La lucha contra el patriarcado

Txell Feixas Torras: "Entre los fogones de Oriente Próximo se cuecen grandes revoluciones feministas"

Las refugiadas sirias en el Líbano sueñan con un futuro en el críquet

La pobreza menstrual condena a las mujeres del Líbano

La periodista y escritora Txell Feixas.

La periodista y escritora Txell Feixas. / ORIOL ANDRÉS GALLART

Andrea López-Tomàs

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Txell Feixas Torras tiene la capacidad de rodearse de mujeres fascinantes. De aquellos mismos nombres que ocupan ránkings inspiradores o, incluso, se eternizan en los libros de Historia. Eso hizo la periodista de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals durante sus casi seis años como corresponsal en Beirut. Allí mismo, en un kilómetro cuadrado que la mayoría de habitantes de la capital libanesa prefieren ignorar, volvió repetidamente. Las historias de las mujeres que integran el primer equipo de baloncesto femenino del Líbano, nacido en el histórico campo de refugiados de Shatila, la atraparon. Tras años de conocerlas en profundidad, ahora las regala al mundo con su nuevo libro 'Aliades. Les nenes de Xatila desafien les regles del joc' (Ara llibres).

¿Quiénes son las aliadas?

Las aliadas para mí son, empezando por mi madre, la familia elegida. Aquellas chicas y mujeres con las que he tejido alianzas de vida y, a raíz de ello, soy quien soy. Las aliadas son gente de la que aprendes y a la que, sin quererlo, tú también enseñas y te enriqueces conjuntamente. Aliadas hay a ambos lados del Mediterráneo. Yo ya sabía de las mías pero no era tan consciente de que existía esta forma de funcionar de tribu, de supervivencia, de compartir en Oriente Próximo, porque lo desconocemos mucho más. Nos viene a la cabeza, como yo cuando aterricé en la región, que la mujer en el mundo árabe es una: velada, desvalida, oprimida por un hombre siempre, sin formación. Cuando ves que esto está ahí pero también existe como colectivo te estira a querer saber más de estas tribus de aliadas allí.

¿Cuál es el destino de una niña en el campo de refugiados de Shatila?

Esto ha cambiado a lo largo del tiempo que he ido y vuelto a Shatila. Eso es lo bueno de ser un corresponsal o un freelance instalado en una zona. Cuando puse el pie por primera vez en este campo de personas refugiadas y pensé que hablaría de niñas, me imaginaba a alguien sin un futuro prometedor, con un camino marcado que irremediablemente debería transitarlo, dominado por el patriarcado y el machismo. Después a la que entras, esto también existe y hay niñas que seguramente ni siquiera gozarán de ser niñas, no se les enseñará a soñar, no estudiarán, serán esposas o madres muy jóvenes y se quedarán en ello. Pero, pasando horas y horas allí, te das cuenta de que sí existen alternativas, que hay niñas a las que si les dan las herramientas pueden soñar, que pueden ser niñas. No las encuentras sólo en el equipo de baloncesto o el de críquet, sino también en aquella aula de formación donde las enseñaban a grabar y a hacer fotos con el móvil para reproducir ellas mismas su realidad. Me impresionó ver que tenían muchas salidas y vías para empoderarse que, con mis prejuicios sobre los campos de refugiados, creía imposibles.

En un contexto tan adverso como es el campo de refugiadas de Shatila, surgen proyectos realmente innovadores como el equipo de baloncesto femenino de Basket Beat Borders, las refugiadas haciendo compresas de tela para paliar su propia pobreza menstrual con WingWoman Lebanon o las niñas de Alsama jugando a críquet. ¿Cómo puede ser que, entre tantas adversidades, destaque este empuje para cambiar las cosas que acaba teniendo un destacado impacto?

