Guerra de Ucrania

El derribo del avión de Wagner azuza la pugna entre facciones en el seno del Kremlin

El avión en el figuraba Prigozhin como pasajeros en el momento de ser abatido, según ha divulgado el canal de Telegram Grey Zone.

El avión en el figuraba Prigozhin como pasajeros en el momento de ser abatido, según ha divulgado el canal de Telegram Grey Zone.

Marc Marginedas

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De confirmarse la noticia de que el avión fue derribado, no sería la primera vez que el grupo Wagner sufre el fuego amigo de las propias Fuerzas Armadas de Rusia. Horas antes de protagonizar la asonada militar que le llevó a un par de cientos de kilómetros de Moscú a finales del mes de junio, Yevgueni Prigozhin, el fundador de Wagner, lanzó gravísimas acusaciones contra Serguéi Shoigu, ministro de Defensa de Rusia, asegurando que había ordenado atacar con artillería uno de los campamentos donde estaban acuartelados sus hombres. Después de meses de constantes trifulcas, y tiras y afloja acerca de la integración de Wagner en el conjunto del Ejército, Prigozhin estalló de ira, antes de prometer arrancar, del corazón del poder ruso, la "maldad" que representaba "el liderazgo militar": "Estábamos dispuestos a hacer concesiones al Ministerio de Defensa, entregar nuestras armas.... Hoy hemos visto cómo atacaban nuestras bases de retaguardia".

El golpe de Estado fallido de principios de verano expuso con toda su crudeza las costuras y rivalidades que dividen al poder ruso, las diferentes facciones que pugnan en el interior del Kremlin, una estructura de poder disfuncional donde hasta entonces la figura del presidente, Vladímir Putin, podía ejercer de árbitro gracias a la competición que fomenta entre ellas. El sistema creado por Putin "incluye trampas" para evitar una rebelión, ya que los dirigentes "con hombres armados a su mando no confían los unos en los otros para organizar una conspiración", ha analizado Daniel Triestman, profesor de Ciencias Políticas de la universidad de California.

La sublevación wagnerita abortada puso todo este delicado equilibrio patas arriba. Según aseguró entonces Nigel Gould-Davies, investigador senior para Rusia y Eurasia del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (ISIS) , aunque no existían aún indicaciones sólidas de que el líder del Kremlin estaba perdiendo influencia, sí eran evidentes "síntomas crecientes de disfuncionalidad, ansiedad y preocupación acerca de la guerra, además de problemas reales a la hora de organizar los recursos necesarios para llevarla a cabo de forma efectiva". La detención, semanas después, de Igor Girkin, alias Strelkov, otro verso libre dentro del conglomerado de fuerzas militares y paramilitares rusas e instigador de los movimientos separatistas del Kremlin en Ucrania, confirmaba este estado de ánimo en el Kremlin descrito por el analista británico y exembajador del Reino Unido en Bielorrusia.

De acuerdo con documentos del Ministerio de Defensa ruso, esta institución no sabía cómo contrarrestar la creciente popularidad de Prigozhin, cuyas fuerzas mostraban siempre una efectividad mucho mayor en el campo de batalla, un extremo reconocido incluso por los mandos militares ucranianos. El presidente, fiel a su estilo, apenas intervino en la pugna hasta que Wagner dirigió sus armas contra lo que consideró su propia autoridad.

Muertes súbitas

Este episodio, de confirmarse la versión del derribo intencionado, a buen seguro generará más inseguridad entre la élite rusa, sacudida periódicamente por muertes súbitas y fallecimientos inexplicables. Sus miembros serán aún más conscientes del escaso valor que tiene su vida, en un contexto de descomposición progresiva provocado por los escasos éxitos en el campo de batalla un año y medio después del inicio de la invasión.

Al menos medio centenar de altos funcionarios, empresarios y hombres de negocios han perdido la vida en suicidios o circunstancias sospechosas, algunos de ellos después de mostrarse abiertamente críticos con el Kremlin, según los recuentos más fiables. Para Putin, estás muertes "son útiles", valora Julia Joffe, periodista y experta en Rusia en los micrófonos de la radio pública estadounidense. "No tiene ni siquiera que probar que fueron asesinatos o suicidios; ya le vale la sospecha para que la gente calle la boca y no critique al Kremlin", enfatizó.

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