Al menos 84 asesinados

La violencia de colonos y soldados mata a la juventud de Cisjordania

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Funeral en la ciudad de Ramala por dos chicos palestinos, Yasser Kasbeh (de 17 años) y Adam Julani (de 16), los dos muertos durante enfrentamientos con soldados israelís cerca del campo de refugiados de Qalandia, en Cisjordania.

Funeral en la ciudad de Ramala por dos chicos palestinos, Yasser Kasbeh (de 17 años) y Adam Julani (de 16), los dos muertos durante enfrentamientos con soldados israelís cerca del campo de refugiados de Qalandia, en Cisjordania. / NASSER NASSER / AP

Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

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El humo de los cigarrillos se apodera de la habitación. Circulan las tacitas de papel rellenas de café. El retrato de un Yaser Arafat sonriente entre banderas palestinas preside el amplio despacho. “Aquí nada ha cambiado”, coinciden un grupo de jóvenes del campo de refugiados de Deheisha en Belén. En la Cisjordania ocupada, la violenta cotidianidad apenas se ha alterado. Desde que estalló la guerra entre Hamás e Israel el pasado 7 de octubre, la ciudadanía palestina de los territorios ocupados ha aplaudido y apoyado a sus hermanos en la Franja de Gaza, sin poder escapar de su propio sufrimiento. En las últimas dos semanas, los colonos radicales y los soldados israelís han matado a al menos 84 palestinos. Antes de la guerra, el 2023 ya se había convertido en el año más letal en la Cisjordania ocupada desde la segunda intifada de principios de siglo.

“Las incursiones no se han detenido”, explica Mahmud, del campo de refugiados de Deheisha en Belén. “Hoy mismo, los soldados han irrumpido en el campo dos veces, a las cuatro y a las diez de la mañana”, cuenta este barbero de 32 años que pasó cuatro de ellos en prisión. Horas antes de esta conversación, un joven del campo había sido asesinado por las balas del Ejército israelí. El día anterior, fueron dos los muertos. “Y así cada día”, constata desolado. Por eso, ninguno de estos cinco jóvenes del campo dudan al confesar que se alegraron al ver lo que había hecho Hamás ese sábado que también cambió sus destinos. “Es nuestro derecho”, defiende Jalil, de 30 años. “En Cisjordania, estamos acostumbrados a las muertes diarias de nuestros ciudadanos”, denuncia a este diario.

Pero la escalada de violencia en Gaza ha vuelto a poner de manifiesto los miles de tentáculos que tiene la ocupación israelí. Desde que empezó todo, por ejemplo, Khalil no ha podido ir a trabajar. Es transportista y, aunque vive en el campo adyacente a la ciudad de Belén, tiene que desplazarse hasta Hebrón, a unos 30 kilómetros al sur. La mayoría de carreteras están cortadas y los múltiples controles de seguridad impiden el desplazamiento de la población autóctona del lugar. A estas restricciones al movimiento, se le suman las múltiples redadas militares, los arrestos masivos y la violencia perpetrada por colonos y soldados. “Cada vez la situación es peor y muchos más chicos van a morir”, constata Khalil. 

1.070 arrestos

“Cualquier cosa que haces te arrestan y te meten en la cárcel”, denuncia este seguidor del Barça. “Si le das a ‘me gusta’ a una publicación en Facebook o si escribes ‘estoy con Gaza’, te arrestan”, explica a EL PERIÓDICO. Desde el 7 de octubre, las fuerzas israelís han detenido a casi 1.070 personas en Cisjordania, entre las cuales afirman que hay personas con presuntos lazos o afiliación a Hamás. A estas, se le suman los más de 4.000 trabajadores de Gaza con permiso para entrar en Israel a los que la guerra les pilló en territorio enemigo y las autoridades israelís han arrestado. Estas acciones han duplicado el número de prisioneros palestinos en cárceles israelís en dos semanas hasta alcanzar los 10.000 reclusos.

Además, la impunidad con la que actúan los colonos les ha permitido matar a tiros a al menos 10 palestinos sin apenas consecuencias. También han conseguido que algunas aldeas palestinas adyacentes a las colonias israelís, ilegales de acuerdo al derecho internacional, hayan quedado despobladas estos días. Sus ciudadanos temen que salir a la calle sea su condena a muerte. Según el informe de la Oficina de Coordinación de la Ayuda Humanitaria de las Naciones Unidas publicado en septiembre, 1.105 pastores, alrededor del 12,5% de esta población, abandonaron sus hogares en Cisjordania durante el año pasado.

Pese a su inestable situación, los palestinos de estos territorios no han dudado en ayudar a sus hermanos de Gaza que se han quedado atrapados en Israel. Una gran parte de los 18.000 gazatís con permiso de trabajo en el Estado hebreo, aquellos que han escapado de las detenciones israelís, ahora están siendo acogidos en pabellones y centros comunitarios en la Cisjordania ocupada. Con dificultades para trabajar en el contexto actual, Mahmud, Khalil y sus amigos han pasado a coordinar la ayuda en el centro del campo de Deheisha. 

En los últimos meses, muchos jóvenes han decidido responder a las continuas agresiones israelís con la creación de grupos armados, como la Guarida de los Leones o la Cueva Negra. “Nosotros no tenemos armas como en Yenín o en Nablus, pero no estamos en contra de la resistencia armada”, explica Mahmud. A la violencia continuada, se le suma la impunidad del régimen colonial israelí a la hora de derribar casas palestinas y tomar más terreno para la ciudadanía israelí. Los colonos han aprovechado el caos para, a base de ataques continuados, expulsar a palestinos de comunidades pastoriles. Solo en 2023 Israel ha planificado 12.855 nuevas residencias, ilegales, según el derecho internacional, en territorio palestino. Es el año en el que más asentamientos han sido aprobados desde 2012. 

"La AP es parte de Israel"

Las autoridades israelís pueden actuar con tal libertad gracias a la ausencia de oposición por parte de sus homólogos palestinos. “Cuando todo sucedió en Gaza, no escuchamos ni una palabra ni recibimos ayuda de la Autoridad Palestina (AP), no estamos satisfechos con lo que hace, que es nada”, denuncia Mahmud. “Hoy en día, la AP es como parte de Israel, ya que ayudan a los israelíes”, señala a este diario. “Queremos que esta autoridad cambie, que deje de servir a sus propios intereses y a los israelís para que sea una institución nacional de verdad”, exige Khalil. Durante las recientes protestas después del bombardeo del hospital al Ahli en la Franja de Gaza, la juventud palestina de las principales ciudades de Cisjordania se ha enfrentado a las fuerzas de la AP que ha reprimido las manifestaciones. 

“No creemos que si esta guerra termina, tendremos una situación de paz o nuestra propia independencia”, explica Bashar, cuando encuentra un descanso después de recibir a los recién llegados gazatís. “Cada día tenemos problemas, no hay seguridad aquí”, afirma, mientras todos asienten. “Al contrario, tal vez si la guerra en Gaza continúa, tendremos menos soldados aquí”, desea contrariado. Mahmud lo tiene muy claro. "No queremos paz con los israelís, es la patria o morir", defiende dejando paso al silencio. Las tacitas vuelven a llenarse de café. El humo no se disipa. Mientras, las horas se suceden en una realidad tampoco tan distinta de la de hace un par de semanas. Sólo que ahora, desgraciadamente, están más acompañados. 

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