periodico

Elena Hevia

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A Manuel Vilas (Barbastro, 1962) siempre le hablaron los muertos. Así que cuando murió su madre, años después de la desaparición del padre, al escritor aragonés se le alborotaron los recuerdos. Los más íntimos y también los vinculados a la materialidad de los objetos en los que muchos de los que eran niños enlos 70 hoy pueden reconocerse. Lo cuenta en 'Ordesa' (Alfaguara), uno de sus mejores libros.

El recuerdo de la excursión al Parque Nacional de Ordesa del niño Manuel actúa en el libro como la magdalena de Proust. Eso es. Vamos con el Seat 850 y mi padre pincha, se enfada. Yo salgo del coche y me enfrento a unas montañas maravillosas. Es mi primer recuerdo. Un deslumbramiento que luego yendo con mis hijos he intentado repetir sin encontrar el lugar exacto. Solo sé que yo tenía unos siete años porque el 850 lo tuvo mi padre hasta el 71.

Mide el tiempo a partir de los coches. La materialidad de la historia es algo que siempre me ha obsesionado. Y el ciclo 600, 850, 124 y 1.430 de Seat  fue transitado por una gran mayoría de españoles con la alegría de quien se dirige a la prosperidad y deja atrás la clase baja para auparse a otro estrato, la clase media,  donde ahora, más o menos, nos situamos todos. El sueño de la historia para ellos es que sus hijos vivieran mejor. El resto ya es sabido.

¿Cómo es su mirada? ¿Nostálgica, dolorosa? Amorosa. Yo sé que mis padres fueron felices entonces. A mi padre que era viajante de comercio  le iba bien, luego en el 73, con la crisis, todo se torcería. Mi madre fumaba. Eran jóvenes y guapos.

"Este libro es un canto de desamparo, de orfandad y de la imposibilidad de recuperar todo lo que viví con mis padres" 

Y 'Ordesa' es la elegía que les ha compuesto. También, un canto de desamparo, de orfandad y de la imposibilidad de recuperar todo lo que viví con ellos y de cómo esa vida repercutió en mí.

¿Coincide también con un momento de crisis personal? La muerte de mi madre en el 2014 cierra un ciclo abierto con la defunción de mi padre en el 2005 y coincide con mi divorcio. Es entonces cuando empiezo a escribir este libro.

Lo cuenta como si las estrellas se alinearan.   Es que he querido ver ahí una línea de pensamiento mágico en el que las cosas ocurren por una razón oculta. Creo que es un recurso de dolor.

Eso es la literatura, ni más ni menos. Bueno, sí. No es que  en esos momentos dolorosos te lo propongas hacer literatura, pero tú en tu psicología dañada empiezas a fabricar cualquier tipo de bálsamo y este es uno.

"Cuando me voy a cepillas los dientes antes de irme a dormir siento la presencia de espectros. Son ellos" 

¿Y ha funcionado? Ha sido catártico. Para mí la muerte de mis padres fue un desmoronamiento metafísico o cósmico. Quizá yo haya heredado el atavismo de mi madre cuya familia se perdía en la noche de los tiempos del campesinado español. Por eso cuento que cuando me voy a cepillar los dientes antes de irme a dormir siento la presencia de espectros. Son ellos.

¿Y no ha tenido el menor pudor exponerse su intimidad?  Sé que es un libro impúdico pero es que la tradición española en este sentido no acompaña. Le hemos contado nuestros secretos al cura, no a los demás. Es un tabú que he querido romper.

Y por eso no ha sido autoindulgente. Buscaba la verdad, o lo que yo honestamente entiendo por ella, pero he tenido cuidado porque esa indagación puede tener implicaciones morales y psicológicas. Por eso  he quitado pasajes de mi vida personal que me parecen poco oportunos.

¿Sus hijos han leído el libro? No lo han hecho. Pero no me da miedo porque el libro es una carta de amor a ellos. Creí estar haciendo un balance de mís mismo, pero es mucho más. Tengo 55 años y me retrato en una cadena biológica en la que te originas como hijo y acabas siendo padre y todos los malentendidos que tienes con tus padres se acaban reproduciendo en tus hijos como en una especie de fantasma biológico.

Retrata a su padre como un misterio. Lo era. Con él no se hablaba nunca de nada.  Pero también se ajustaba a una generación de españoles que ejercieron de padre sin manual. Jamás me habló de mi abuelo. Pero en fin, la idea es que todas las preguntas surgen con la desaparición porque esas preguntas las trae la muerte.

Cuenta esta historia de una forma muy poco ordenada. Como si los pensamientos fueran cerezas y se fueran arrastrando unos a otros. Es que ese es el movimiento de la memoria, un poco al hilo de los caprichos.

Y esa estructura quizá es lo único que le queda de su querencia postmoderna. Ahora es mucho más clásico.  [Ríe] Al final, con el paso del tiempo todos nos hacemos más clásicos. Es cierto.