ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS

El día en el que Trump (probablemente) decidió que quería ser presidente

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Donald Trump es un hombre orgulloso, muy pagado de sí mismo, seguro de lo que hace. Hijo de un constructor de Queens (Nueva York), se educó en la disciplina militar, que lejos de ablandarle, le endureció. Se hizo un nombre propio en los 80 gracias al asalto de Manhattan, donde levantó su propia torre, que, cómo todos sus negocios, lleva su apellido. Su biografía, varias bancarrotas aparte, habla de un tipo ganador, que nunca pide perdón y no admite errores. La prensa y los humoristas se habían atrevido con él. Pero nadie o muy pocos con un mínimo peso habían logrado arañar su cimentada personalidad. Hasta el 30 de abril del 2011, durante la cena de corresponsales de la Casa Blanca. El responsable de la humillación fue nada más y nada menos que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. El hombre más poderoso del planeta. Negro, para más inri. Sin opción de réplica, sin esperarlo lo más mínimo, Trump fue el hazmerreir de la noche. Aquel día, algo cambió en su lista de prioridades.

En esta velada, cuyo origen se remonta a 1920, es habitual que los oradores sean ácidos en sus discursos. Todo el mundo recibe dentro de un orden de educación. Políticos, periodistas, famosos..., y los ‘punchs’ se encajan con naturalidad, aunque la procesión vaya por dentro. A no ser que seas Donald Trump, cuyo rostro, en aquella ocasión, destilaba incomodidad y resentimiento.

EL NACIMIENTO DEL REY LEÓN

En aquellos tiempos, el magnate había puesto en duda que el presidente hubiera nacido en terreno estadounidense, hasta el punto de que Obama, pocos días antes de aquella cena, presentó su certificado de nacimiento. 

El líder demócata inició su discurso sin contemplaciones. "Voy a ir un paso más allá haciendo público el vídeo de mi alumbramiento. Les advierto: nadie lo ha visto en 50 años. Ni yo mismo". Las pantallas gigantes proyectaron la escena de 'El rey león' en la que Rafiki, un híbrido entre mandril y papión, muestra a Simba a los animales de la selva, que se arrodillan ante él. De fondo, seguro que se acordarán, la impresionante canción 'The circle of life'. Tras las imágenes, el presidente remarcó a la mesa de periodistas de Fox News, cadena próxima a los republicanos, que se trataba de "una broma". "Llamad a Disney si no me creéis, ellos tienen la versión original completa".

Luego pasó al ataque directo. "Tenemos a Donald Trump entre nosotros esta noche. Todos conocemos sus credenciales y su amplia experiencia". "Finalmente puede enfocarse en los asuntos que importan, como por ejemplo, ¿fingimos la llegada a la luna?, ¿qué pasó realmente en Roswel? y ¿dónde están Biggie y Tupac?" (dos raperos fallecidos años atrás en extrañas circunstancias). También mostró una foto del aspecto que tendría la Casa Blanca en el hipotético caso de que Trump fuera el presidente de Estados Unidos. Luces de neón en el techo, mujeres en bañador, casino y jugadores de golf.

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Todo este cachondeo, para mayor dolor del receptor, Obama lo perpetró sin apenas esbozar una sonrisa, con ese tono socarrón que le ha dado grandes tardes de oratoria. Y eso que tenía razones de sobra para mostrarse eufórico, pues pocas horas antes había autorizado el asalto de la casa en la que se escondía Osama Bin LadenOsama Bin Laden, que moriría esa misma noche.

El ahora candidato republicano a la presidencia aguantó el aguacero sin apenas gesticular. Nada de reir. Como mucho, una sonrisa fría, forzada, de esas que te tira la cabeza ligeramente hacia atrás. Incluso saludó con la mano al presidente, como dejándole claro que tomaba nota. Una periodista de 'The New Yorker' que se sentaba a pocos metros relató al detalle la tensión con la que Trump vivió aquellos momentos, alimentados por una grada que respondió con carcajadas gracias a las tres horas que llevaba comiendo y, sobre todo, bebiendo. "Estaba sentado tieso, con la barbilla apretada, en una rabia cerrada e inamovible", relató el cronista. 

"NACIÓ AQUÍ. Y PUNTO"

No ha sido hasta cinco años después, el pasado 16 de septiembre, que el ahora candidato republicano ha admitido, a su manera, el origen estadounidense del presidente. "Fue la campaña de Clinton la que inició esta controversia en el 2008. Yo la he terminado, y sabéis lo que quiero decir. El presidente Barack Obama nació en Estados Unidos. Punto. Ahora, todos queremos volver a hacer América fuerte y grande de nuevo". No admitió en ningún caso que hubiera pasado un lustro entero vertiendo dudas sobre el asunto. Y lo ventiló echando mano de su lema de campaña. 

Es imposible adivinar si aquella noche fue definitiva para que Donald Trump se animara a iniciar la carrera presidencial. Ya lo intentó a finales del siglo pasado con el Partido de la Reforma, fundado a principios de los 90 por el empresario Ross Perot, que concurrió a la presidencia en dos ocasiones, sin suerte, durante los años en los que se presentaba y ganaba Bill Clinton. La de Trump fue una tentativa fugaz, para probarse. Volvió a sacar la patita para las elecciones del 2012, pero apeló a su pasión por los negocios para guardar sus aspiraciones en un cajón. Fue en junio del 2015 cuando dio el salto definitivo con una candidatura dispuesta a representar a la bancada republicana. Y hasta hoy.

Si buscan en internet (quizás tengan más suerte que este diario) se darán cuenta de que no existe ninguna foto de Obama y Trump juntos. En el caso de que el magnate venza este martes a Hillary Clinton, la instantánea se producirá en enero en la jura del cargo. Será en las escaleras del Capitolio, en Washington, ante millones de personas. La venganza es un plato que se sirve frío. O no.