Todas, o la mayoría de ellas, tienen un denominador común que es una mujer valiente o un hombre valiente como agente de cambio. A veces sí hace falta esa valentía individual para que un colectivo detrás les siga. Tienen que romper muchos techos y superar muchas barreras en lugares como Shatila para que una idea prospere, para hacer del sueño individual un sueño colectivo. Para desarrollar su equipo de baloncesto femenino, [el entrenador] Majdi  tiene que llamar a muchas puertas, enfadarse con mucha gente, debe ir a reclutar a las niñas casa por casa para que no las intimiden, reciben amenazas él y los suyos, es un hombre amado y odiado por parte de la población del campo. En casi todas estas experiencias, me he dado cuenta de que hay una persona que es clave para que avance el proyecto: es una persona valiente, tozuda, soñadora, es feminista, quizás sin saberlo, y está dispuesta a arriesgarse aunque les vaya la vida en ello. 

En tu anterior libro 'Mujeres valientes', reivindicabas las historias individuales de mujeres valientes que luchaban por cambiar las opresiones de sus países y contextos. En este, pones la mirada en las batallas colectivas también protagonizadas por mujeres, donde tiene mucha importancia la sororidad. ¿Hasta qué punto las mujeres pueden llegar a ser agentes de cambio en Oriente Próximo? 

Desde nuestro feminismo más blanco, etnocéntrico y europeo, ya nos sorprendió saber que  había estas mujeres valientes, sonaba casi exótico. A la que vas más allá, no sólo hay estas gotas malayas que individualmente han agujereado la roca del patriarcado sino que, como aquí, funcionan como las tribus de toda la vida. Les hemos menospreciado esta capacidad, creyendo que es ahora cuando hay mujeres valientes en el mundo árabe o que últimamente florecen más. Cuando hablas con ellas, a muchas les sienta mal esta idea porque el feminismo en la región hace ya muchas, muchas décadas que se inició y fue de forma colectiva, como la lucha por el voto. Nosotros decimos que ahí van poco a poco, pero nosotros también vamos desde aquí poco a poco descubriendo cómo es en realidad el feminismo en el mundo árabe. Vemos que sí, hay mujeres valientes, que son unas cuantas y encima funcionan en red, y con sororidad. No estamos tan lejos como lo están ellas de ciertas cosas. Además, en Shatila, en ese reducto que es un kilómetro cuadrado, me di cuenta que había una red grandiosa. 

Parte del relato tiene lugar en espacios cerrados, en las casas desde donde las mujeres tejen alianzas que, en la calle, no encuentran el espacio público para darse. ¿Qué papel juega el hogar como escenario del cambio? Además, si fuera un periodista hombre, probablemente no podría haber entrado en estos espacios.

Aunque pueda parecer contradictorio, dentro de estos hogares, dentro de la cocina, entre los fogones es donde se cuecen grandes revoluciones feministas. Las grandes revoluciones que después saldrán fuera, pero aunque en muchos de estos ámbitos el mundo de la mujer está reducido a las cuatro paredes, ellas no desperdician ese pequeño espacio para hacer sus sueños realidad. Yo me daba cuenta de que cuando estaba en casa de Majdi, Basma y Razan, cuando no estaban los hombres y se quedaban las mujeres en casa, aquella energía irradiaba por todas partes. Cuando yo dejaba el bolígrafo y la libreta y me ponía a remover las ollas, ellas me veían como Txell mujer y no como Txell periodista. Me veían como una aliada, y no como una profesional que las fiscalizaba de alguna manera, allí la energía también te llegaba. Este libro también intenta hacer visible un espacio de lucha que es invisible para mucha gente, sobre todo para hombres y algunas mujeres que no tienen acceso. Estas cuatro paredes es donde se cuecen muchas ideas, donde también florece la mujer, esa mujer que no puede estar en la vía pública. Muchas de estas mujeres, al llegar a su casa, emergía de ellas toda la sensualidad, la belleza, la elegancia, todo su potencial mental y su inteligencia pero también todo su despliegue como mujer. Incluso, entre cuatro paredes, la mujer tiene un poder de supervivencia, crecimiento y empoderamiento si está con más mujeres que no tengo tan claro que tendrían los hombres si cambiáramos los papeles.

