La sombra del expresidente

Sarkozy mantiene su influencia sobre Macron y la derecha francesa pese a sus múltiples condenas

El Tribunal de Apelación de París condena a un año de prisión por la financiación ilegal de la campaña de 2012 al exmandatario, quien mantiene una buena relación con el actual presidente

Confirman la condena a Sarkozy por la financiación ilegal de su campaña de 2012 - El Periódico

Nicolas Sarkozy explica en France 2 su regreso a la política

Nicolas Sarkozy explica en France 2 su regreso a la política / AFP / ATLAS

Enric Bonet

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Imagínense que el rey emérito Juan Carlos no viviera en Emiratos Árabes, sino en Madrid. Imagínense que el emérito dispusiera de un despacho a unos pocos centenares de metros de la Moncloa. Imagínense que a Juan Carlos la fiscalía no le hubiera archivado sus investigaciones judiciales, sino que los jueces lo hubieran imputado y condenado a penas de prisión. Imagínense que, a pesar de esas penas, el emérito diera con regularidad consejos a Pedro Sánchez y se reuniera con Alberto Núñez Feijóo. Puede parecer sorprendente, pero una situación parecida a este caso imaginario ocurre en realidad en Francia con el expresidente Nicolas Sarkozy.

El jefe de Estado francés entre 2007 y 2012 está implicado en varios casos de corrupción —ha sido condenado cuatro veces a penas de prisión en dos affaires—, pero eso no le impide influir políticamente, tanto en el presidente Emmanuel Macron como en Éric Ciotti, el actual responsable de Los Republicanos (LR, afines al PP). Sus recurrentes citas ante la Justicia no han convertido a Sarkozy en una personan non grata entre las altas esferas en Francia. Más bien lo contrario.

El Tribunal de Apelación de París ha condenado este miércoles a una pena de un año de prisión (con seis meses firmes y otros tantos con un cumplimiento condicional) al expresidente por el gasto excesivo en su campaña presidencial de 2012. Los jueces lo han declarado culpable de un delito “de financiación ilegal” por el affaire Bygmalion. Este caso hace referencia a una trama de facturas falsas con que la candidatura sarkozista intentó vulnerar la ley en una carrera hacia el Elíseo en que gastó más de 40 millones de euros, el doble de lo permitido legalmente.

Un “aliado y socio” de Macron

Después de que en mayo del año pasado ya confirmaran una pena de prisión condicional por el caso de las escuchas judiciales, Sarkozy se ha convertido en el primer expresidente condenado dos veces en segunda instancia en la historia de la Quinta República. A principios del año que viene, está previsto que empiece el juicio del caso de corrupción más complejo, y quizá el más grave, de todos aquellos que lo salpican: el de la financiación de la campaña presidencial de 2007 por la Libia de Muamar el Gadafi. Y lo imputaron asimismo hace unos meses por un cuarto affaire —vinculado a la trama libia—, el del supuesto falso testimonio del intermediario franco-libanés Ziad Takieddine.

Pese a esta larga lista de casos de corrupción, Sarkozy no será encarcelado, al menos a corto plazo. Como sucedió con el caso de las escuchas judiciales, sus abogados recurrirán la sentencia por el affaire Bygmalion. Ambos se juzgarán por tercera vez en el equivalente galo del Tribunal Supremo. 

Retirado de la política activa desde finales de 2016, el expresidente, de 69 años, tiene una vida más que curiosa y que evidencia el laxismo moral en las élites francesas. Compagina una onerosa actividad como conferenciante y abogado de negocios —gana unos tres millones al año— con un rol de cicerone de Macron, varios de sus ministros y de aquellos dirigentes de la derecha republicana que no se han cansado del doble juego del exmandatario. A eso se le suman los libros que publica con cierta regularidad y que resultan un éxito comercial. 

Macron y Sarkozy “no son amigos ni camaradas, pero sí aliados y socios. Es como si hubieran firmado una especie de contrato”, explica a EL PERIÓDICO el periodista Etienne Girard, coautor del libro Le parrain : Sarko après Sarko. Según el redactor jefe de la revista L’Express, este pacto no escrito entre ambos dirigentes consiste en que el exlíder de la derecha republicana “no habla mal del actual presidente y al mismo tiempo este último se dedica a dar una salida política a las redes sarkozistas”, desde el ministro del Interior, Gérald Darmanin, hasta la nueva ministra de la Cultura, Rachida Dati.

¿Una relación interesada?

Aunque el expresidente socialista François Hollande tuvo una influencia evidente en el ascenso fulgurante de Macron —fue su secretario general adjunto en el Elíseo y luego ministro de Economía—, el actual jefe de Estado mantiene mucha mejor relación con Sarkozy que con Hollande, al que menosprecia. El dirigente centrista y el exmandatario suelen reunirse en el Elíseo o cenar con sus respectivas mujeres (Brigitte Macron y Carla Bruni) varias veces al año. ¿Sarkozy confía en que esta buena relación le sirva para superar todos sus problemas judiciales, incluso con un hipotético indulto presidencial? “Aunque esta idea pueda parecer un poco extravagante, así lo esperan muchos en el entorno de Sarkozy, siendo Carla Bruni la primera de ellos”, afirman los autores del libro Le parrain : Sarko après Sarko.

“Macron tiene la costumbre de consultar a Sarkozy cada vez que lleva a cabo un cambio de Gobierno”, recuerda Girard. La influencia sarkozista ha ido in crescendo a lo largo de la presidencia macronista y actualmente vive un momento de esplendor. Tras la designación de Gabriel Attal como primer ministro y la última remodelación gubernamental, 8 de los 14 principales ministros proceden de la órbita de la derecha republicana. Varios de ellos fueron delfines del exjefe de Estado. 

“El hecho de que Dati fuera cercana a Sarkozy favoreció su llegada al Gobierno”, afirma el periodista de L’Express sobre el fichaje estrella en el actual Ejecutivo, junto con la también sarkozista Catherine Vautrin, ministra de Trabajo. Pese a su pasado en el Partido Socialista, el mismo Attal tiene un perfil que gusta a Sarkozy. El discurso conservador del actual primer ministro y su retórica directa y con tintes populistas recuerdan a la del expresidente. 

Divorcio incipiente con la derecha republicana

“Entre la ejemplaridad judicial y Sarkozy, el macronismo ha elegido desde hace tiempo a Sarkozy”, asegura Girard. La coalición de partidos afines a Macron renunció al ideal reivindicado en 2017 de una “República ejemplar”. Y prefiere ocupar el espacio de la derecha republicana, aunque esta estrategia parece beneficiar en realidad a la ultraderechista Reagrupación Nacional, según los últimos sondeos, que deben cogerse con pinzas.

Después de que Sarkozy dejara en la estacada a Valérie Pecresse, candidata de su partido, y apoyara a Macron en las presidenciales de 2022, una parte de los dirigentes de LR se distanció del expresidente, quien llevó las riendas en 2014 de la refundación de esta decadente formación. Con la excepción de Ciotti, que “mantiene una buena relación con el exmandatario”, muchos de los barones de la derecha republicana están hartos de los dobles juegos de su antiguo mentor. 

A diferencia de lo que sucedió en septiembre de 2021, cuando lo condenaron por primera vez por el caso Bygmalion, esta vez no han salido a defenderle en público. Lo que prima en Francia no es la ejemplaridad y el respeto de la ley, sino las alianzas y estrategias políticas. Las luchas de poder pesan más que la moral.

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