También reivindica las alianzas con hombres como Majdi que crea el equipo de baloncesto para salvar a su hija de un contexto adverso de opresiones y adicciones en el campo, o Ali que propaga el mensaje por el campo de refugiados para evitar que casaran a sus hijas menores. ¿Son los hombres en Oriente Próximo aliados de las luchas feministas?

'Aliades' trata de deshacer el estereotipo de hombre árabe, musulmán, machista recalcitrante, represor de las mujeres que tiene cerca, analfabeto, vago. Para mí conocer a Majdi fue poner nombre y cara a un perfil de hombre en Oriente Próximo que no conocíamos. A Majdi, a este palestino pintor de fachadas, no le han dado nunca un manual de feminismo, y eso es lo que le da más valor porque lo que le empuja a actuar es el corazón. Él en esencia ve que debe empoderar a las niñas de ese campo para que tengan futuro. Con 'Aliades' y con este protagonista principal masculino, quería demostrar que los hombres pueden y deben ser agentes de cambio, porque de lo contrario, nuestra lucha está perdida ya de inicio. Las mujeres podemos hacer todo lo que hacemos pero, al final, ellos son muchos y se deben ir sumando poco a poco a nuestra lucha compartida. 

Durante el relato, situado físicamente en Shatila, permite al lector viajar y conocer las realidades de otras mujeres en la región, desde Afganistán a Jordania, deteniéndose en sus especificidades pero remarcando sus puntos en común. ¿Cómo puede un equipo de baloncesto femenino en el campo de refugiados de Shatila explicar una región?

Por sí solo puede hacerlo. El equipo de básquet tiene una peculiaridad y es que, aunque inicialmente está creado para chicas palestinas, acaba incorporando a niñas sirias. El gran milagro es que niñas libanesas de fuera del campo entren en una Shatila que nunca en la vida hubieran pisado. Ellas se lo sentían casa, y abrazaban la causa palestina de sus compañeras y el dolor de las sirias de haber huido también de su país en guerra. Ya no eran libanesas, sirias o palestinas. Eran un equipo de Shatila sin diferencias de nacionalidad: se habían mimetizado unas con otras. Es verdad que las niñas palestinas ya contaban un punto de la región pero es que aquí era mucho más rico todo por la presencia de sirias y libanesas. Además, yo venía con la mochila de las afganas, de las iraníes… No me lo había planteado al principio pero sí que algunas personas después de leer el libro me decían que al igual que 'Mujeres valientes' había sido un retrato de la región de mujeres feministas, sin quererlo, en 'Aliades' he acabado haciendo un mosaico de las infancias en muchos de estos países. Esto es un regalo que no era querido. Está todo tan interaccionado que puedes hacer este ejercicio sin pensarlo antes. 

¿Cómo podemos ayudar desde aquí a estas mujeres sin intentar salvarlas?

El principal papel que debemos tener es querer escucharlas a ellas. Esto significa buscar libros como 'Aliades' donde, aunque yo esté presente, son ellas bastante quienes hablan. Yo quería que hablaran ellas, que fueran las protagonistas, a pesar de que yo las acompañe en el relato. A veces la gente me pregunta qué podemos hacer para ayudar a esa gente. Y nos sale esta parte paternalista de 'tengo que ir a viajar allí, tengo que acogerlas en mi casa', desde toda la buena fe. Estas niñas no quieren irse de su casa, es donde quieren estar y es donde luchan por vivir en dignidad. Para ayudar simplemente puedes buscar lecturas, documentales, o productos que te acerquen a ellas. Ni siquiera es necesario viajar porque, desde aquí, ya tenemos muchos medios para colaborar de forma monetaria, que les ayudarás mucho más que no aleccionándolas.